Vizcarra, una decepción más

El presidente Vizcarra baja cada día en las encuestas porque empieza a ser percibido como la continuidad del Gobierno corrupto de PPK. Ni los viajes a las regiones ni los anuncios de transferencias inmediata de recursos a los gobiernos regionales y municipales para realizar obras (que en muchas regiones recién empezarán el próximo año), detienen la tendencia creciente de la desaprobación de un Gobierno que es visto como un equipo poco serio y que constantemente se contradice.

El insólito gasolinazo ha encarecido todos los productos de panllevar, a pesar de que el misterioso ministro de Economía (David Tuesta) afirme que el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) señala que nada ha subido y que posiblemente tengamos inflación negativa en los próximos meses. Estas declaraciones del incompresible ministro han sido desautorizadas por el premier Villanueva; además la ambigua bancada pepekausa (que no sabe si es o no es parte del Gobierno) no quiere defender el gasolinazo del delfín de PPK. Por otro lado, el fujimorismo gobierna en la oscuridad y esconde el evidente affaire con Vizcarra y sus amigos “provincianos”, a quienes ven como aficionados a la política. Ellos saben que es un romance vergonzoso, y que deben mantenerlo por breve tiempo.

Vizcarra, cree ingenuamente que su base política está en las regiones, y que los gobiernos regionales y municipales son su brazo político. No se da cuenta que el 95% de los gobernadores y alcaldes son repudiados por corrupción e incapacidad; ilusamente con esos aliados pretende negociar mejor con la mayoría parlamentaria fujimorista. Es la misma estrategia que utilizó el corrupto PPK, y todos vimos su triste final. No olvidemos que ningún gobernador ni alcalde lo defendió, y más bien se sumaron a la exigencia de procesarlo penalmente por la compra de votos para evitar la vacancia, una compra organizada desde el Gobierno y con la complicidad del indultado Alberto Fujimori.

El ministro de Economía, Tuesta, no contento con el gasolinazo amenaza con incrementar los impuestos a los trabajadores con el argumento de formalizar la economía. La respuesta fue el paro total en Cusco, donde las organizaciones sociales están coordinando una paralización indefinida del macro sur peruano hasta lograr que el Gobierno baje la gasolina. Luego del paro cusqueño vimos las cantinflescas contradicciones del ministro de Economía y del premier: “La gasolina sube, pero no sube y si sube no la sube el Gobierno, pero sí afecta y no afecta la economía”. Parece, que Villanueva y Tuesta no saben nada de historia, no tienen idea de que las revoluciones más sangrientas han empezado cuando los gobiernos subieron los impuestos. Dos ejemplos: la independencia norteamericana y la revolución del gran cacique de Tinta, Túpac Amaru.

Por otro lado, están las demandas de todo el país por infraestructura social y productiva. Pero el Gobierno cree que con el mismo sistema, al que califica de lento y corrupto, va a solucionar las demandas de los pueblos. No basta pedir facultades para legislar, implementar un gobierno digital, mejorar la ley de contrataciones del Estado y fortalecer los organismos supervisores, sino que se debe implantar una economía de guerra que concentre todos los recursos materiales y profesionales del país para disminuir el déficit en infraestructura. Y para eso se necesita coraje político, pero todos sabemos que no se hará nada y todo seguirá igual.

El presidente Vizcarra les dice a todos: “Estoy de acuerdo”. Nunca disiente, no define una posición, y da la impresión de que la duda y el temor lo agobian. Por eso reitero que ni los problemas nacionales ni los conflictos sociales se solucionan con filantropía y sin autoridad política. Vizcarra es solo una decepción más.