Yo quiero que esto pare…

No se puede ser indiferente ante la pérdida de la vida de un hermano

Hay momentos en los que el silencio se torna cómplice del statu quo y las explicaciones en intentos inútiles de justificar la inacción frente a los problemas que nos aquejan. Problemas que existen desde hace mucho tiempo y frente a los cuales no hemos podido articular una respuesta como nación.

Yo estoy indignada. Sí, me indigna la muerte de Quintino Cereceda en el enfrentamiento los comuneros —de Allahua, Choquecca, Quehuira y Pumamarca, del distrito de Tambobamba, en Cotabamba— con los policías porque no están de acuerdo con que el proyecto minero use la carretera de 42 km que ha construido y que a través del cual Las Bambas traslada diariamente 250 camiones con el material que extraen. Estas comunidades señalan que esta carretera se construyó sin su conocimiento y que aspiran a recuperar las tierras, según los acuerdos que han tomado con la municipalidad.

Este tema viene desde hace mucho tiempo atrás. Si leemos el artículo de María Luisa del Río en Perú 21, del 15 de noviembre del 2015, entenderemos cómo el proyecto inicial, el cual contemplaba la construcción de un mineroducto y que la planta de molibdeno se ubique en Espinar (Cusco) se modificó debido a que la propiedad de la mina cambió. Así en su lugar, se construyó esta carretera y además la planta de tratamiento se ubicó en Las Bambas. El actual gobierno sí es responsable de plantear una solución a un conflicto en el que el Estado ha sido parte, en la medida que la norma que convierte a la vía de uso comunal en pública fue emitida por el anterior MTC.

Yo espero, al igual que muchos compatriotas, que esta solución se ejecute en el corto plazo, y que atienda las demandas de las comunidades y los requerimientos de la empresa privada. Yo confío en que así será, no solo por las capacidades profesionales y personales de los miembros del Ejecutivo, sino porque yo confío en mi presidente y en que él no quiere ni un peruano más muerto por culpa de la indiferencia de la tecnocracia o la falta de criterio de alguno de los directamente responsables de atender el conflicto en la zona.

Yo estoy indignada. Sí, me indigna la muerte de Alonso Salas, Raúl Lee Sánchez y Eduardo Jiménez, nuestros bomberos héroes que entregaron su vida por intentar apagar el incendio que curiosamente se produjo en un almacén del Ministerio de Salud en el Agustino. Estos valerosos peruanos no solo merecen nuestro respeto total por su compromiso con el país, sino que su muerte no debe ser inútil.

Yo sí creo que es posible que el sector privado constituya un fondo que financie de manera permanente la compra del equipo e instrumentos que nuestros bomberos necesitan. Y también veo perfectamente viable que el Estado les pague no solo un seguro de salud a ellos y a sus familias, sino también el acceso a un esquema de pensiones (en el casos de que el bombero no cuente con uno en su empleo). Y a un seguro de vida que los proteja frente a el riesgo de morir que deben enfrentar cada vez que salen a atender una emergencia como esta. Un seguro para que el daño no pueda cobrar la vida de más personas o destruir hogares inocentes.

Yo quiero un Perú mejor para mis hijos y para tus hijos hoy. Y voy a seguir luchando desde esta tribuna para hacer oír la voz de los millones de peruanos que aún no son escuchados. Asumir el trabajo de hacer gestión pública requiere capacidades técnicas, pero sobre todo vocación de servir al más necesitado. ¡Vamos Perú! Estoy segura de que para mi próxima columna tendremos buenas noticias, porque yo sí confió en mi país.

Giovanna Prialé Reyes