Editorial Cultura

Joy: la épica del trapeador

Joy: la épica del trapeador
  • 04 de febrero del 2016

El sueño americano en una película

El norteamericano David O. Russell (Nueva York, 1968) ha sido nominado seis veces al premio Oscar (tres como guionista y tres como director); y aunque todavía no le han otorgado el premio, sí ha hecho ganar a algunos actores que han participado en sus películas; como a Christian Bale por El peleador (2010) y a Jennifer Lawrence por El lado luminoso de la vida (2012). La figura se ha repetido en su más reciente película, Joy (2016, actualmente en nuestra cartelera), un muy peculiar biopic también protagonizado por Jennifer Lawrence, quien por este trabajo ha sido nominada para el Oscar a mejor actriz en un rol principal.

La película es una biografía de Joy Mangano (Brooklyn, 1956), una modesta empleada que gracias a su invento del magic mop (trapeador mágico, 1990) se convirtió en una de las figuras más importantes del mundo de las televentas. La película hace énfasis en la historia de superación personal y en las múltiples dificultades que Joy tuvo que enfrentar para lograr el “sueño americano”; incluyendo problemas familiares y financieros de todo tipo, que incluso la llevaron a la bancarrota. Para ello, Joy cuenta con el apoyo de su abuela, su padre, su ex esposo y una serie de amigos. Todos ellos son aquí representados por un reparto de lujo que incluye a Robert de Niro, Bradley Cooper e Isabella Rossellini.

Russell desarrolla esta historia dramática apelando a todos los recursos propios del biopic. Nos muestra a la protagonista superando todos esos problemas, a la vez que enfatiza que ella es una mujer “especial”, predestinada para grandes logros, otorgándole una cierta aura mágica a algunos pasajes de la vida de Joy: la infancia (con las primeras muestras de creatividad), el primer encuentro con quien sería el gran amor de su vida, el momento en que se le ocurrió la invención del trapeador mágico y su primera presentación en televisión, en un programa de televentas.

A esos elementos, se suman aquí otros ajenos al género. En primer lugar, la dura crítica a la institución familiar, pues la de Joy es una familia altamente disfuncional: una madre que se pasa la vida encerrada en su dormitorio y viendo telenovelas, un padre mujeriego y empobrecido, un esposo desocupado, etc. Hay también una mirada muy crítica al rol de la mujer en la sociedad norteamericana, pues a pesar de ser Joy quien mantiene a toda su familia, las decisiones importantes las toman siempre los hombres que la rodean. Y esta crítica adquiere un carácter irónico debido a que el objeto que le permite a Joy liberarse y triunfar es precisamente un trapeador, símbolo de la postergación de las mujeres a las labores de limpieza doméstica.

Con elementos tan disímiles, que van desde la celebración del sueño americano hasta la crítica cultural, y desde el dramatismo intenso hasta el humor negro, Joy resulta inevitablemente una película irregular y dispareja. No obstante, la propuesta de Russell es original e interesante, especialmente en aquellos momentos en que la película se aleja de los estereotipos del género y llega a brindarnos una versión más crítica y divertida que las usuales biografías de emprendedores exitosos.

 
  • 04 de febrero del 2016

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