Los urgentes desafíos del Congreso

Fuerza Popular acaba de ganar la elección de la Mesa Directiva del Congreso de una manera tan holgada que sorprendió a tirios y troyanos: 69 contra 56 votos. Si bien Víctor Andrés García Belaunde, representante de una estirpe de políticos ilustrados en franca extinción, perdió la elección —no obstante que pudo desarrollar una buena gestión—, hoy el análisis debe concentrarse en los desafíos que debe enfrentar la nueva Mesa Directiva, que preside Daniel Salaverry.

Quizá uno de los primeros retos de la nueva conducción del Congreso sea dejar en claro que las convergencias, los diálogos y los acercamientos pasan a ser la nota distintiva de este nuevo periodo legislativo, superando los dos años de enfrentamiento Ejecutivo-Legislativo durante la administración pepekausa. Y no vaya a creerse que la voluntad pro convergencias proviene del miedo al cierre del Congreso y el adelanto electoral —como suelen decir algunos medios y pronosticar algunas encuestas por encargo—, sino porque es la única manera de que la democracia permanezca y se recupere la aprobación ciudadana de las instituciones. Es más, es el único camino que le resta a la mayoría legislativa para reencontrarse con sus electores. Diálogo, convergencias y gestión plural parecen ser la síntesis perfecta.

De otro lado otro, si bien la gestión de Luis Galarreta en el Congreso tiene el activo de haber procesado la peor crisis del sistema democrático de los últimos 18 años (la renuncia de PPK) con las instituciones y los procedimientos establecidos en la Carta Política, es evidente que el Congreso todavía no ha liderado una reforma significativa para la democracia. Hoy eso no puede proseguir. Luego de la difusión de los audios que revelan un execrable tráfico de influencias entre algunos magistrados, la reforma del sistema de justicia es una urgencia, como se dice, para ayer. En este contexto, el Legislativo debería ser capaz de converger con el Ejecutivo, el Poder Judicial y el Ministerio Público en la imperiosa necesidad de reformar las instituciones. Todo parece indicar que las cosas avanzan en ese sentido en medio de la indignación ciudadana.

Sin embargo, las reformas urgentes que necesita el país no solo están en los asuntos de la justicia, sino también en la discusión acerca de si debe crear una segunda cámara en el Congreso, los ajustes al sistema electoral, y algunas modificaciones urgentes del proceso de regionalización actual. Si bien las instituciones políticas están en urgencias, algo parecido sucede con las sociales y económicas. Por ejemplo, ¿cómo se está desarrollando la reforma de la educación? ¿Existe? La izquierda y las ONG pretenden que la reforma se circunscriba a la dictadura curricular de las cuestiones de género, relativizando la lucha por la meritocracia en la escuela pública. Igualmente nadie puede negar que la reforma del sistema de salud es otra urgencia en la mesa.

De otro lado, la actual Mesa Directiva tiene la oportunidad de superar la envilecedora polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, desarrollando reformas procapitalistas que se enfrenten a las resistencias del antisistema. El impulso de una reforma laboral y la conversión de la vigencia temporal en permanente de la Ley de Promoción Agraria podrían desatar un saludable y constructivo debate con los agrupamientos ideológicos que encabeza el diario La República. La democracia y el espacio público ganarían en demasía y, sobre todo, se afirmarían los activos políticos, económicos y sociales conseguidos en los últimos 25 años.

Como se aprecia con absoluta claridad, las claves de una gestión diferente en el Congreso quizá residan en el diálogo y el liderazgo de las reformas. Si la agenda se organiza con esos criterios no habrá estrategia putchista o táctica de adelanto electoral que valga. Veremos.