Luis Hernández Patiño

¡Y que siga la bola!

El festín de gastos en publicidad estatal, consultorías y asesorías

¡Y que siga la bola!
Luis Hernández Patiño
28 de junio del 2018

 

Al observar la desigualdad, la impunidad y la falta de justicia que hay en nuestro país frente a la corrupción, viene a mi memoria lo que ocurrió aquel lejano 28 de julio de 1987. El entonces presidente Alan García, mediante su mensaje a la nación por Fiestas Patrias, anunció el proyecto de estatización de la banca. ¿Por qué recuerdo ese acontecimiento? Por la magnitud del rechazo que aquel anuncio produjo entre los miembros de nuestra sociedad.

Hoy hay motivos suficientes para indignarnos como entonces. La magnitud de los privilegios que el poder fáctico ha acumulado, mediante el saqueo del cual el Perú ha venido siendo víctima, no es de modo alguno un simple psicosocial más. La corrupción sigue haciendo de las suyas.

¿Pero qué dicen al respecto aquellos pocos que la vienen pasando piola en nuestro país? ¡Que siga la bola! Y ojo que no se trata de alguna bola relacionada con el Mundial de Fútbol, sino del estribillo de esa vieja canción que dice: “¡Y que siga la bola! ¡Baquilibaquiliba!”. Para mí ese estribillo refleja muy bien el pensamiento y la actitud tan cómoda de un sector social y económico que se la pasa cantando y bailando, en el interior de una especie de yate de lujo totalmente cerrado, ajeno y distante de nuestra realidad.

¡Y que siga la bola! ¡Baquilibaquiliba! Total, no hay novelistas, pintores ni líderes políticos que alcen su voz de protesta. Varios de estos se han alineado con lo “políticamente correcto”. No hay un solo partido que, de un modo orgánico, se le plante en seco al Gobierno y le pida cuentas ante lo que está sucediendo. ¿Por qué? ¿En qué andan aquellas instituciones que se dicen ser partidos? Parecería que estos están a punto de dejar de serlo, o que ya no lo son, porque han terminado partiéndose ellos mismos para acabar convirtiéndose en simple puré.

La pachanga de lujo continúa. En cuanto a la salud, los ciudadanos simples y corrientes padecen la de nunca acabar. ¿Qué les ocurre cuando intentan tratarse de alguna dolencia o enfermedad? Véase las colas de personas que se amanecen en los hospitales. Y por si lo anterior fuese poco o nada (tal vez no lo sea para los lobistas que se pueden pasar días en Paracas o en Miami), hay gente que no tiene plata para comprar los remedios que necesitan, según los problemas que se les presentan. Sin embargo, algunos mercantilistas anhelan que el Estado no pare de chorrear más y más mermelada. Sí, porque de lo contrario la bola podría parar.

¡Y que siga la bola! En lo que a educación se refiere, hay que ver las condiciones objetivas en las que están estudiando nuestros niños. Hay que ver qué es lo que se les pretende enseñar, hay que ver cómo se busca succionar su inocencia bajo la nefasta y costosa influencia de la ideología de género, que como sea se ha tratado de imponer en nuestro medio. Y frente a ello, hay que ver también la actitud de una minoría que no admite que el Estado deje de gastar en publicidad, en consultorías, en asesorías, en mesas redondas y en cursos de capacitación ideológica.

Yo me reservo el derecho a sentir que en nuestro país la corrupción no ha muerto, está de parranda. Nos prometieron acabar con ella, pero nada. ¡Y que siga la bola! ¡Baquilibaquiliba! La corrupción está vivita y coleando. Después de todo, la mezcla producida entre la ideología de género y la mermelada financiera que el Estado reparte ha permitido que los indignados de oficio, los profesionales del lavado de banderas, los trabajadores del lloriqueo y algunos actores brillen por su ausencia.

¿Pero acaso la bola de la corrupción debe continuar? No pues, simplemente no. Semejante bola tiene que ser parada. El daño que se le está haciendo a nuestro país es de una magnitud increíble. Los ciudadanos que aspiramos a la consolidación de una república sana no podemos quedarnos indiferentes frente a lo que el poder fáctico viene haciendo con el Perú. No tenemos derecho a darle la espalda a nuestra patria, como lo hacen los mercantilistas. Tampoco podemos escapar de nuestras responsabilidades, al estilo de esos socialistas que huyen de sus puestos en el Congreso para no votar, cuando ven que las papas queman y que sus propios intereses podrían peligrar.

Hoy da la impresión de que se está haciendo todo lo necesario para mandar al hoyo a nuestro país. ¡Y eso no lo podemos permitir! De nosotros depende que el Perú no baje la cabeza frente a todo un proyecto de dominación global, que pretende convertirnos en una colonia.

Por un tema de dignidad nacional, considero que se hace necesario reaccionar hoy, como sucedió en 1987 o incluso a fines de los años noventa, cuando se hablaba de una transición hacia la democracia. Creo que los políticos decentes, que sí los hay, tienen que ponerse a la altura de las circunstancias y deben dar todo lo que tienen de sí en beneficio del Perú.

 

Luis Hernández Patiño
28 de junio del 2018

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