Editorial Educación

Políticas de tres gobiernos permiten avances en Pisa

Políticas de tres gobiernos permiten avances en Pisa
  • 07 de diciembre del 2016

Ya existe una política de Estado en educación

Se acaban de conocer los resultados de la prueba Pisa que evalúo a 72 países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y otras naciones que participaron de forma voluntaria. El Perú abandonó el último lugar que obtuvo en la prueba del 2012 y se ubicó en el puesto 64 de 70 países.

Según los criterios planteados por el gobierno, si se establecen comparaciones entre las pruebas del 2012 y el 2015, es evidente que el Perú es el cuarto país que más ha crecido en ciencias, el quinto que más ha mejorado en comprensión lectora y el sexto que más logros ha conseguido en matemáticas. Sin embargo nuestro país sigue siendo el último en América Latina, y en la lista global solo supera República Dominicana, a Kosovo, Argelia, Líbano y Túnez. No hay entonces mucho que celebrar, más allá de las mejoras.

No obstante los escasos logros, todos pretenden llevar agua para sus molinos. Por ejemplo, el ex presidente Humala se pronunció atribuyéndose la paternidad de cualquier avance, mientras que el actual titular de Educación, Jaime Saavedra, señala que la reforma empezó con su gestión. Bueno todos tienen una parte de la verdad, sin embargo para continuar con el impulso reformista y superar errores es necesario entender que los buenos vientos le pertenecen a las últimas tres administraciones.

Cuando el Estado quebró en los ochenta, sin posibilidades de financiar la educación pública mientras el marxismo maoísta controlaba las universidades y el sindicato magisterial, los organismos multilaterales promovieron la inversión privada en la gestión educativa para cubrir la demanda en educación y quizá también con una evidente resignación: parecía imposible cualquier reforma de la escuela pública con el férreo control del sindicato magisterial.

El profesorado de la escuela pública se había mediocrizado bajo las prebendas que negociaba el sindicato magisterial. Sin embargo, durante el segundo gobierno aprista, en la gestión de José Antonio Chang, el Ministerio de Educación desarrolló una alianza con los padres de familia para jaquear al sindicato magisterial e instaurar la meritocracia mediante una nueva carrera magisterial.

Finalmente, en una dialéctica de negociaciones y demostraciones de fuerza, el sindicato no pudo oponerse a la promulgación de la nueva Ley de Carrera Pública Magisterial. Casi al mismo tiempo se lanzó una ofensiva para mejorar la infraestructura de 47 Grandes Unidades Escolares y los llamados “Colegios Emblemáticos”, y se creó el Colegio Mayor Secundario Presidente del Perú, para estudiantes destacados de los Colegios Emblemáticos.

Allí entonces reside el primer impulso reformista de la escuela pública, que logró quebrar la oposición del sindicato magisterial. El esfuerzo de Nicolás Lynch durante la administración toledista, por ejemplo, expresó la misma voluntad reformista sin lograr neutralizar la oposición del sindicato magisterial a la meritocracia. Vale reconocer su esfuerzo y dedicación.

Durante la administración nacionalista, la ministra Patricia Salas paró en secó la meritocracia en la carrera magisterial y se rindió ante las presiones del sindicato magisterial. Sin embargo, Jaime Saavedra continuó con el impulso reformista, consolidando los avances en una carrera magisterial meritocrática, empoderó a los directores como protagonistas principales de la escuela e incrementó el presupuesto, entre otras medidas.

¿A qué viene todo esto? A que las mejoras solo se explican por una política de Estado que ya atraviesa a tres gobiernos sucesivos y que, al margen de retrocesos y contratiempos, revela que los políticos han entendido que no hay desarrollo ni futuro para el país al margen de una escuela pública de calidad.

A partir de esa política de Estado se debería convocar a la sociedad y al sector privado para reformar una educación de cara al siglo XXI, en el que la velocidad de las innovaciones convierte en obsoletos los títulos de las mejores universidades en apenas unos pocos años.

  • 07 de diciembre del 2016

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