Editorial Cultura

NN: las buenas intenciones

NN: las buenas intenciones
  • 22 de septiembre del 2015

Crítica de la más reciente película del director peruano Héctor Gálvez

Héctor Gálvez Campos (Callao, 1972) es uno de directores peruanos más prometedores de la actualidad. Se inició como guionista de la película Tarea pendiente (2005) y posteriormente pasó al documental con Lucanamarca (2008, codirigido con Carlos Cárdenas) y a la ficción con la elogiada Paraíso (2010). En todos estos trabajos está presente la temática de la violencia terrorista que desató Sendero Luminoso en 1980 y que aún padece el país, aunque en menor escala, en la zona del VRAE; una temática que se mantiene en la nueva película de Gálvez: NN (2015) que le ha valido el “Premio a Mejor Director” en el Festival de Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI 2015).

En NN se cuenta la historia de un grupo antropólogos forenses, encabezados por Fidel (el actor Paul Vega), encargados de recuperar e identificar los restos humanos de una de las numerosas “fosas comunes” que el terrorismo dejó en nuestro país. Pronto son identificados todos los cuerpos, excepto uno, del que solo se tiene como referencia unas prendas masculinas y una fotografía (de una mujer joven) encontrada en uno de sus bolsillos. Fidel entrevista a diversas personas que pueden ayudarlo en esa identificación, entre ellas Graciela (Antonieta Pari) quien afirma que las ropas encontradas son de su esposo, desaparecido treinta años antes. Pero ella se equivoca, y Fidel tiene que enfrentar la disyuntiva de dejar que esos restos humano se pudran en un depósito estatal, casi a la intemperie, o entregárselos a Graciela.

Este apretado resumen cuenta casi todo lo que se ve en las pantallas, pues NN es una película casi sin acciones y sumamente lenta, con secuencias aparentemente “anodinas” y que se prolongan casi hasta el límite de la paciencia del espectador. Tampoco hay tramas secundarias ni se cuenta la historia de ninguno de los personajes; apenas se insinúa que Fidel tiene problemas de insomnio y que vive solo. A esto se suma el registro casi “fantasmal” de las interpretaciones; especialmente Fidel, que Vega interpreta con eficacia, a pesar del minimalismo de sus gestos, y los pocos y breves diálogos con los que cuenta. Y todavía hay que agregar la escasa presencia de la música (apenas lo imprescindible) y los largos “planos generales” (la película se inicia precisamente con uno de ellos), seguramente para aprovechar la belleza del paisaje andino; elementos que le dan al filme un cierto aire de “documental”.

Todas esas elecciones “formales” logran integrarse bastante bien a la propuesta central de la película; aunque como espectadores habríamos agradecido una edición más sintética, en la que se recorten los largos “tiempos” muertos de muchas de las secuencias. Pero hay otro reparo mucho más serio que hacerle a NN: su inocultable elogio de la labor de esas cuadrillas de antropólogos forenses. Las pocas veces que los vemos en situaciones fuera de la trama, están entregados a alguna actividad muy “noble”, como divertir a los niños del poblado que los alberga o apoyar psicológicamente a los parientes de las personas desaparecidas. Algo similar sucede con su tratamiento de los pobladores andinos, siempre simples y generosos. Por todo ello NN, pierde un poco de su autonomía como obra ficcional, y podría ser vista también como una entusiasta “propaganda” de la labor de los antropólogos y las ONG en las que están agrupados.

  • 22 de septiembre del 2015

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