¿Y después qué?

¿Llegarán esos cambios profundos que la población espera?

Vale. Keiko Fujimori fue muy ingeniosa contra Pedro Pablo Kuczynski durante el anterior debate en Piura, pues le recordó su apoyo en 2011. Y, de taquito, nos recuerda también a todas las pelonas que decían “chino, chino, contigo hasta la muerte” y que luego votaron masivamente —después de la dictadura del chino Juan Velasco— por Fernando Belaunde para cerrarle el paso al candidato del APRA, Armando Villanueva. Las mismas que sucumbieron frente al “joven, guapo e inteligente” Alan García y que después —hartas de inflación, apagones y asesinatos— decidieron por la “honradez, tecnología y trabajo” que levantó un chino diferente, un outsider único llamado Alberto Fujimori, ubicado fuera del llamado establishment nacional y que olía (sin impostaciones) el humor nacional.

La celebrada décima desenmascara además a los que hoy se visten de naranja, a los mismos que en el 2000 estuvieron asustados debajo de sus camas o negándose tres veces, como Pedro, o revestidos de pulcritud y democracia recientes, horrorizados con el fujimorismo primigenio. ¿Con qué cara exhiben la “K” de Keiko, si hasta fueron parte de colectivos contra Fujimori, haciendo eco de insultos y falsedades contra padre e hija? Ahora están en las fotos sonriéndole a Keiko porque aquí, las segundas oportunidades a quien sea, son de siempre.

Y después de décima, ataques y ofrecimientos, ¿qué? ¿Llegarán esos cambios profundos que la población espera? ¿Frustraciones y descontentos nivelando pesos de optimismo y pesimismo?

En segunda vuelta elegiremos entre CTS o seguro de desempleo; ciencia, tecnología y nuevas posibilidades agrarias o no transgénicos; refinería de Talara o más colegios, postas médicas o agua; policías cuidando bancos y discotecas o combatiendo la delincuencia; mercurio infectando aguas o minería formal; eliminación de SNIP o burocracia deteniendo el progreso; experiencia y conocimiento o juventud.

No todos en Perú merecen un país cuarto en ignorancia mundial. No todos se detienen en afiches y sonrisas de campaña. Según Anuor Aguilar —experto en marketing—, la tendencia conduce al fracaso. También en un mercado de votos y electores, la innovación señala frescura. Y si las encuestas de hoy marcan una tendencia favorable a Keiko, a ella y a PPK les queda una sola disyuntiva en esta última semana de campaña: romper la tendencia para afirmarse o morir.

No todo está dicho. Hay todavía electores que no deciden si votarán en blanco o viciado, y otros que decidirán su voto un instante antes de recibir su cédula de sufragio. Con tantas pelonas y ofrecimientos populistas desenfrenados, la decepción nacional vuelve a sus picos altos. Pedro Pablo no marca la diferencia, no le da aires nuevos a la política anunciando soluciones con firmeza. No debió reguetonear ni renunciar a su ciudadanía norteamericana, derecho que debió defender como cientos de peruanos que lo poseen. Keiko debe levantar banderas señalando el camino correcto de aquí a cincuenta años. Radicalizar posiciones asistencialistas no conviene. Mirar el primer mundo debe ser una ambición nacional. Ambos se quedaron en el oportunismo de hoy, en contentos frívolos y pasajeros, sin sustancia y sin destino, en los favores inmediatos, atrapados por los potenciales votos de una izquierda retrógrada que mira su ombligo y su pasado.

No es tarde. La leche derramada todavía no tiene quien la llore. No es tarde para despercudirse de saltimbanquis, de pelonas oportunistas asistiendo a cuanto besamanos les conviene y que destruyen esa institucionalidad partidaria que debería apalancar la institucionalidad nacional.

Manuel Gago