Editorial Economía

Ofensiva anticapitalista contra la industria alimentaria

Antisistema pretende enfrentar a consumidores y empresas

Ofensiva anticapitalista contra la industria alimentaria
  • 23 de noviembre del 2017

En el Perú las propuestas antisistema pretenden apropiarse de las banderas de la ecología y el medio ambiente, los derechos humanos y los temas de género. Recientemente han incursionado además en el tema de la “defensa de consumidor”, pretendiendo enfrentar a compradores contra empresas, como si fuese posible imaginar una sociedad de consumidores sin mercado y sin empresas.

Todo empezó con el caso Pura Vida. Un producto que, según su registro en la Dirección General de Salud Ambiental, estaba en perfecto orden demandó una rectificación de parte de las autoridades en Panamá (allá no debía considerarse leche) y, entonces, se desató una ola en contra la industria alimentaria. Al final, el Estado modificó el registro sanitario y Pura Vida regresó al mercado. El efecto inmediato de esta campaña anticapitalista fue la aprobación de una norma que prohíbe el uso de leche en polvo importada en la elaboración de lácteos, en contra de la Constitución y los tratados de libre comercio firmados por el Perú. Un golpe letal al modelo económico, que ha reducido pobreza como nunca.

Hoy la estrategia se ha amplificado: el Ejecutivo publicó un reglamento de Etiquetado de Alimentos y un Manual de Advertencias Publicitarias que copian el modelo chileno de octógonos, que solo alertan de los niveles altos de azúcar, sodio, grasas saturadas y grasas trans. Si bien en el Congreso se corrigió en algo el intento de satanizar los productos industriales mediante la creación de semáforos —con colores que indican niveles altos, medios y saludables— es inevitable preguntarse ¿por qué el Perú se embarca en reglamentos y leyes sobre etiquetado de productos copiando el modelo de Chile e ignora la experiencia de los países desarrollados, que no tienen estos sistemas de alerta? ¿Acaso no se sabe que en los países desarrollados existen los mejores estándares de salud y los mayores niveles de esperanza de vida? Nadie lo entiende.

Y cuando se observan las cifras empieza a aparecer la madre del cordero. Los productos industriales solo representan el 10% de la ingesta de alimentos de los peruanos. Es decir, legislación especial para una décima parte de los alimentos consumidos. ¿Acaso no se sabe que un lomo saltado vuela en sodio? Pero eso no es todo. Algunos pretenden discutir sobre la obesidad en una sociedad que tiene 43.5% de anemia infantil. Con estas cifras pretendemos copiar el modelo chileno. ¿Por qué no aprendemos de los países de la OCDE, que no tienen estos sistemas o si los tienen se aplican de manera voluntaria?

Los sistemas de alertas en los productos industriales, en la práctica, no conducen a nada por la sencilla razón de que no educan ni informan. Por ejemplo, una cosa es consumir un vaso de yogurt en vez de dos. Allí puede residir la diferencia entre la diabetes y la buena salud. ¿Qué sucede cuando un octógono alerta y sataniza una botella de yogurt con la alerta “alto en azúcar”? El adolescente inclinado al yogurt terminará consumiéndolo negando la prohibición —como suele suceder en todo—; pero he aquí lo grave: consumirá sin enterarse de las recomendaciones para una buena salud.

De allí que los países desarrollados siguen las recomendaciones del Codex Alimentarius, que señalan que el consumidor tiene derecho a elegir mediante una adecuada información. Al mencionado Codex se han adherido 188 países, y es la guía planetaria por excelencia de cualquier sociedad de consumidores. Entre las principales directrices del Codex están que se debe facilitar información al consumidor para elegir con discernimiento, que la etiqueta debe contener datos sobre el alimento y la prohibición acerca de que la información suscite o provoque miedo. El modelo chileno que se implementa desde el 2016, y del que no se conocen resultados, está en las antípodas del Codex.

En todo caso estamos notificados. Hay una ofensiva anticapitalista contra la industria alimentaria. Recientemente los yerros de las autoridades sanitarias de China y Perú permitieron que ingresara al mercado nacional caballa enlatada con gusanos; y en vez de enfilar contra las autoridades y sus deficiencias, la ofensiva anticapitalista pretende poner contra las cuerdas a la industria alimentaria. Al respecto, este tipo de accidentes en el mercado son comunes en toda sociedad de consumidores. De allí la importancia de la buena regulación e información adecuada para los compradores.

El intento de enfrentar a los consumidores contra las empresas y mercados es un verdadero oxímoron que no resiste el menor análisis. Allí donde no hay empresas ni mercados no hay consumidores, solo existen masas que se arranchan papel higiénico y padecen hambre. Tal como sucede hoy en Venezuela, y pasó en los ex países de la Unión Soviética.

  • 23 de noviembre del 2017

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