Editorial Economía

¡Alianza público-privada para enfrentar anemia!

Flagelo social sigue creciendo entre los niños peruanos

¡Alianza público-privada para enfrentar anemia!
  • 22 de agosto del 2018

 

Según el reporte del Instituto Nacional de Estadística (INEI) del primer semestre del 2018, la anemia ha subido de 43.6% a 46.6% a nivel nacional, mientras que en Lima se ha incrementado de 33.2% a 41%. Es decir, cerca de ocho puntos. Semejantes resultados parecen increíbles para un país como el Perú que, no obstante todos sus problemas, ha seguido creciendo en los últimos años. Quizá para entender las causas de estos retrocesos sociales valga recordar que cuando el presidente Kuczynski asumió el poder el 2016 la anemia infantil afectaba al 43.7% de los niños y el Ejecutivo se propuso reducirla a 19.8% en el 2021. Hoy las cosas siguen igual o peor. La única explicación está en la indolencia del Ejecutivo y de las autoridades en general.

En la sierra, la anemia afecta al 54.2% de la población infantil y en la selva al 48.8%. En la costa se ha incrementado hasta el 42%. El gran problema de la anemia infantil es que causa efectos irreversibles en el futuro capital social de un país. Todos los estudios señalan que el desarrollo cerebral humano y sus posibilidades intelectuales tienen que ver con una alimentación eficiente en estas etapas tempranas.

Ante esta situación vale preguntarse, ¿por qué el Estado parece fracasar ante el avance de este flagelo? Es evidente que el avance de la anemia si bien tiene vínculos evidentes con el crecimiento de la economía y el proceso de reducción de pobreza, también tiene una autonomía relativa, porque se relaciona con culturas alimenticias, educación y tradiciones familiares. De allí que en el combate a la anemia infantil el papel del Estado es irrenunciable. En ese sentido, desde las administraciones de Humala, PPK, y ahora de Vizcarra el Estado solo fracasa.

El fracaso del Estado se explica por la indolencia de las autoridades, pero también por políticas erradas. Por ejemplo, todos los países en América Latina (y el planeta) que han combatido exitosamente a este flagelo han logrado una alianza entre el sector público y privado, que ha sido clave. El Estado está en la obligación de diagnosticar las áreas en las que deben focalizarse las políticas y el sector privado —es decir, la industria alimentaria— tiene la capacidad instalada para producir alimentos procesados con altas concentraciones de hierro y calcio. Sin embargo, en el Perú, desde el Ejecutivo y el Ministerio de Salud se ha promovido una política anti industrial, anti sector privado, que hoy se expresa en el etiquetado de los alimentos industriales en base a los octógonos prohibitivos que solo se aplican en Chile.

En este contexto, las ONG de izquierda alientan la idea de que la anemia infantil se puede combatir creándose “productos artesanales con agregados de sangre de animales domésticos”. Es decir, ensayos y frivolidades que se aplican para los sectores más pobres. Es imposible que las sociedades modernas puedan satisfacer sus necesidades en calorías, vitaminas y hierro sin la presencia de los alimentos industriales masivos.

En este contexto, la Sociedad Nacional de Industrial (SNI) acaba de enviar una carta a la Presidencia del Consejo de Ministros ofreciendo la ayuda del sector para forjar una alianza público-privada para enfrentar la anemia. En la mencionada misiva la SNI pone a disposición del gobierno la capacidad instalada de la industria alimentaria y designa al Comité de Alimentos como la encargada de coordinar con el sector público.

Es evidente, pues, que el fracaso en la lucha contra la anemia tiene que ver con los yerros del Estado y con las campañas de la izquierda contra la industria alimentaria y las inversiones en general. Por ejemplo, la izquierda no solo pretende eliminar los alimentos industriales de consumo masivo a través del etiquetado en base a los octógonos prohibitivos, sino que también intenta desprestigiar la producción agrícola señalando que está contaminada con pesticidas. Igualmente se opone abiertamente a utilizar cultivos transgénicos en base a semillas mejoradas que evitan el uso de pesticidas, incrementan la productividad de las áreas sembradas y agregan a las cosechas vitaminas inalcanzables para los pobres.

Que los productos industriales de consumo masivo, enriquecidos con vitaminas y minerales, son las mejores armas para enfrentar la desnutrición lo demuestran Bill Gates (Microsoft) y Carlos Slim (Claro), millonarios filántropos que financian proyectos para producir toneladas de alimentos altamente nutritivos (maíz, arroz, cebada, trigo) que se entregan en África para combatir el hambre y la anemia.

En el Perú, pues, la izquierda anti industria alimentaria deja en claro, una vez más, que es enemiga de los niños pobres.

 

  • 22 de agosto del 2018

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