Editorial Política

¿El nacimiento de una República?

Reflexiones sobre la acuciante coyuntura

¿El nacimiento de una República?
  • 11 de octubre del 2018

 

En las tradiciones intelectuales anglosajonas se suele emplear el concepto de The birth of a nation para referirse al momento en que las sociedades logran constituirse como naciones o repúblicas. Por ejemplo, en Estados Unidos se ubica ese momento en la independencia de la corona británica; y mucho antes, en el caso de Inglaterra cuando esta sociedad se convirtió en Commonwealth of England, luego de decapitar al rey por haberse atrevido a cerrar el Parlamento. Y las conclusiones son relativamente simples: un país se convierte en República cuando todos sus ciudadanos son iguales ante la ley, al margen de noblezas y poderes económicos.

¿A qué viene esta extraña introducción? ¿Se puede hablar de una República en el Perú? La República en el Perú avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones sin un sistema de partidos que organice el debate y los alineamientos de los espacios públicos. Luego de la caída del fujimorato, el territorio de lo público fue llenado por la polarización fujimorismo versus antifujimorismo que, de una u otra manera, jaloneó la política y tensó las instituciones. Bajo esta cruenta polaridad fueron elegidos Toledo, Humala y PPK, por ejemplo. Sin embargo, luego de las elecciones nacionales del 2016 todo, como se dice, se desmadró, desencadenando la renuncia del presidente Kuczynski y una confrontación Ejecutivo-Legislativo sin precedentes.

Hoy la polarización avanza envuelta en medio de una feroz judicialización de la política por el llamado caso Lava Jato, que afecta casi a toda la dirigencia política (PPK, Humala, García, Vizcarra) y que ayer determinó la detención de Keiko Fujimori y 20 dirigentes de Fuerza Popular. En este contexto, un sector del país integrado por sectores vinculados al caso Lava Jato, ciertos dueños de medios de comunicación, conocidas ONG de izquierda y los llamados sectores caviares (marxistas sin partido) desarrollaron una de las campañas más feroces e injustas contra el Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry. Hubo de todo, hasta las conocidas encuestas de Ipsos y GFK preguntando por la “legitimidad” del Fiscal. Todas las imputaciones eran parte de mitos y leyendas organizadas por este sector, que buscaba remover al magistrado no obstante que Chávarry había desarrollado una trayectoria impecable de cuatro décadas en el Ministerio Público.

Hasta el presidente Vizcarra se sumó a la ofensiva exigiendo la renuncia de Chávarry en esta especie de guerra del fin del mundo en contra del Fiscal. Poco a poco las cosas comenzaron a quedar en evidencia: un sector del país pretendía tener un fiscal a su propia medida. Sin embargo, ayer el Congreso, luego de un debate intenso —televisado por el canal institucional del Congreso—, decidió archivar el caso contra el Fiscal de la Nación.

En el preciso momento en que diversas especulaciones señalan que el presidente Martín Vizcarra tiene una estrategia definida para cerrar el Congreso, ayer el Legislativo decidió asumir sus fueros y archivó las denuncias infundadas contra Chávarry. En otras palabras, optó por no entregar la cabeza del Ministerio Público a las demandas de un Ejecutivo que, favorecido coyunturalmente por las encuestas, comienza a interferir en la actividad de las instituciones. ¿Qué se puede leer detrás de esta decisión? Que las instituciones están apostando —valga la redundancia— por la autonomía de las instituciones y los contrapesos del poder. Una decisión contraria habría significado una peligrosa concentración de poder en el Gobierno.

De alguna manera, la guerra contra el Fiscal de la Nación tiene que ver con la posibilidad de que todos seamos iguales ante la ley; es decir, la posibilidad de la emergencia de una República. Hasta hoy la justicia solo parece inclinarse por investigaciones y sanciones selectivas: anulación del indulto de Alberto Fujimori y detención de Keiko, su hija. Y también prisión preventiva de Humala. Si la justicia solo actúa sobre un ex presidente de origen japonés u otro de raíces andinas, mientras deja a los miembros de las élites fuera del largo brazo de la ley, entonces el Perú todavía no nace como República.

Quizá entonces la permanencia de Chávarry represente una buena noticia para el futuro republicano. Finalmente, el Perú solo necesita una institución que funcione de verdad para que comience a imponer su lógica a las demás.

 

  • 11 de octubre del 2018

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