Editorial Política

Apuntes sobre Lima

Apuntes sobre Lima
  • 16 de septiembre del 2014

¿Es legítimo, tiene sustento, el supuesto dilema de elegir entre decentes y corruptos?

En la última encuesta de Ipsos Perú-El Comercio, Luis Castañeda se consolida en las preferencias limeñas. Con el 53% de intención de voto, le saca más de 40 puntos a la segunda, Susana Villarán (10%), y al tercero, Salvador Heresi (8%). Los especialistas señalan que, a menos que se produzca un cataclismo electoral, los comicios metropolitanos del próximo 5 de octubre ya estarían definidos.

Sin embargo, algunos han lanzado tanto humo tóxico repitiendo aseveraciones tales como “roba pero hace obra” o “se impone la cultura combi sobre la formalidad”, entre otras, que vale preguntarse si existe una racionalidad en la avalancha a favor del líder de Solidaridad Nacional.

Los sectores que defienden a Villarán sostienen que las tendencias electorales revelan que a la gente “no le interesa la decencia con tal de que se hagan obras”. Si esto fuese cierto, entonces, los cerca de 4 millones de electores que piensan votar por Castañeda se harían de la vista gorda ante la corrupción. Semejante conclusión es temeraria y considera que en los sectores C, D y E -en los que se ha levantado el muro castañedista- no hay racionalidad de ciudad ni de comunidad política.

Sin embargo existe otra interpretación más sencilla: la estrategia de polarizar entre “decentes y corruptos”, aplicada por el comando villaranista, simplemente no funciona. El tema Comunicore venía de dos elecciones pasadas y el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional ya habían establecido que Castañeda no tiene que ver con el asunto. Además, las denuncias en la Caja Metropolitana de Lima, las evidencias del caso Ecoteva, y las contrataciones cuestionadas en la comuna limeña, convierten a Villarán en una mortal más de la política profana. ¿Cómo iba a funcionar esa estrategia?

Muy por el contrario, la mayoría de Lima parece optar por el dilema eficiencia versus ineficiencia. Ante este argumento, sobre la marcha, se sostiene que los sectores C, D y E no valoran la formalización del transporte y apoyan las desgracias de la cultura combi. Quien plantea semejante aproximación no conoce el camino al Gólgota que se padece con el transporte en los conos de Lima, quizá solo conozca los atolladeros en las arterias mesocráticas de la ciudad, paraísos en comparación con los infiernos en los sectores populares. ¿Alguien cree que los votantes de los sectores C, D y E van a respaldar  a una de sus peores pesadillas metropolitanas? Es demasiado frívolo.

No obstante existe otra interpretación: aquí tampoco la mayoría de electores de Lima parece haberse comprado el argumento del comando villanarista. Si bien es verdad que, en la encuesta de Ipsos, el 68% desaprueba el Corredor Azul, la mayoría de los encuestados reconoce que ese proyecto permitirá ordenar más el transporte, reducir los accidentes de tránsito, ahorrar tiempo y mitigar la contaminación ambiental. Es decir, se desaprueba la improvisación que no consideró las rutas alimentadoras acrecentando así la pesadilla del transporte en la ciudad. Se tiene las cosas claras sobre la necesidad de formalizar el transporte. Algo más: la polarización villaranista entre formalizadores y cultura combi tampoco funciona, porque el Metropolitano, uno de los emblemas castañedistas, es el primer gran proyecto de formalización del transporte de la Lima moderna.

En síntesis, es evidente que los ánimos están caldeados, y los argumentos en campaña, antes que razones, son herramientas de propaganda. Ojalá que la polarización culmine con las elecciones, este 5 de octubre. En política no hay que encontrar los yerros en el rival sino en nuestras propias acciones. La única explicación de tsunami Castañeda es la propia gestión de Villarán. En sus dos primeros años demonizó la gestión de Solidaridad Nacional y la gente comparó la gestión actual con la anterior. Eso es todo. Castañeda ni siquiera necesita hablar porque Susana le hizo toda la campaña.

  • 16 de septiembre del 2014

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