Editorial Política

La pesada herencia velasquista

La pesada herencia velasquista
  • 03 de octubre del 2014

Y el papel de los demócratas cuando la sociedad demanda reformas urgentes

Este 3 de octubre se cumplen 36 años del golpe militar de Juan Velasco Alvarado que, a punta de bayonetas, estatizó la economía y tomó el control de los medios de comunicación, inaugurando una larga noche para el Perú. Se crearon cerca de 200 empresas estatales que abultaron la planilla de tal manera que solo generaron déficits fiscales, emisiones inorgánicas, y la correspondiente hiperinflación que empobreció a cerca del 60% de los peruanos. Sí, aunque estremezca: más de la mitad de los peruanos era considerado pobre.

En los ochenta, el estatismo heredado de Velasco fue incapaz de controlar la moneda y de preservar el monopolio de las armas frente al avance de la violencia terrorista. Los gobiernos democráticos de Fernando Belaunde primero y de Alan García después –si bien restablecieron las libertades- no se atrevieron a demoler el exacerbado estatismo y, al final de esa década, el Perú aparecía como una sociedad inviable ante el planeta entero.

En este contexto, a inicios de los noventa, el fujimorato demolió a combazos el modelo velasquista, pero la destrucción del estatismo se terminó tragando a la democracia. En la medida que el sistema democrático fue incapaz de reformar la economía y la sociedad, se impuso el autoritarismo pro mercado. De esta manera –para bien o para mal-, los procesos sociales más importantes del siglo XX no los protagonizaron la democracia ni sus partidos políticos, sino el velascato y el fujimorato, dos proyectos autoritarios con apellidos económicos contrapuestos.

Ahora bien, luego de tres décadas, ¿cuál es el balance frío del velasquismo? Es evidente que en cuanto a la economía y la sociedad representó una tragedia. Algunos sostienen que cuando el velasquismo abolió la sociedad oligárquica y sus privilegios estamentales nos salvó del triunfo de Sendero Luminoso en los ochenta y que, además, era la única opción sobre la mesa. Creemos que no es verdad.

Por ejemplo, cuando los países del Sudeste Asiático cancelaron sus sistemas oligárquicos entregaron derechos a sus ciudadanos. En esas sociedades la reforma agraria, antes que desarrollar sistemas soviéticos, crearon sociedades con millones de propietarios agrarios. Allí residió la base, el fundamento, del asombroso desarrollo de los Tigres del Asia que, en apenas dos décadas, alcanzaron logros económicos y sociales que a Occidente le demandó dos siglos. Evidentemente se conjuró la amenaza comunista en uno de los peores momentos de la Guerra Fría.

Una mirada panorámica de estos hechos nos deja varias enseñanzas. En primer lugar, el fracaso de las ideas estatistas y populistas. Quizá porque el régimen velasquista nos inmunizó contra la debacle el Perú se salvó del proyecto bolivariano, a diferencia de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Nosotros conocimos las escasez y las colas por arroz y leche, medicinas y combustibles durante varias décadas atrás.

Pero la lección fundamental tiene que ver con el papel de los demócratas con respecto a las reformas que reclamaba la sociedad. Antes de las autocracias velasquista y fujimorista, los demócratas se negaron a encabezar las reformas necesarias para viabilizar el país, y entonces la democracia y la libertad naufragaron.

Hoy que la democracia y la propia economía de mercado padecen de graves enfermedades; hoy que el Estado es absolutamente ineficiente, que la política y los políticos están desprestigiados, y que la economía se desacelera peligrosamente, todos reconocemos que necesitamos reformar el sistema de partidos políticos, destrabar las sobreregulaciones burocráticas que ahogan a la inversión, y liberalizar una absurda legislación laboral que solo fomenta informalidad. Y sin embargo, nuestros líderes no hacen nada. Recordemos siempre la mayor lección que nos dejó el autoritarismo: Cuando los demócratas no asumen su papel, la democracia siempre está en peligro.

(3 oct 2014)

  • 03 de octubre del 2014

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