Editorial Educación

¿Y la desregulación de la Sunedu?

Superintendencia de universidades es campeona en sobrerregulación

¿Y la desregulación de la Sunedu?
  • 19 de enero del 2017

Superintendencia de universidades es campeona en sobrerregulación

El gabinete Zavala ha lanzado un proceso de desregulación del Estado que es el más audaz que se conoce desde las reformas económicas de los noventa, que acabaron con el Estado empresario. Sin embargo la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) ha desarrollado procedimientos y trámites para el licenciamiento de universidades de varias décadas que no solo son realmente humillantes para quienes ejercen la docencia, sino que deberían convertirse en el monumento del nacionalismo humalista a la sobrerregulación.

Los actores de la universidad peruana con absoluta justicia podrían echar mano, por ejemplo, del nuevo Decreto Legislativo 1272, que establece que los procedimientos administrativos ante el Estado deben ser estandarizados; del Decreto Legislativo 1310, que permite eliminar un procedimiento que luego de tres años no han demostrado su utilidad; y del Decreto Legislativo 1256, que permite eliminar una barrera burocrática con una primera resolución de Indecopi.

¿Por qué sostenemos que la Sunedu es una de las entidades que lideraría un ranking de sobrerregulaciones? La Sunedu, en la práctica, considera que el licenciamiento de la universidad ante el Estado es mucho más importante que la acreditación (certificación de la calidad e idoneidad académica por un organismo independiente del Estado). De allí que exija a las universidades asociativas y privadas con varias décadas de existencia un nuevo licenciamiento. Los procesos de licenciamiento han paralizado las acreditaciones en curso, que son la clave para la calidad educativa.

En Estados Unidos, que tiene uno de los mejores sistemas universitarios del planeta, se obtiene el licenciamiento y la acreditación al mismo tiempo. Una universidad peruana que después de obtener el licenciamiento podría obtener las acreditaciones de las mejores acreditadoras del planeta. Sin embargo, luego de seis años estará obligada a tramitar nuevamente la licencia ante el burócrata de la Sunedu. El burócrata convertido en dios. En las mejores universidades del planeta no se renueva las licencias sino la acreditación, que es un proceso constante y en permanente evaluación.

No solo se trata de una licencia general para el claustro, sino que si la universidad decide abrir una nueva carrera, entonces, debe tramitarse una licencia específica. De esta manera las universidades se inmovilizan ante trámites que duran años. Pero allí no queda la cosa. Se debe demostrar que el nuevo programa está vinculado con las demandas laborales. Y otra vez los dioses de la Sunedu tienen la palabra.

Otra de las increíbles sobrerregulaciones de la Sunedu tienen que ver con el valor de los grados y títulos. Por ejemplo, una maestría de Harvard o de Cornell puede valer menos que una otorgada por la Universidad Garcilaso o la César Vallejo. ¿Cómo así? Las maestrías de universidades peruanas deben exigir 48 créditos, mientras que las de las mejores universidades estadounidenses, generalmente, permiten llevar 26 créditos. El mundo al revés para empoderar al burócrata.

Si el decano de una facultad está doctorado en Harvard debe renunciar y comenzar unos trámites interminables, de consulado en consulado, para acreditar su título. Igualmente cualquier grado o título que no se haya conseguido de manera presencial, sino mediante la educación a distancia, no sirve para ejercer la docencia universitaria en tiempos de la IV Revolución Industrial.

La manera cómo en el Perú se ha llegado a este estado de cosas merece una reflexión de todos. Un relato izquierdista que pretendía echarle las culpas del fracaso educativo del Estado al sector privado —cuya participación apenas tiene dos décadas— es el punto de partida de este singular empoderamiento del Estado y de la burocracia. Pero en el colmo del delirio, las sobrerregulaciones de la Sunedu, de alguna manera, han llevado a creer a algunos que el Estado puede liderar una reforma educativa, lo académico y la innovación, en momentos en que los huracanes innovadores de la IV Revolución Industrial provienen principalmente del sector privado.

  • 19 de enero del 2017

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