Editorial Política

Señora Keiko, ¿me quiere vacar? De ninguna manera, señor presidente

Señora Keiko, ¿me quiere vacar? De ninguna manera, señor presidente
  • 19 de diciembre del 2016

Sin concertación entre pepekausas y fujimoristas el país se bloquea

El objetivo principal,  imprescindible e  impostergable de la cumbre entre PPK y Keiko Fujimori debe ser restablecer la confianza entres dos actores fundamentales de nuestra democracia. No hay otra manera de gobernar entre un Ejecutivo que representa a la tercera bancada del Congreso y la mayoría absoluta del Legislativo. Cualquier encono o desconfianza acumulada durante la segunda vuelta electoral y los primeros seis meses de gobierno deben convertirse en una página volteada, como corresponde a la conducta de los protagonistas de una democracia.  

A nuestro entender el jefe de Estado debe empezar la junta con una pregunta directa: “Señora Keiko Fujimori, ¿Fuerza Popular quiere la vacancia presidencial?”. Quienes hacemos periodismo con la mejor buena voluntad, intuimos la respuesta: “De ninguna manera, señor presidente”. ¿Por qué esa interrogante y esa respuesta son vitales para la democracia? Porque los candidatos a rasputines —que suelen existir en administraciones con escasa institucionalidad partidaria, como la administración PPK— siempre están al acecho del poder. Y, a nuestro entender, el hecho que ha desencadenado la interpelación y la censura (a diferencia del criterio de la mayoría mediática) es la idea delirante de que Fuerza Popular pretende la vacancia presidencial para adelantar las elecciones. El hecho de que el jefe de Estado asumiera la tesis de la cuestión de confianza como posibilidad desencadenó la censura y evitó una salida política al conflicto.

Mirar  fijamente a los ojos del interlocutor y formular preguntas directas es el método de las cumbres políticas, en donde los líderes evitan guerras, construyen democracias y ponen por delante el futuro de sus sociedades. Así sucedió en los mejores momentos de la historia de la democracia y así seguirá aconteciendo. De allí la enorme trascendencia de la iniciativa del cardenal Juan Luis Cipriani de convocar a los dos principales líderes del país. Superada la desconfianza, el mundo ancho y ajeno de la política se vuelve una enorme posibilidad.

Si entre los demócratas no hubiese un cierto nivel de amnesia ante los agravios del pasado nunca habría existido la democracia; nunca habría surgido Estados Unidos, la República por excelencia del planeta, que superó su fratricida Guerra de Secesión; ni la Unión Europea, cuyos países integrantes desencadenaron océanos de sangre y embutieron los cementerios con cadáveres con dos guerras mundiales. ¿Por qué extraña razón, entonces, los peruanos no podemos superar el faccionalismo, que caracteriza nuestra historia republicana, y poner por delante a la primera República —realmente nacional e inclusiva— que hemos construido?

Cualquier observador extranjero que conociera los planes de gobierno de Peruanos por el Kambio y de Fuerza Popular no lograría entender los niveles de polarización que, por  momentos, alcanzan las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo, y que tuvieron su cenit en la censura del ex ministro de Educación Jaime Saavedra. No hay racionalidad alguna, se sostiene.

A estas alturas, para todos queda absolutamente claro que un fracaso de la administración PPK, inevitablemente, reducirá las posibilidades para el fujimorismo en el 2021, mientras se organizan las cosas a favor del antisistema. De allí que los ganadores de un enfrentamiento entre pepekausas y fujimoristas siempre serán Verónika Mendoza, Gregorio Santos, Antauro Humala o cualquier fórmula que plantee acabar con “un cuarto de siglo de neoliberalismo económico”.

El Perú está en el mejor momento de su historia republicana. Una República realmente republicana —no una aristocrática ni de notables— que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones y que ha arrinconado la pobreza solo un quinto de la población. Sin embargo esta sociedad de clases medias que se empieza a configurar lleva implícita la respuesta del antisistema. El avance del capitalismo genera la respuesta inevitable del anticapitalismo, tal como ha sucedido en la historia universal.

La única de manera de avanzar, de arañar el desarrollo, es implementando las reformas de segunda generación (instituciones, infraestructura, educación y salud) que nos permitan seguir creciendo a tasas altas y continuar reduciendo pobreza. Avanzar en esa ruta es imposible sin una convergencia entre pepekausas y fujimoristas. Señor PPK y señora Keiko Fujimori, ustedes tienen la palabra.

  • 19 de diciembre del 2016

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