Editorial Cultura

Infiernos insondables

Infiernos insondables
  • 30 de junio del 2015

Crítica del último libro de cuentos de Jorge Valenzuela: Infiernos Mínimos

Son dos los elementos que hacen de Infiernos mínimos (Campo Letrado, 2014), de Jorge Valenzuela, un libro particularmente logrado: de una parte, el dejo de extrañeza y de incertidumbre que impregna cada una de las seis historias del volumen, y, de otra, la impecable factura con el que está escrito. El conjunto nos presenta una sucesión de historias que, en las primeras líneas, se nos aparecen como banales e insignificantes: dos amigas reconciliadas que se dan cita una tarde para ir al cine; un solterón solitario que vive con sus perros; una pareja víctima del aburrimiento; la ambigüedad de las relaciones de familia; el delirio de persecución; la certidumbre de saberse víctima del desarraigo y de las drogas. Estos temas, propios del malestar que, con frecuencia, pauta el día a día la vida moderna, son esos “infiernos” pequeños, cotidianos, que el autor de este libro logra potenciar al darle a los hechos narrados otros significados, significados que se cuida bien de precisar.

Con una distinta voz narrativa en cada una de las historias, los personajes se van deslizando imperceptiblemente a una situación que los desconcierta, como en la desaparición, en “El reencuentro”, o el rol que desempeñan los perros en “Perros”, por citar dos de los relatos más impactantes con los que Jorge Valenzuela logra, además, sorprender al lector y recordarle que nada es adquirido con garantías. El autor ha tenido la notable destreza literaria para evitar toda explicación, todo desarrollo innecesario en los cuentos aquí reunidos, y es así como el lector comparte el desconcierto de los personajes y se impregna de la atmósfera de desamparo que envuelve, por ejemplo, a Ana en “El reencuentro” cuando, presa de pánico, constata la desaparición de su amiga Mariella: como en una película de Hitchcock, lo banal se desbarata de pronto; lo real y concreto devienen algo inseguro.

En “El beso”, la narradora observa perpleja la indefinible actitud de su hermana cuando esta saluda a una media hermana con la que debe conversar a propósito de una herencia. Si a simple vista parece que el beso al que alude el título es una formalidad más o menos hipócrita, la sonrisa que lo acompaña le da otra connotación, un significado que la narradora es incapaz de descifrar. Nadie conoce a nadie, el otro es un extraño, parece sugerir Jorge Valenzuela en este relato con certera economía de palabras, con frases que muestran un état d’esprit marcado por los prejuicios que finalmente no afirmarán ni negarán nada: “El día que la vimos por primera vez en aquel restaurante donde fijamos la reunión, nos acercamos a ella midiendo cada uno de nuestros gestos”. Lo mismo se puede decir de “Perros”: un narrador omnisciente nos muestra a un hombre solitario, un derrotado “que ha perdido la fe en las palabras”. Está cocinando en su casa, pero su potaje no será solo para él, lo compartirá con los únicos seres que lo acompañan en esta vida, sus perros: lo extraño aquí se impone de inmediato, pues flota en el aire su profunda soledad y el enigmático rol de la mirada de sus animales. Una vez más, la soledad, a la que tantos individuos son relegados hoy día en el mundo  porque carecen de dinero o de belleza, es representada aquí con una salida de emergencia: la comunicación con los animales, esto es, la certidumbre de no poder comunicarse con los humanos. ¿Pesimismo?, ¿realismo? El lector tiene la palabra.

“El enemigo insólito” y “Juntos” no obstante tratar temas diferentes, coinciden en lo que hace la sutil unidad de este libro: el margen en el que se instala lo inasible, lo inexplicable.

Mención aparte merece “La corbata”, el cuento que cierra el volumen y que es también el más extenso. El narrador que nos cuenta su propia historia como yuppie en Madrid, nos habla de la corbata que solía llevar y que poco a poco fue convirtiéndose en símbolo de su enajenación, primero debido a su importante sueldo, luego a su dependencia de las drogas. Será también una corbata, llevada por otro que es como él fue, lo que lo hará reconciliarse con él mismo, esto es, con la vida.

Saludo este libro por su prosa cuidada, desprovisto de artificios, que va a lo esencial, a aquello que hace de nuestro cada día una terra ignota que padecemos a través de pequeños infiernos con los que vivimos, que nos pierden y nos dan, apenas, una frágil seguridad.

Por Jorge Cuba Luque (desde París)

  • 30 de junio del 2015

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