Los transgénicos y la biodiversidad

No hay estudios que respalden el temor a los transgénicos

La carta de 109 premios Nobel contra la organización ambientalista Greenpeace, en la que la acusan de “crimen contra la humanidad” por su oposición tenaz al cultivo del arroz dorado (generador de vitamina A), ha originado un intenso debate acerca de la producción de transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados u Organismos Vivos Modificados). Dentro de los diversos mitos y falsedades esgrimidos por el ecologismo radical y la izquierda se indica que si el Perú aprueba el uso y producción de transgénicos la biodiversidad que tenemos se extinguiría en un tris. No obstante, semejante afirmación carece de toda demostración o validez científica.

En el argumento del ecologista radical, la biodiversidad en el Perú se ha reducido solo a las diferentes especies de fauna y flora. En realidad, la biodiversidad está conformada por tres componentes: el número de especies, la diversidad genética y los ecosistemas y ambientes que existen en una determinada zona geográfica. Según el biólogo David Castro, y para poner algunos ejemplos, el Perú tiene numerosos “bancos genéticos” de papa y maíz. Solo una sola especie como el maíz (zea mays) tiene más de 50 razas en el Perú (diversidad genética).

El ecologista radical advierte que si se permite el uso de transgénicos las especies nativas se “contaminarían” a través de un proceso llamado introgresión. Así, los genes de una especie transgénica se fecundarían en una especie nativa, destruyendo la biodiversidad. No obstante, y a pesar de haberse encontrado introgresión en cultivos como el maíz o el algodón en México (centro de origen de tales cultivos) NO HAY ESTUDIOS que declaren algún efecto, ni positivo ni negativo de la introgresión. En un país como el Perú, con tanta diversidad genética para cada especie, sin producción de transgénicos y sin estudios o análisis científicos sobre el impacto en la biodiversidad es absurdo que el ecologismo radical invente narrativas sin el mayor sustento.

Si un país como el Perú aprueba producir alimentos transgénicos, lo primero que debe hacer es implementar sistemas regulatorios de bioseguridad, y luego realizar evaluaciones y análisis de los productos transgénicos. Al igual que en los sectores extractivos -como la minería-, se debe elaborar un Estudio de Impacto Ambiental (EIA) para determinar los impactos positivos o negativos. En el caso de los transgénicos se establecen los análisis de riesgo por cada producto, para que se autorice la zona, condiciones, áreas, siembra o cosecha.

De otro lado, el problema de los transgénicos en el Perú pasa también por las leyes. Una primera ley de transgénicos (Ley 27104), promulgada en 1999 y reglamentada en el 2002, apenas se implementó, por tener varias deficiencias, e impidió que el país desarrollara transgénicos. Otra ley aprobada por el Congreso y promulgada en noviembre del 2012 establece una moratoria de diez años de cultivos de transgénicos, hasta el 2021, y ha frenado algunas investigaciones. Por ejemplo, las que hacía el Centro Internacional de la Papa para producir transgénicos en África.

En otros países el cultivo de productos transgénicos está extendido. Argentina tiene 24 millones de hectáreas de soya y 12 millones de maíz, ambos transgénicos. Colombia tiene más 60,000 hectáreas de maíz y 40,000 de algodón, también transgénicos. Incluso Bolivia, país que se declaró libre de transgénicos a través de la Ley de la Pachamama, vetó todo producto transgénico excepto la soya, porque es un gran productor a nivel mundial con más de un millón de hectáreas. Mientras la región avanza con la ciencia, el Perú le da la espalda.

En el debate de los transgénicos existen muchos mitos construidos por algunos que intentan ir contra la ciencia. No dejemos que el Perú le siga dando la espalda al futuro.