Editorial Política

La palabra del mudo

La palabra del mudo
  • 05 de agosto del 2014

Poniendo en sus justos términos el debate sobre el silencio de Castañeda

La campaña electoral en Lima comienza a representar una paradoja en sí misma. Luis Castañeda Lossio, sin hacer campaña, sin decir nada y sin prometer nada, recibe la intención de voto del 53% de los electores capitalinos. La reelección de Susana Villarán a la comuna limeña merece menos de 10% en tanto que los demás candidatos forcejean para no caer en el anonimato. ¿Cómo entender que la no compaña o el simple silencio se conviertan en las mejores armas electorales?

En todo proceso electoral subnacional, sobre todo para la alcaldía de Lima, la gestión presente se transforma en un punto de referencia ineludible. La administración de Villarán, más allá de la justeza de la apreciación, es vista como ineficiente por la mayoría de electores capitalinos. Semejante criterio nace del hecho de que Villarán se le pasó los dos primeros años de su administración demonizando la obra de Castañeda y organizando batallas en todos los frentes posibles. Basta recordar, por ejemplo, que, hasta se trenzó con la propia iglesia Católica. Al tercer año de su mandato la alcaldesa de Lima y sus colaboradores aprendieron de la reprobación ciudadana y se lanzaron a gobernar, pero era muy tarde. Los limeños se habían formado una opinión difícil de modificar.

El tiro les salió por la culata y, en vez de destruir la imagen de Castañeda, se produjo una comparación, un contraste directo entre la administración de Villarán y la de Castañeda. El resultado es la actual intención de voto en Lima. Ante semejante realidad, el comando de campaña de Solidaridad parece haber optado por la estrategia del silencio, por la estrategia de la no compaña, porque existe la consciencia de que el lenguaje de las obras es, por lo menos por ahora, demasiado poderoso.

Ante el silencio de Castañeda, Villarán y los demás candidatos exigen que el puntero se pronuncie e invocan diversos tipos de argumentos, desde los éticos hasta la necesidad de esclarecer programas. Nadie puede negar que lo mejor para los electores es esclarecer las ideas, pero tampoco nadie puede negar que el principal objetivo de cualquier estrategia electoral es garantizar la victoria. Y hasta hoy el silencio es el arma más efectiva para el candidato de Solidaridad Nacional.

En la medida que la estrategia de campaña de Solidaridad Nacional no colisiona con una norma del sistema electoral es absolutamente legítima. ¿No haría lo mismo Villarán si estuviera en el lugar de Castañeda? Pues claro que sí. Debemos, entonces, poner el debate sobre el silencio en sus justos términos.

Sin embargo existe otro elemento que podría consolidar o modificar las tendencias actuales. Tiene que ver con la alta politización que siempre han caracterizado a las elecciones capitalinas. Tarde o temprano, la coalición de centro izquierda (Perú Posible, Ciudadanos por el Cambio, Partido Nacionalista), que encabeza Villarán, será identificada como una candidatura oficialista: parece la única manera de representar el voto no Castañeda de la capital. En ese momento, el líder de Solidaridad Nacional tendrá que pronunciarse en uno u otro sentido. Quizá lo haga señalando su independencia, pero con evidentes y directos guiños al voto opositor. En ese contexto, ¿cuál será la conducta del aprismo y del fujimorismo?

En todo caso, más allá de las especulaciones, una verdad maciza como una cordillera es que la estrategia del silencio la forjó la propia Villarán. La ingenuidad y la vehemencia con que intentó destruir la imagen de Castañeda en los dos primeros años se convirtieron en los mejores jefes de campaña del candidato de Solidaridad Nacional. Hoy parece demasiado tarde para revertir los resultados que producen los contrastes entre las administraciones de Villarán y Castañeda. Aunque, en política, todo puede suceder. Nadie puede cantar victoria antes de que termine el partido.

  • 05 de agosto del 2014

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