¿Y las inversiones sin garantía del Estado?

Todo indica que el gobierno solo administra el modelo económico 

Si no estuviéramos en época de desaceleración, el discurso de Fiestas Patrias del presidente Humala habría tenido chirridos estatistas. Otra vez el Estado como protagonista mientras se mira de costado al sector privado. El mensaje olvidó que la principal explicación del frenazo es el desplome de la inversión privada y no se dijo nada, absolutamente nada, para restablecer la confianza empresarial. ¿Conga se congela para siempre? ¿Y los demás proyectos detenidos? ¿Los 32 proyectos en hidrocarburos paralizados se olvidan? 

Todo indica que el gobierno no se preocupa demasiado porque el 2014 y el 2015 el Perú crecería por encima del 5 % gracias a nuevos proyectos y ampliaciones mineras desarrolladas por gobiernos anteriores y por el lanzamiento de megaproyectos con participación directa del Estado, como la Línea del Metro 2, el Gasoducto del Sur y el Proyecto de Modernización de la Refinería de Talara y otros. Pero, ¿cómo queda el modelo? Sin nuevas inversiones mineras, petroleras y en energía, ¿la desaceleración no se convertirá en un mal endémico que aparecerá de cuando en cuando? 

Si  una de las economías más abiertas de América Latina, con una buena posición fiscal, hoy contempla que el Estado se pone su armadura y empuña la espada para garantizar inversiones (y con la de los consumidores) contra la desaceleración, ¿qué sucederá mañana frente a un nuevo y posible frenazo?  ¿Llegará la hora del estatismo? Las economías de ingresos medios mueren y se ahogan de a pocos cuando sus gobernantes no asumen las reformas que les otorguen competitividad para promover el crecimiento del sector privado y eso está sucediendo en el país. 

Al régimen de Humala no se le pide grandes reformas al iniciar su cuarto año de gobierno. No hay fuerza política y se nota la fatiga en la administración. Pero si se le pedía coherencia, se le pedía terminar con las señales contradictorias para que los grandes emprendimientos volvieran a ponerse en marcha. Todo parece indicar que en el gobierno se considera que el reciente paquete reactivador aprobado en el Congreso es más que suficiente. Pero luego del mensaje de Fiestas Patrias continúan las preguntas. ¿Seguirá el Ministerio del Medio Ambiente proponiendo un ordenamiento territorial del país que proscribe las inversiones en minería y petróleo? Si el forcejeo prosigue, entonces, no hay nada nuevo bajo el sol luego del discurso del jefe de Estado. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse , que el régimen humalista solo administra el modelo y punto. 

A estas alturas aparece claro que la desaceleración tiene un origen político. Si no hubiese habido estos forcejeos dentro del gabinete estaríamos creciendo por encima del 5% y los megaproyectos con la garantía del Estado y los consumidores le agregarían algunos puntos al crecimiento, de modo que ya no hablaríamos de 5 o 6 por ciento sino de más. 

En estos tiempos de desaceleración y multiplicación de interrogantes es evidente la directa relación entre política y economía, sobre todo, en una sociedad donde la democracia se despliega junto al mercado. Hasta hoy pensábamos que la exitosa economía era inmune a la desastrosa política. No es verdad. La mala política ya hizo su trabajo. Una de las economías más abiertas de América Latina, una estrella de América Latina debido a la potencia de su sector privado comienza a apagarse y, oh sorpresa, el Estado sale en ayuda y se convierte en el héroe. Suena a vieja historia, ¿no es verdad? 

Por Víctot Andrés Ponce