Martin Santivañez

Yo soy la decencia

Yo soy la decencia
Martin Santivañez
07 de febrero del 2017

Falsa superioridad moral es una distorsión producida por la soberbia

El fariseísmo político, como todo fariseísmo espiritual, tarde o temprano termina generando paradojas que estallan escandalizando a tirios y troyanos. El fariseísmo está fundado en la hipocresía personal; el fariseo es un hipócrita de manual, un personaje que se presenta ante la sociedad como la quintaesencia de la moralidad y la virtud, pero que no pasa de ser un sepulcro blanqueado. El fariseo, a través de formalismos artificiales (“yo estoy en el lado decente de la política”) desnuda su entraña soberbia. La soberbia es el principio sobre el que se construye el fariseísmo político. La falsa superioridad moral está fundada en una visión subjetiva distorsionada por la soberbia.

El fariseo cree, erróneamente, que es mucho más de lo que es y que sabe más de lo que realmente sabe. Y decide transformarse en su propio árbol del bien y del mal. De allí que quien no siga sus parámetros artificiales y su formalismo vacío —basado en la soberbia— se transforma en un enemigo que se debe exterminar. El fariseo, más que a las ideas, encuentra peligrosas a las personas. Es el fariseísmo un fanatismo arrogante; las ínfulas del fariseo son peligrosas porque distorsionan a la realidad al curvarla en función a los intereses de seres torcidos que desconocen la verdadera raíz de la virtud.

El fariseísmo político triunfa porque existe un fariseísmo mediático y cultural. Este fariseísmo mediático y cultural pseudocientífico se presenta ante la opinión pública como la medida definitiva de la decencia. De hecho, afirma conocer en última instancia qué es decente y qué no. Los sumos pontífices de la moral pública practican un maniqueísmo irracional, fruto de la soberbia, que los ha llevado a fomentar la polarización del país. La consecuencia política del fariseísmo es la polarización, la distinción amigo-enemigo, el enfrentamiento entre peruanos y la proscripción de los votantes de Fuerza Popular y el Apra. Para el fariseísmo maniqueo todos los que no comulgan con sus ideas son corruptos de una vez y para siempre.

Trazar una línea para dividir al país en “mafiosos” y “decentes” produce este tipo de efectos. Quienes se proclaman santones cívicos, los Sai Babas de la moral progresista, han apoyado a políticos corruptos reos de Odebrecht. Ningunear a la mitad del país y descubrir que tus candidatos y líderes son corruptos tendría que generar un efecto en la sociedad. Pero la izquierda es experta en reescribir la historia llevando agua para su molino.

La ciencia de la cobardía es exacta, sólida, empírica. Los ayayeros que apoyaron los devaneos progresistas de Toledo lo abandonarán con la velocidad que solo imprime la traición. Por eso, tenemos que expurgar a la izquierda con la pasión del entomólogo. Esta corrupción tiene la denominación de origen del PT brasileño y del socialismo del siglo XXI. Y los caviares están directamente involucrados en su gestación y desarrollo, pues se beneficiaron de sus padrinos ideológicos. El dedo acusador de la progresía no supo o no quiso identificar a Toledo. Lo ubicó en el lado “decente” de la política” Ha llegado la hora de la regeneración: una época en la que la decencia no se proclame de manera farisea, sino que se ejerce con humildad.

Por Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
07 de febrero del 2017

NOTICIAS RELACIONADAS >

¿Quién quiere destruir la Constitución de 1993?

Columnas

¿Quién quiere destruir la Constitución de 1993?

Detrás de toda construcción política existe una i...

26 de septiembre
Un cinco de abril jacobino

Columnas

Un cinco de abril jacobino

  La interrupción de un proceso democrático tiene ...

11 de septiembre
Autocracia o República

Columnas

Autocracia o República

  El imperio de la ley es la característica fundamental d...

04 de septiembre

COMENTARIOS