Quellaveco mueve el sur

El proyecto minero Quellaveco, inversión de US$ 5,300 millones, ha puesto en modo empresarial a Moquegua. El consorcio AngloAmerican-Mitsubishi ha invertido US$ 500 millones en la preparación del proyecto y ya comenzó a construir la mina. Para este año tiene programado una inversión de US$ 400 millones. El anuncio del proyecto de cobre y molibdeno —con una proyección de al menos 32 años de operaciones— ha hecho que los diferentes sectores productivos de Moquegua, y de otros departamentos del sur, comiencen a evaluar las enormes posibilidades que tienen por delante: nuevas iniciativas productivas para lo que el proyecto demande.

Con Quellaveco (300,000 toneladas al año) la producción de cobre se incrementará en 12%, el Producto Bruto Interno (PBI) se elevará en medio punto y el canon se duplicará en la región. Indicadores que consolidarán la economía del sur peruano.

Así, Quellaveco le cierra el paso al discurso falso del círculo antiminero. El “acompañamiento” es la nueva concepción que ha ser adoptada por todas las inversiones privadas. El Estado asumiendo su responsabilidad de promotor de inversiones, como “acompañante” del Estudio de Impacto Ambiental (EIA), elaborado y gestionado por las empresas para luego exponerlo en audiencia pública para la aprobación de la comunidad y de las autoridades correspondientes. Con la aprobación del EIA se obtiene la llamada “licencia social”. No hay otra gestión.

Como parte de su responsabilidad social, AngloAmerican, a través del Fondo de Desarrollo de Moquegua (FDM), ha invertido más de S/ 100 millones en el proyecto Chilota-Chincune, trasvase abandonado por más de 25 años. El proyecto hídrico proveerá 650 litros por segundo de agua a 1,700 hectáreas de cultivo para impulsar las exportaciones en Moquegua. ¿Quién dice, entonces, que minería y agricultura no pueden ir de la mano?

Por otro lado, los contratistas de obras civiles construyen la carretera —de 50 kilómetros— que unirá directamente la mina Quellaveco con la ciudad de Moquegua; y también reservorios para captar agua de lluvia. Y así como las obras civiles avanzan en los campamentos (para alojar al personal), los contratistas del sector transporte adquieren camiones de carga de materiales, autobuses para transporte de personal y diversos vehículos para toda clase de transporte. El sector metalmecánica también es parte del proyecto ofreciendo diversos servicios de mantenimiento y fabricación de estructuras, y de repuestos renovables de equipos y maquinarias.

Trabajadores y empresarios moqueguanos esperan una cuota importante de participación en el proyecto. Gran parte de la logística minera —bastante diversa y compleja— es atendida por proveedores de Lima; y en el caso de sur, por empresas arequipeñas.

Como en Toromocho (Junín), en Moquegua los servicios de hostelería se expandirán notablemente. Con el inicio de las operaciones se generarán 9,000 nuevos puestos de trabajo directo. Y ya se sabe que por cada empleo directo se generan entre 6 y 7 nuevos empleos indirectos. Es decir, los principales objetivos de las inversiones se cumplirán: la reducción de la pobreza, el desempleo y la informalidad.

El círculo antiminero se ha quedado mudo frente a tanto entusiasmo, y no sabe cómo reaccionar ante al inicio de Quellaveco. Sus relatos, sin solvencia suficiente, no son escuchados en el sur; y tampoco en el centro, por la alta tradición minera.

Vale decir que las minas Toquepala y Cuajone, y la refinería de Ilo, han puesto su enorme cuota en favor de Quellaveco. Desde mediados del siglo pasado su influencia ha sido determinante. Y la empresa Southern está desde hace tiempo en “modo ambiental”: ha realizado diversos trabajos relacionados con los recursos hídricos y remediación de los pasivos mineros. Es decir, un ejemplo para Quellaveco, con más de 32 años por delante.