Editorial Política

Los peligros de crecer sin Estado

Los peligros de crecer sin Estado
  • 19 de abril del 2016

Los ciudadanos demandan un nuevo orden estatal

Es indudable que los resultados electorales del pasado 10 de abril expresan un explícito respaldo al modelo económico que, en base a la inversión privada, ha arrinconado la pobreza hasta solo un quinto de la población —una cifra histórica desde la fundación republicana— y que ha engrosado a las clases medias emergentes. El 70% de los electores ha votado en ese sentido.

Pero también es verdad que un sector muy importante del país sigue protestando en contra de la ineficiencia y el abandono estatal. El voto del sur y de la región cajamarquina son claros indicadores de esta situación. A nuestro entender —ya lo hemos sostenido— semejante votación, antes que una identidad de izquierda, revela la existencia de dos países que, de una u otra forma, ya han colisionado en las elecciones de 2006, 2011 y las actuales, de 2016.

¿Qué significa dos países? El crecimiento económico de los últimos 25 años es sinónimo de crecimiento y reducción de la pobreza. Nadie en su sano juicio puede sostener que el Perú se ha empobrecido, cuando el PBI se ha multiplicado por tres desde 1990. En todas partes se ha reducido la pobreza y han aumentado las clases medias. Pero la reducción de la pobreza en el Perú ha tenido velocidades muy diferentes: en Lima y en el norte se ha hecho a velocidad de crucero; y en el sur, la sierra y la selva, con extrema lentitud.

Existen departamentos del sur con altas tasas de crecimiento, pero con una extremada diferenciación social. Y allí está la clave: el crecimiento ha desatado una increíble diferencia social en distritos y regiones con velocidades diferentes en la reducción de la pobreza. ¿Cuál es la explicación? La ausencia de un Estado nacional

La evidente conclusión es que el crecimiento sin un Estado nacional, en la práctica, produce dos países que colisionan en las elecciones nacionales. Si los demócratas y los defensores de las libertades políticas y económicas no llevan el estado a los Andes y llanuras de la selva, tarde o temprano aparecerá un Gregorio Santos o un Antauro Humala. Y es que la lógica del capitalismo y del crecimiento económico siempre desatará la respuesta anticapitalista, que puede asumir ropaje marxista, bolivariano, nacionalista, ecologista radical o integrista religioso.

Es hora, pues, de proponernos la construcción de un Estado nacional para preservar la democracia y la economía de mercado. No hay otra. La izquierda local es la punta de lanza del anticapitalismo y, ante la ausencia de un Estado nacional, suelen resucitar las momias del proteccionismo y el Estado empresario, las dos claves para derrumbar cualquier economía y todas las democracias. Revisar la historia ante las dudas.

Pero, ¿qué significa avizorar un Estado nacional? En primer lugar, revisar la regionalización que, en vez de conectar al Estado con los Andes y la selva, se ha convertido en la fuente de todas las iras provincianas. El fracaso de las regiones convierte al Estado en la piñata de la protesta social, y además bloquea la posibilidad de llegar a las comunidades de las alturas. En segundo lugar, la reforma del Estado debe concebirse como un proceso de abajo hacia arriba, en el que los procedimientos y las regulaciones solo sirvan a los ciudadanos y a la sociedad, y no a los burócratas.

En tercer lugar, el Estado debe asumir una máxima para reformar servicios como educación y salud: se subsidia a los más pobres y pagan los que pueden pagar, de acuerdo a sus posibilidades. Y, finalmente, la idea de un Estado nacional implicar ahogar el desborde social de la criminalidad con la movilización de la sociedad de abajo hacia arriba, con la coordinación del Gobierno central y de las administraciones subnacionales en la organización de la seguridad ciudadana.

No dejemos para mañana lo que debemos hacer hoy. Podría ser muy tarde para la libertad.

 
  • 19 de abril del 2016

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