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Brasil: nuevo presidente, pero la crisis sigue igual

Brasil: nuevo presidente, pero la crisis sigue igual
  • 16 de mayo del 2016

Recesión económica brasileña seguirá hasta el 2017

Michel Temer asumió la presidencia interina de la República Federal de Brasil por 180 días, en medio de un caos económico y una crisis política sin parangón en su historia. Vale recordar que días atrás el senado brasileño aprobó el proceso de destitución o impeachment contra Dilma Rousseff. El veredicto del Senado indicó que Dilma fuese separada del cargo de presidente por 180 días, mientras duren las investigaciones de la Fiscalía Federal. Rousseff es acusada por la Fiscalía Federal brasileña de utilizar fondos públicos para su campaña de reelección y de encubrir los casos de corrupción cuando estuvo al frente de la empresa estatal Petrobras (el caso “Lava Jato”).

Ahora todas las luces se dirigen al nuevo presidente Michel Temer. Vale recordar que en las últimas semanas Temer, miembro del Partido Movimiento Democrático Brasilero (PMDB), había roto la alianza con Dilma, pasando a la oposición y agudizando más la crisis política. Rousseff acusó a Temer de maniobrar para sacarla del gobierno y lo calificó como traidor. Semejante remezón político sucede en un momento incierto para la economía brasileña. Con el cambio de presidente, de Dilma por Temer, la crisis económica y política persiste.

El nuevo presidente brasileño ha anunciado que el próximo gabinete ministerial tendrá dos grandes retos: sanear las cuentas fiscales y reducir la inflación de la debilitada economía brasileña. El panorama económico del país vecino es sombrío. Un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) señala que el PBI brasileño sufrirá una contracción de 0.9%. Otros estudios establecen que la inflación anual será de dos dígitos. El boletín Focus, del Banco Central de Brasil, estima que la recesión económica en el vecino país se prolongará hasta el año 2017, derrumbando las esperanzas de recuperación en el mediano plazo.

Han pasado trece años desde que el Partido de los Trabajadores llegó al poder. Primero con Lula Da Silva y luego con Rousseff. Durante su gobierno, Lula creó un inmenso estado benefactor y populista. Por ejemplo, solo un programa social —Hambre Cero— mantiene hoy a más de treinta millones de personas. Además, durante el gobierno de Lula se tejió una trama corrupta —caso Lava Jato— en la que están implicados políticos y empresarios, incluido el ex presidente.

Es la segunda vez en la historia política brasileña que destituyen a un presidente. En 1994 la cámara de senadores retiró del gobierno a Fernando Collor de Mello por estar inmerso en sospechas de corrupción. El gobierno de Dilma utilizó todos los recursos legales para impedir que el proceso de destitución sea asumido por la Cámara de Senadores. En su defensa el gobierno de Dilma, a través de la Abogacía General del Estado (AGE), solicitó a la Corte Suprema anular el juicio político, sin obtener resultado.

No se puede entender la actual crisis política y económica del gigante brasileño sin tener en cuenta la creación de un estado populista y clientelar. Así es como acaban todos los socialismos y populismos de viejo cuño, con grandes crisis políticas y llevando a la bancarrota a sus países.

 

  • 16 de mayo del 2016

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