Editorial Política

El Perú atascado en la trampa de ingreso medio

Clase política renuncia a segunda ola de reformas

El Perú atascado en la trampa de ingreso medio
  • 29 de junio del 2018

 

Desde una simple aproximación teórica, el Perú ya está entrampado en la temida trampa de ingresos medios que afecta a la mayoría de economías medianas del planeta. Quizá el mayor argumento a favor de semejante tesis es el hecho de que luego de crecer en más de 6% en promedio anual y de reducir pobreza en más de tres puntos por año, el Perú hoy crece por debajo del 3% y reduce pobreza en apenas un punto. E incluso en el 2017 llegó a aumentar este flagelo social. Es decir, la lentificación del crecimiento se convierte en normalidad.

Pero, ¿de qué se habla con el concepto de trampa de ingreso medio? Para simplificar las cosas, se podría sostener que las sociedades de ingreso bajo, luego de una primera generación de reformas (estabilidad fiscal, privatizaciones, desregulación de precios y libre comercio) logran crecer vertiginosamente y reducir pobreza. Ese es el caso del Perú que triplicó su PBI y redujo pobreza del 60% de la población a solo 20%. Con esos avances económicos y sociales los países de ingreso bajo se convierten en unos de ingreso medio.

En las sociedades de ingreso medio ya no se pueden seguir pagando salarios bajos, pero tampoco se puede competir con la complejidad de las economías desarrolladas. En esas circunstancias se vuelve urgente e impostergable una segunda ola de reformas que incremente la competitividad y la productividad de la economía. De lo contrario, el crecimiento se ralentiza, se empieza a extinguir el bienestar conseguido y los ciudadanos que dejaron de ser pobres —gracias a la primera ola de reformas— se vuelven contra el modelo. Algo parecido, por ejemplo, sucedió en Venezuela con el chavismo y en Argentina con el kirchnerismo.

En el Perú el sistema político, el Ejecutivo y el Legislativo, parecen haber renunciado a esa segunda ola de reformas. En los últimos 25 años se solía decir que la mala política no afectaba a la economía, que avanzaba sola. Eso ya no es posible. El motivo: la primera ola de reformas de los noventa ya no es suficiente para crecer a tasas altas y seguir reduciendo pobreza como antes. Allí están los resultados.

En el Ejecutivo y el Legislativo se parece creer que la reforma laboral se puede patear hacia el 2021 para no producir olas electorales, no obstante que el Perú tiene una de las diez legislaciones laborales más sobrerreguladas del planeta. Las dudas en ampliar la vigencia de la Ley de Promoción Agraria y el hecho de haber nombrado un ministro de Trabajo anti inversión revelan la gravedad de la indiferencia.

La reforma educativa avanza con demasiada lentitud y la izquierda pretende hacernos creer que la reforma solo es debatir las cuestiones de género. En cuanto a la reforma de salud, prácticamente, no se conoce nada, mientras la titular del sector se ocupa de los octógonos anti industriales para el etiquetado de alimentos y los niños mueren por el friaje, y la anemia sigue afectando a la mitad de los niños peruanos.

En cuanto al déficit de infraestructuras, los proyectos de asociaciones público privadas y obras por impuestos se atracan en los ministerios, pese a los avances normativos en el tema y los esfuerzos de Proinversión. Mientras tanto, continúa la judicialización del sector construcción, que se desató con el caso Lava Jato. En cuanto a la reforma electoral y la transformación del sistema de justicia, no se oye nada, padre.

¿A qué vamos? El Perú empieza a renunciar abiertamente a desarrollar una segunda ola de reformas en el tema laboral e institucional, en las reformas educativa y de salud, y en resolver los problemas acumulados de infraestructuras. Es decir, renuncia a seguir teniendo competitividad y productividad en la economía.

El 2021 entonces puede presentar un escenario absolutamente complicado para quienes defienden la vigencia del modelo económico y la inversión privada. Un país de ingreso medio que renuncia a continuar reformando la economía, generalmente no se estanca, sino que retrocede. Venezuela, Argentina y un México con Manuel López Obrador de presidente pueden ser ejemplos paradigmáticos de que la trampa de ingreso medio solo produce involución. Estamos advertidos.

 

  • 29 de junio del 2018

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