Editorial Política

La guerra ideológica en la educación

Intensas batallas alrededor de textos escolares

La guerra ideológica en la educación
  • 02 de julio del 2018

 

En los últimos días la izquierda —que suele reducir la reforma educativa y la educación libertaria a los temas de género— ha puesto el grito en el cielo porque en determinados textos escolares han aparecido referencias a la virginidad y la identidad sexual que responden a criterios religiosos.

En el acto, sectores liberales y del amplio espectro de la derecha respondieron mencionando una serie de referencias en textos escolares que revelan una abierta voluntad de la izquierda de reescribir la historia a su regalado gusto. Por ejemplo, si bien la señora Raida Cóndor Sáez, madre de una víctima del terror, puede tener muchos méritos y reconocimientos, ¿a quién se le ocurre colocar su biografía al lado de la de Miguel Grau? ¿Qué sucede? Por más méritos de Beatriz Merino, igualmente, ¿a quién se le ocurre ubicar su biografía enfrente de la Nicolás de Piérola, Alfonso Barrantes enfrente de Daniel Alcides Carrión, y equiparar las trayectorias intelectuales de  Carlos Iván Degregori y Alberto Flores Galindo, dos pensadores de izquierda, con la de los próceres y héroes en general? ¿Por qué se olvidaron, por ejemplo, de Hernando de Soto? Asimismo, ¿de dónde provienen los elogios a la Reforma Agraria velasquista, los juicios de valor sobre el fujimorato y la calificación de “neoliberal” a la economía de mercado?

¿Qué ha sucedido con la educación peruana y los mencionados textos en particular? A entender de este portal, desde el regreso de la democracia, 18 años a atrás, y durante las administraciones de Toledo, García, Humala y PPK, la izquierda ha desarrollado una intensa labor ideológica con el objeto de convertir a la escuela pública un espacio favorable a sus orientaciones. Ante esta situación los sectores religiosos que se oponen a las cuestiones de género tampoco han bajado la guardia, y allí están algunas referencias que la izquierda denuncia con gran hipocresía e ignorando que los textos escolares están plagados de inexactitudes izquierdistas. Pero, hacia dónde vamos si seguimos discutiendo las cosas en esos términos?

La escuela pública no puede homogeneizar lo que no es homogéneo en la sociedad. Por ejemplo, no puede incorporar los temas de género a la currícula, cuando la mayoría de la sociedad marcha en contra de esta inclusión. Tampoco puede calificar de “neoliberal” a la economía de mercado de los últimos 25 años, sobre todo cuando la Carta Política consagra las libertades económicas y cuando la propuestas antisistema no han ganado una sola elección nacional.

El intento de homogeneizar las diferencias de la sociedad a partir de la escuela pública proviene del manual comunista y fascista, que se proponía construir con el hombre nuevo, el hombre del futuro, la gran colmena del mañana. En una interesante entrevista en La República al educador Ricardo Cuenca se le pregunta si alrededor de este debate los padres o el Estado tienen más dominio sobre los niños. El educador rehúye la pregunta, pero deja entrever que el Estado tiene derecho a ejercer soberanía.

El Estado democrático tiene derecho a ejercer soberanía cuando aprueba una ley y busca implementarla (por ejemplo, la legislación sobre la unión civil). Pero, ¿qué tiene que ver con que se enseñe los temas de género en medio de un intenso debate nacional?

La obsesión de la izquierda por controlar la escuela pública no es novedad. En los sesenta comenzó a manejar las universidades a partir de los tercios estudiantiles y, precisamente, modificó las currículas a voluntad, incorporando los temas de materialismo histórico  y dialéctico, por ejemplo. Con esa estrategia llegó a controlar la Universidad de Huamanga, y Sendero Luminoso desató una guerra de maestros que ensangrentó a la nación en los ochenta.

Hoy la izquierda opta por una estrategia diferente. Acepta la institucionalidad democrática y, con los textos de Gramsci en la mano, considera que hay que construir un bloque ideológico, político y cultural, en el que la escuela pública se convierta en la columna vertebral.

La posición liberal, por el contrario, propone que la escuela no debe homogeneizar lo que no es homogéneo en la sociedad. Una excelente educación, de cara a la IV Revolución Industrial, nunca homogeneizará las diferencias. El resto es trampa izquierdista. En otras palabras, la sociedad siempre debe estar por encima de la voluntad del ogro filantrópico que busca imponer el texto escolar.

 

  • 02 de julio del 2018

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