Hipocresía y cobardía frente a la violencia

Qué inútiles, cínicas y falsas resultan las disculpas del comandante general de la Policía Nacional del Perú, Óscar Arriola, así como las del ministro del Interior, Vicente Tiburcio. ¿Cómo se atreven a rasgarse las vestiduras ante los valientes policías heridos y mutilados que son enviados a enfrentarse desarmados ante una turba asesina disfrazada de “protestantes pacíficos”? ¿Habrían mandado a sus propios hijos a exponerse ante sujetos provistos de lanzallamas, bombardas, bombas Molotov y ladrillos y piedras sin posibilidad de defenderse? ¿Habrían mandado a sus propias hijas, mujeres, ante una turba de cobardes para que las agredan bajo el aplauso de artistas disfrazadas de feministas, que deseaban que las hijas de los policías fueran violadas? No puedo sentir más vergüenza ante nuestros valientes defensores que protegen los intereses de políticos pusilánimes y luego hipócritamente se preocupan por su salud.

No caben más adjetivos que llamarlos cobardes, empezando por los congresistas de izquierda que celebraban la muerte de un vándalo como si fuera un gol de Perú. La vida humana les vale un carajo; solo sirve para sus ambiciones desmedidas de hacerse del poder. La misma línea de todo el periodismo azuzador, de aquel pasquín que en su momento alertó a los secuestradores de la embajada de Japón de que se estaba construyendo un túnel para rescatarlos. De los canales de televisión que llaman “protestantes” a las huestes senderistas, que llaman “juguetes” a las armas letales, que llaman “estudiantes” a los sicarios encapuchados. Somos testigos de la planificación del ataque: cortaron la conexión de las cámaras, se cubrieron los rostros con pasamontañas, llevaron galoneras de gasolina para preparar las bombas Molotov, mochilas llenas de piedras, huaracas, pirotécnicos, lanzallamas y escudos de protección. La consigna: incendiar el Congreso y tomar Palacio de Gobierno. ¿Alguna diferencia con los propósitos senderistas?

¿En qué país del mundo se puede permitir que un sujeto lance fuego a la policía y no se le inutilice? ¿Es que estamos secuestrados por una minoría de radicales a los que no se les puede tocar? ¿Tanto miedo tenemos a los titulares comunistas que se olvidaron de los policías masacrados y solo resaltan la muerte de un vándalo delincuente que atacaba con riesgo de muerte a la policía? Qué falso sentido de culpa el del general Arriola, que se apresura a culpar al suboficial Luis Magallanes sin investigar previamente si éste estaba defendiendo su vida o si el disparo fatal vino de un tiro que rebotó en el piso. Indudablemente hemos perdido el principio de autoridad y el monopolio de la fuerza que la Constitución asigna al Estado.

Me llama poderosamente la atención que no hayamos aprendido nada de las experiencias previas; el libreto no ha cambiado: prohibido defenderse. Los agresores lo saben perfectamente, por eso no le temen a la represalia; por eso están tan envalentonados. Ahí están los fiscales para protegerlos, la CIDH, el Defensor del Pueblo, las periodistas mermeleras, los artistas fracasados, etc. Bajo el pretexto del derecho constitucional a la protesta ataca Sendero. Las marchas pacíficas son mentira; ¿por qué los dejamos juntarse? ¿Por qué asisten a ellas los jóvenes que con su presencia convalidan la violencia? La generación Z es un fraude, una marca falsa; ¿acaso ellos impiden la infiltración terrorista en sus marchas? No pueden ser tan “cojudignos” para ser usados en la destrucción de su futuro. No marchen apoyando el linchamiento de policías a los que van a llamar cuando estén en peligro. ¡Aprendan a no ser usados! Aprendan un poco de historia, no aplaudan la bomba de Tarata y sepan quién se jugó la vida para que ustedes vivan en libertad.