Editorial Política

La importancia de reducir pobreza en democracia

Ningunear el crecimiento es ningunear a la sociedad abierta

La importancia de reducir pobreza en democracia
  • 15 de mayo del 2017

Ningunear el crecimiento es ningunear a la sociedad abierta

El informe del Instituto Nacional de Estadística (INEI) acerca de que en el 2016 la pobreza apenas bajó algo más de un punto (de 21.8% a 20.7%), aparentemente es una noticia que afecta solo a un quinto de la población. De otro lado si recordamos que en el 2015 también solo se logró reducir en un punto la pobreza, de una u otra manera comenzamos a acostumbrarnos a una reducción casi insignificante de esta lacra social.

Del 2004 hasta la fecha se ha reducido la pobreza del 54% de la población a 20%. Por ello, es evidente que la lentificación de la reducción de este flagelo social es una de las peores amenazas a nuestra viabilidad como sociedad abierta. ¿Por qué? A este ritmo lograríamos eliminar la pobreza en veinte años, pese a que en los últimos trece años logramos bajar la pobreza en 34 puntos. La amenaza que representa la lentificación del ritmo de reducción de pobreza no es una frase que se suelta al viento; solo basta recordar que, en los años de reducción acelerada de pobreza, la democracia se consolidó a través de cuatro elecciones sucesivas y el Perú ratificó su modelo económico de economía abierta.

La consolidación de la democracia y la economía de mercado se produjeron no obstante el fracaso general de la élite política y de los partidos en la reforma del Estado. El hecho de que el acelerado ritmo de reducción de pobreza hoy ubique a un 13% de los pobres en el área urbana y a un 43% en el rural revela con absoluta claridad el fracaso del Estado en redistribuir la riqueza, pese a que las arcas fiscales se repletaron con los impuestos cobrados al sector privado en expansión.

De allí la enorme importancia de la discusión sobre la velocidad de reducción de la pobreza. Y si establecemos la relación directa entre crecimiento y reducción de pobreza las cosas se clarifican. El Perú adquirió un ritmo vertiginoso de eliminación de este flagelo social cuando crecía 6% por ciento en promedio anual; pero cuando la expansión económica se ralentizó, durante el pasado gobierno nacionalista, obviamente lo mismo sucedió con el ritmo de reducción de pobreza. Como ya informamos —en un editorial anterior—, el Instituto de Economía de la Cámara de Comercio de Lima ha señalado que el Perú necesita crecer por encima del 3.5% para crear empleo para los más de 250,000 jóvenes que se incorporan anualmente a la población económicamente activa. De lo contrario, el número de pobres aumenta inmediatamente; a menos que se expanda el gasto social, algo que no puede suceder con la actual caída de los ingresos tributarios.

Es hora, pues, de entender que las variables crecimiento y reducción de pobreza no solo son fundamentales para los pobres y excluidos, sino que tienen que ver con el futuro de la democracia y la economía libre. En otras palabras, tienen que ver con nuestro futuro como sociedad abierta. Al respecto la izquierda suele ningunear el crecimiento como un tema subordinado a las grandes discusiones sociales y políticas. Un grave error teórico, si es que estamos del lado de la defensa de la sociedad abierta. Una buena estratagema si sigilosamente defendemos las propuestas antisistema que han tentado el poder en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016.

Si los principales actores de esta democracia —el Ejecutivo y el Legislativo, el pepekausismo y el fujimorismo— y la élite política prodemocracia y promercado siguen desarrollando polarizaciones y guerras políticas —ignorando que la permanente crisis política envía terribles señales a los agentes económicos (allí está la preocupante caída de la inversión privada en los últimos tres años)—, tarde o temprano se organizará un escenario favorable para el antisistema: la ralentización del crecimiento y de la velocidad de reducción de pobreza desatan el pesimismo y empujan a las sociedades al abismo de la recesión. En ese contexto, el mensaje estatista y la propuesta antisistema aparecen viables, tal como sucedió en Venezuela y Argentina.

Es necesario entonces reaccionar con prontitud. Ningunear el crecimiento es ningunear a la sociedad abierta y la vigencia de la libertad.

 

Fotografia: Gestión

  • 15 de mayo del 2017

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