Editorial Política

¡A recuperar la cordura!

¡A recuperar la cordura!
  • 12 de diciembre del 2016

El Ejecutivo y el Legislativo deben superar impasse

De pronto algunos sectores peruanos han comenzado a hablar de la posibilidad de una cuestión de confianza ante la eventualidad de que el Legislativo censure al ministro de Educación, Jaime Saavedra, por una supuesta responsabilidad política en casos de corrupción de su sector. De la moción de confianza —que derribaría al Gabinete Zavala, el mejor que pudo organizar la administración PPK— se pasa a la propuesta de disolución del Congreso y la convocatoria de nuevas elecciones. Enseguida viene la respuesta de la orilla contraria: que se convoquen a nuevas elecciones para que el fujimorismo vuelva a ganar, ratificar la mayoría la actual mayoría legislativa y proceder a vacar la Presidencia de la República. La irracionalidad desatada por la permanencia de un ministro. ¿Existe alguna cordura en semejante situación?

De súbito la democracia que ha consolidado cuatro elecciones sin interrupciones y avanza hacia la quinta, que ha arrinconado la pobreza como nunca en nuestra historia, que ha configurado una sociedad de clases medias con la mejor experiencia republicana de inclusión gracias a la economía de mercado, se pone al borde del abismo por la permanencia de un ministro. No existe lógica alguna ni razón valedera.

Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación? A entender de este portal —a diferencia de la uniformidad mediática que hoy contemplamos— la principal responsabilidad está en el Ejecutivo. Hasta antes de la interpelación a Saavedra no hubo nada que indicara obstruccionismo de parte de la mayoría legislativa fujimorista. Se aprobó un voto de confianza casi por unanimidad para el Gabinete Zavala, se concedió al Ejecutivo todas las materias en facultades para legislar, el Ejecutivo y el Legislativo aprobaron de manera ejemplar el presupuesto y otras normas.

Sin embargo lo que sí hubo es una clara estrategia de veto en contra de la mayoría legislativa que, en algunos casos, obtuvo el beneplácito de la administración PPK. Esta estrategia de veto se expresó en los mejores momentos de colaboración entre ambos poderes y se radicalizó cuando se eligió al Defensor del Pueblo y a los integrantes del BCR, por ejemplo. ¿Cómo se expresaba la voluntad del radicalismo antifujimorista de excluir a la mayoría legislativa? Se negaba el derecho de la mayoría a elegir funcionarios según lo establecido por la Constitución y las leyes y, de acuerdo también, a las tradiciones políticas democráticas. La mayoría mediática lanzaba fuego y azufre contra el movimiento naranja cuando pretendía ejercer sus prerrogativas, se convocaba a marchas y se hablaba de una posible disolución del Congreso y, finalmente, alguien del Ejecutivo guiñaba el ojo al proceso.

Las cosas se desbordaron cuando el Jefe de Estado pretendió elevar el tono de la confrontación planteando la cuestión de confianza para el Gabinete ante la eventualidad de la censura.

La democracia se inventó para que los enemigos irreconciliables evitaran la guerra y participaran de una misma comunidad política. Es imposible construir una sociedad abierta pretendiendo excluir a un sector que representa a un tercio o a la mitad de los peruanos. La democracia se bloqueó en el siglo XX con el veto oligárquico al Apra y hoy empieza a suceder lo mismo con veto del radicalismo antifujimorista al movimiento naranja. ¿No nos damos cuenta de que la propuesta de disolución del Legislativo es una forma de golpismo? ¡Es hora de reaccionar!

Si consideramos que todos los observadores internacionales del planeta y de América Latina celebraban los resultados de la pasada elección porque en el Perú habían triunfado dos propuestas promercado, hoy la situación se vuelve absolutamente incomprensible. De alguna manera en la administración pepekausa empieza a imponerse el radicalismo antifujimorista, en tanto que en el fujimorismo empieza a primar la reacción instintiva de sobrevivencia, la decisión de no aceptar un veto político a menos que decida iniciar el camino de la disgregación.

Lo lamentable es que en esta situación el éxito se vuelve distante para la administración PPK y las posibilidades naranjas para el 2021 se reducen significativamente, tal como lo demuestra la reciente encuesta de IPSOS en que ambos pierden por igual. Un choque de poderes que derribaría al primer Gabinete de PPK, una posible disolución del Congreso y un resultado de suma cero para el pepekausismo y el fujimorismo parecen verdaderas locuras por la permanencia o no de un ministro.

  • 12 de diciembre del 2016

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