Referéndum va, pero la democracia está bloqueada

Finalmente, el Congreso aprobó los cuatro proyectos de ley sobre las reformas judicial y política planteadas por el Ejecutivo y, con aplausos y rechazos, a fines de este año se realizará la consulta popular sobre esas reformas. Seguramente los extremismos señalarán que los proyectos planteados han sido desnaturalizados, pero es evidente que existen reformas trascendentes, como la creación de la Junta Nacional de Justicia —que reemplaza al CNM— y la organización de un Parlamento sobre la base del sistema bicameral.

Sin embargo, la manera como se procesaron las reformas nos indica que los problemas están sobre la mesa y deben ser resueltos a costa de agravarse. El presidente Vizcarra y el Ejecutivo hoy aparecen como los ganadores en la coyuntura, respaldados por las encuestas y una unanimidad mediática que, por momentos, parece alentar soluciones excepcionales. Por su lado, el Congreso y la mayoría legislativa aparecen retrocediendo y como los grandes perdedores. ¿Alguien puede imaginar que este tipo de relaciones se pueden mantener hacia el 2021? Es evidente que no. Si no hay un cambio en las relaciones Ejecutivo y Legislativo es incuestionable que la democracia peruana avanzará otra vez a la disyuntiva cierre del Congreso o vacancia presidencial, dependiendo de cómo evolucionen las encuestas. O quizá, finalmente, el escenario del adelanto general de elecciones.

Si a esto le agregamos que la polarización Ejecutivo-Legislativo también es adelantada y promovida por una coalición mediática que —luego de la aprobación de la Ley Mulder, que prohíbe a rajatabla la publicidad estatal en los medios privados— desarrolla acciones políticas abiertas en contra del Legislativo, es evidente que, en cualquier momento, puede presentarse una situación favorable para una salida excepcional para la democracia.

Por todas estas consideraciones, lo repetiremos una y otra vez: la única manera de enfrentar esta turbulencia política y poner por delante la salud de la República y las instituciones es que se produzca un entendimiento entre el Ejecutivo y el Legislativo, entre el jefe de Estado y la mayoría legislativa. Y las condiciones, ahora más que antes, están dadas, sobre todo porque en la coyuntura se ha establecido un ganador: el presidente Vizcarra. Y, generalmente, son los líderes con respaldo político los que logran forzar los términos de una convergencia.

Si no se crean estos espacios de entendimiento, no solo el futuro de la democracia se convertirá en una interrogante, sino que tendremos que empezar a hablar de otro quinquenio perdido, porque ni el Ejecutivo ni el Legislativo podrán emprender las reformas económicas y sociales que el Perú demanda con urgencia: desde la reforma del sistema laboral, pasando por las transformaciones de los sistemas educativos y de salud, hasta la solución de los déficits de infraestructura acumulados.

Sin geografías de convergencias, el Ejecutivo y el presidente Vizcarra arriesgarán el triunfo logrado en la presente coyuntura. ¿Por qué? Con una especie de guerra fría en curso, la oposición estará tentada de apretar el acelerador de la fiscalización por los retrasos en la reconstrucción del norte, la creciente ola de inseguridad ciudadana, el crecimiento de la anemia y todos los problemas postergados de la gobernabilidad. En este contexto, por más unanimidad mediática a favor, el Gobierno comenzará a caer en las encuestas. Ante esta situación la tentación de seguir chocando con el Congreso impulsará al Ejecutivo a forzar una salida constitucional, en una especie de profecía autocumplida.

Por todas estas consideraciones avanzar hacia el referéndum sin solución política a la vista es como considerar que solo basta el triunfo en una batalla para conjurar todas las guerras. En cualquier caso, que Dios ilumine a las autoridades.