Editorial Política

Tratando de satanizar al empresariado

Tratando de satanizar al empresariado
  • 03 de noviembre del 2016

Campaña ideológica de izquierda encubre fracaso estatal

El caso de los audios de Carlos Moreno, ex asesor del primer mandatario, en los que habla de “negociazos” en el sector salud, sorprendentemente, desató una campaña de demonización del empresariado. En vez de denunciar las redes de corrupción que han surgido en el Estado bajo la abrumadora sobrerregulación, se disparó en contra de los sectores privados que invierten en salud.

Cuando las tintas se cargaban en contra de los privados, se conoció la denuncia de Indecopi acerca de que cinco cadenas de farmacia habrían concertado precios de medicamentos entre febrero del 2008 y marzo del 2009. Un hecho absolutamente incompatible con una economía de mercado y que ningún liberal debería avalar. Sin embargo, en algunos sectores se desencadenó una hemorragia en contra de la “impunidad y la corrupción” del sector empresarial.

A entender de este portal ese humor antiempresarial viene envuelto en papel celofán izquierdista. Forma parte de una lúcida estrategia de ir construyendo los sentidos comunes de la sociedad hacia el 2021. La creciente satanización del empresariado no obstante que el crecimiento y la reducción de pobreza a solo un quinto de la población en el Perú solo pueden explicarse por el aporte empresarial. La satanización no obstante que la continuidad de la democracia, que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones, no se puede entender sin la expansión del bienestar que ha empezado a organizar una sociedad de clases medias.

Las cifras son contundentes: pese a la dramática caída de la inversión privada en los últimos tres años, en promedio, en la última década en el Perú se ha invertido alrededor del 25% del PBI, una tasa alta todavía. Pero aquí el gran detalle: de ese total de inversión, el 80% es aporte privado. Algo más. En los últimos 25 años el país redujo la pobreza del 60% de la población a solo un quinto, pero el 80% del total de esa reducción se explica por el impulso privado. ¿Se explicaría entonces el nuevo Perú sin el nuevo empresariado? De ninguna manera.

Ahora bien, la corrupción se ha convertido en una endemia en el país, y muchas veces algunos empresarios se sumergen en el fango, tal como en ocasiones sucede con políticos, periodistas y militares. El gran problema aquí es determinar las causas de la corrupción y evitar los chivos expiatorios o caer en las estrategias de propaganda de la izquierda. ¿Cuál es el origen del mal, entonces?

A entender de este portal, en la última década el Estado peruano se ha convertido en uno de los más sobrerregulados de la región, pese a los innumerables TLC que ha firmado. En el papel somos una de las economías más abiertas de América Latina, pero en la práctica estamos ahogados por el procedimiento y la tramitología. A la sombra de esta agobiante sobrerregulación ha surgido una burocracia empoderada, con una discrecionalidad premoderna y predemocrática. Cada burócrata es una especie de aduana, y de pronto en el Estado empiezan a proliferar mafias y sistemas de corrupción. El mal afecta al gobierno nacional y las administraciones subnacionales. Nadie se salva. El origen de la corrupción, entonces, está en la sobrerregulación estatal.

Cuando la administración PPK lanza fuegos artificiales anunciando incrementos de penas para funcionarios públicos y sectores privados, en realidad, no está apuntando a soluciones, porque semejantes medidas solo sirven para mantener la popularidad semanal, hasta que un nuevo audio o destape de otro Moreno conecte cables con la realidad.

Nadie pretende pasar por agua tibia al sector privado. Pero es importante un diagnóstico correcto para evitar la propaganda antiempresarial de la izquierda. Si se reforma el Estado, si en los procedimientos y trámites estatales se empodera a la sociedad y al ciudadano, no solo la organización estatal volverá a funcionar aceptablemente sino que se arrinconará como nunca a la corrupción. Finalmente, los verdaderos defensores del mercado saben que no hay libertad económica sin Estado, que no hay mercado sin imperio de la ley.

 
  • 03 de noviembre del 2016

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