Editorial Política

La raíz marxista del ecologismo radical

La raíz marxista del ecologismo radical
  • 14 de julio del 2014

¿Qué razones motivan ataques constantes a inversión privada  extractiva?

En este Portal nos formulamos diversas preguntas para tratar de entender la naturaleza de los movimientos ecologistas radicales. ¿Por qué atacan a las empresas que invierten en recursos naturales y guardan silencio frente a la acumulación de basura en el país, el mayor desastre ecológico nacional? ¿Por qué no dicen nada frente al envenenamiento de nuestros ríos por los desagües y gritan con estridencia frente a las empresas mineras que solo usan el 1% del agua disponible y que luego la reciclan?

Aquí hemos ensayado una respuesta: el objetivo principal de los ecologistas radicales no es preservar el medio ambiente sino el cambio de modelo económico. Apuntan allí en la medida que la inversión en minería, petróleo, gas y energía representa una de las columnas vertebrales del crecimiento económico y la reducción de la pobreza. No se quiere cuidar nuestros ríos y bosques sino derribar una de las columnas del modelo.

Si al respecto existiese alguna duda vale la pena revisar la página web Punto de vista internacional, el sitio web de la IV Internacional Comunista, de origen trotskista, una de las corrientes más radicales del comunismo. En la resolución del XVI Congreso Mundial se dice lo siguiente: “El cambio climático actual capitalista no es el producto de la actividad humana en general sino que se da principalmente por el hecho de que el sistema capitalista, guiado por la ganancia y la sobreexplotación a corto plazo, construyó y sigue construyendo su desarrollo no sólo en la explotación de la fuerza de trabajo, sino también en el saqueo de los recursos naturales, especialmente las reservas finitas y no renovables de combustibles fósiles de bajo precio”.

Luego en la IV Internacional Comunista sostiene lo siguiente: Herencia envenenada de 200 años de desarrollo capitalista, el cambio climático constituye la manifestación más clara de la crisis global de un sistema cuyo potencial de destrucción social y ecológica está por encima de su capacidad de identificar las necesidades humanas y atenderlas”.

Como se aprecia, más claro no cantan los gallos. El silencio de los ecologistas radicales ante el envenenamiento de nuestros ríos, lagos y playas por desagües y basura, y sus gritos estridentes contra las mineras, ¿tiene que ver con estas influencias ideológicas?

En estas interpretaciones el capitalismo es el villano que ensucia el planeta y nos lleva a un desastre sin precedentes. La humanidad otra vez en peligro por la vil mercancía. Sin embargo, en el siglo XX  el mundo entero contempló cómo el socialismo se convertía en el mayor depredador ecológico del planeta. Todos vimos la tragedia nuclear de Chernóbil, en la ex Unión Soviética, como si fuese la última y la primera.

Sin embargo hubo otros desastres en el área de Ust Kamenogorsk y en la de Kyshtym. El mar de Aral, el cuarto lago del mundo, se convirtió en un charco de desechos, y diversos informes señalan que una quinta parte del territorio de la ex Unión Soviética está contaminado. Algo más del pasado: cuando se desplomó el Muro de Berlín, se constató que el 40% de la población de la ex República Democrática Alemana estaba envenenada por anhídrido sulfuroso y la tercera parte de las especies vivas estaban en peligro de extinción.

Muy por el contrario, en Occidente las amenazas ecológicas que desató la Revolución industrial fueron superadas con creces: hoy el aire de los países occidentales está entre los más limpios, los ríos que una vez fueron ríos muertos –como muchos en el Perú- ahora ven el regreso de salmones y otras especies, y la relación entre el Estado, las empresas y las comunidades se desarrolla en absoluta armonía con el medio ambiente. ¿Por qué? Porque en Occidente la democracia y el ejercicio de las libertades permitieron construir una relación armoniosa entre capitalismo y medio ambiente.

Algo parecido debería pasar en el Perú, porque aquí el mercado también se desarrolla junto a la democracia y las libertades. Sin embargo, en las campañas del ecologismo radical no se advierte esa voluntad. Demonizan a la gran empresa no obstante que ésta se somete por excelencia al escrutinio de la opinión pública nacional e internacional y, por lo tanto, se compromete a respetar estándares ambientales. Nos quieren sacar de la única fórmula con que podemos preservar el medio ambiente: democracia y mercado.

Si hay dudas, allí está el desastre provocado por los ecologistas radicales en Tambogrande. Ahuyentaron a la empresa minera Manhattan y, en vez de ella, miles de mineros informales hacen hoy minería arrojando mercurio que emponzoña el mango y el limón de la zona.

  • 14 de julio del 2014

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