Editorial Política

La historia y la cumbre PPK - Keiko

La necesidad y la urgencia de un acuerdo Ejecutivo - Legislativo

La historia y la cumbre PPK - Keiko
  • 10 de julio del 2017

La necesidad y la urgencia de un acuerdo Ejecutivo - Legislativo

La reunión que se celebrará mañana martes en Palacio, entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori en Palacio, entre los dos líderes que disputaron la última segunda vuelta electoral, en realidad está rodeada de todas las posibilidades y trampas de las encrucijadas históricas a las que suelen arribar determinadas sociedades.

Si se pudiera resumir esta disyuntiva la cosa sería relativamente sencilla: o el Perú supera la trampa de ingresos medios que se avecina o, quizá como la mayoría de los países latinoamericanos, se resiste a desarrollar reformas de segunda generación, ralentiza el crecimiento, deja de reducir pobreza y comienza un nuevo ciclo populista. Allí reside la encrucijada histórica de la cumbre que se celebrará en Palacio.

Como alguna vez sucedió en Venezuela, Argentina y otras sociedades que sucumbieron ante el populismo, el Perú es una sociedad de ingresos medios que gracias a una primera generación de reformas logró crecer entre el 2004 y el 2012 por encima del 6%, arrinconar a la pobreza hasta el 20% de la población y expandir las clases medias como nunca en su historia.

Sin embargo ese crecimiento no puede continuar si es que no existe una segunda generación de reformas. En el Perú ya no se pueden seguir pagando salarios bajos, como en las sociedades pobres, pero tampoco se puede competir con las economías desarrolladas por la escasa complejidad de nuestra economía. En otras palabras, sin reformas de segunda generación, el Perú se desbarranca en la trampa de ingresos medios, que se caracteriza por la lentificación del crecimiento y la recesión.

Se han escrito ríos de palabras sobre el contenido de las reformas de segunda generación. El Perú necesita un nuevo entorno institucional y un sistema judicial predecible. Es decir, necesita un nuevo Estado y una nueva justicia. Quizá bastaría invertir la tradicional mirada —de arriba hacia abajo— de las reformas que se impulsan por otra de abajo hacia arriba para encontrar las claves de las transformaciones institucionales, desde el fin del estatismo sobrerregulador hasta la existencia de una judicatura proba, eficiente y ágil.

Nuestro país necesita también resolver las bases infraestructurales de la sociedad para que las instituciones funcionen y el mercado y los privados sigan creciendo. ¿Cómo se hace para superar los traumas del caso Lava Jato y continuar impulsando asociaciones público privadas y obras por impuestos? No hay mercado, no hay diversificación industrial, si es que el Perú no está conectado legal y materialmente.

También se ha sostenido hasta la saciedad que sin capital humano no habrá despegue social. Los retrasos en las reformas educativa y de salud, entonces, tienen que ser resueltos al margen del control de la izquierda que pretende apropiarse de estas banderas para desarrollar su estrategia de poder. Si a estos procesos le agregamos la urgente e imprescindible reforma laboral, todos podremos contemplar la luz al final del túnel.

Ninguno de estos objetivos serán posibles sin un acuerdo entre Ejecutivo y Legislativo, entre pepekausas y fujimoristas, porque el mandato de la elección nacional estableció que un Ejecutivo que representa a la tercera bancada del Congreso está obligado a entenderse con una mayoría legislativa absoluta de la oposición, tal como suele pasar en cualquier democracia.

Si bien es cierto que, a estas alturas, ya no es importante señalar las responsabilidades con respecto a la increíble polarización que se ha desatado durante la administración pepekausa —que supera largamente a los enfrentamientos durante el nacionalismo—, en este portal no nos cansaremos de señalar que el único sector del país que bloquea el acuerdo entre Ejecutivo y Legislativo es el extremismo antifujimorista. Un sector que, pese a no haber ganado una sola elección nacional, se ha dado maña para mantener su presencia en el Estado y mangonear una coalición mediática antifujimorista.

Casi todos ganaremos con el acuerdo que se puede empezar a gestar mañana (excepto el extremismo antifujimorista). Ganará el gobierno de Kuczynski porque logrará la gobernabilidad necesaria para desarrollar un gobierno exitoso, ganará el fujimorismo porque evitará que el Perú caiga en la trampa de ingresos medios y se organice el reino del populismo antisistema. También ganará el fujimorismo porque dejará de ser una fuerza reactiva y desarrollará su agenda de reformas en el Congreso. Pero sobre todo ganará la democracia peruana que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones, consolidando el mayor proceso inclusivo en términos políticos y económicos de nuestra historia.

  • 10 de julio del 2017

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