El Gobierno recoge el guante

Decide al fin encarar el frenazo al crecimiento económico.

Durante el 118 aniversario de la Sociedad Nacional de Industrias, el Presidente Humala recogió el guante y respondió a las críticas planteadas por los ex ministros Luis Carranza y Pedro Pablo Kuczynski y anunció un paquete de medidas que buscan reactivar la economía. Si bien es cierto que no hubo mayores detalles, el jefe de Estado señaló que se modificará el sistema tributario para reducir costos de transacción y facilitar las cosas al contribuyente, que se impulsará las inversiones en minería, hidrocarburos y telecomunicaciones y que, de una vez por todas, se avanzará a podar toda la tramitología que está ahorcando a la inversión privada.

Una primera cuestión que nos parece importante subrayar es que el jefe de Estado empieza a mostrarse preocupado por la incuestionable desaceleración económica y parece haberse despojado de cualquier prejuicio contra la inversión privada. Una noticia que nos debería gratificar a todos. Ya no solo se trata de los desconciertos ante la economía del Primer Ministro, René Cornejo, o del titular de Economía, Miguel Castilla, sino que es el propio Jefe de Estado quien aparece liderando esta especie de shock pro inversión que busca recuperar la confianza de los mercados.

Si las cosas van en ese sentido, entonces, otra vez estaríamos comprobando que los mandatos de la economía terminan enderezando las cosas. Cuando el propio Banco Mundial comienza a hablar de un deficiente resultado del Perú en el primer trimestre del 2014, reduciendo nuestras proyecciones de crecimiento a solo 4%, eran inadmisibles la inacción y la indolencia frente al frenazo económico. El gobierno, pues, no se resigna a aceptar la desaceleración. Tirios y troyanos en el país han entendido que no hay proyecto político sin crecimiento económico.

La idea de continuar creciendo comienza a ser parte del sentido común. Hoy es imposible pensar el futuro sin crecimiento, porque la ciudadanía solo tiene que contemplar los hechos para percibir cómo ha prosperado el país, cómo han crecido las ciudades, cómo ha florecido el campo y cómo, en general, se han reducido la pobreza y la desigualdad. Junto a la voluntad de proseguir con la expansión económica también se consolida otra idea en el humor popular: no hay crecimiento sin inversión privada y de allí que el jefe de Estado ahora aparezca, con podadora en mano, dispuesto a acabar con toda la maleza que asfixia al inversionista.

Si las cosas son así la desaceleración pasará inevitables facturas en el 2016. Las cosas apuntan tanto en ese sentido que el ex presidente Alan García, con cierta dosis de demagogia y gesto electoral, repite una y otra vez las cifras de su administración y las compara con los magros resultados del actual. Si bien el recurso puede ser legítimo, también hay que tener en cuenta el papel que jugaban los precios de nuestras exportaciones.

Otro hecho que define el sentido común del país es que la gente parece haberse dado cuenta de que no existe otra alternativa. La falta de papel higiénico en Venezuela, las colas y el desabastecimiento en Argentina nos muestran los infiernos, y las comparaciones nos indican que estamos en una buena ruta.

Todo parece indicar que, de aquí para adelante, tendremos a un Humala preocupado por la desaceleración, un Humala que encabeza personalmente las medidas a favor de la inversión, porque el régimen nacionalista no acepta ser el responsable de haber apagado la estrella peruana que brilla en el firmamento latinoamericano y mundial. Hay que saludar, pues, los nuevos gestos que asume el jefe de Estado, aunque, si de rectificar plenamente se trata, la llamada pareja presidencial debería cancelar cualquier agenda que despierte las suspicacias de un proyecto autoritario guardado por allí, y que podría desempolvarse en mejor ocasión.