Raúl Mendoza Cánepa

Vivir a la derecha

Dejarse llevar por las sensaciones, sentimientos y emociones

Vivir a la derecha
Raúl Mendoza Cánepa
03 de julio del 2017

Dejarse llevar por las sensaciones, sentimientos y emociones

La civilización poco entiende del sencillo acto de soltar. Se asume como impracticable y ascético. No se suelta el patrimonio ni la expectativa, pero —por desgracia— tampoco se suelta la aprehensión, la obsesión, la preocupación y la esperanza (una simulada tensión). Soltar es fluir, situarse y aligerar el equipaje. “¿Es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?”, pregunta Kundera en La insoportable levedad del ser. Cuando escudriñamos en la forma de amar de Teresa y Tomás, los protagonistas de esa novela, la interrogante parece resolverse sola. Teresa ama y asfixia, ata y propende a angustiarse por poseer, carga demasiado. Tomás viaja ligero, con la levedad de una pluma. Disfruta sin ser racional.

¿Alguna vez ha tomado un lápiz imaginando que es un temor concreto y lo ha soltado deliberadamente para liberarse de tal temor? No es un mal consejo si es que soltar nos acerca a liberarnos. Obvio que el mundo moderno tal cual no existiría si todos nos colocáramos en posición zen tratando de lograr nuestra propia levedad. Vivir en civilización supone luchar contra los obstáculos que nos impiden ubicarnos en el presente. Carpe diem decía Horacio. Vive o goza el día, tan distante de esa lucha cotidiana que nos exige darle al lance para sobrevivir. Sobrevivir es existir. Sin embargo “vivir” trasciende todo concepto de existencia; es más que estar, es insertarse en la naturaleza, ser uno con ella, sentirla, observar el brote de una flor y oír el calmado discurrir del agua en un arroyo. Al margen quedan los padecimientos, las tensiones, los miedos.

Para algunos esa liberación resulta de la contemplación. Hay quien cree que la meditación es una vía, en tanto borra de la mente la realidad circundante y el entrecruce de ideas. El agua, la tierra, el aire, las cosas, dejan de existir y con ellos el cambio y el tiempo. Centrarse en el aquí y ahora meditativo puede ser terapéutico. Para otros es una posición espiritual. Sin embargo, algunos científicos han encontrado en el cerebro la clave para entender esta suerte de iluminación que llamamos “felicidad”, liberación o nirvana.

La neuroanatomista estadounidense Jill Bolte Taylor sufrió un derrame cerebral en 1996, lo que le sirvió para descubrir un fenómeno sorprendente. Sabemos que el hemisferio izquierdo del cerebro controla todas aquellas funciones que nos han permitido evolucionar como civilización: el lenguaje, la lógica, la escritura, la numeración, el cálculo, la ciencia. Podría decirse que el aprendizaje y la escuela en general alientan el desarrollo de este hemisferio al considerar tales atributos como ejes de la dinámica y fenómeno evolutivo. Mientras tanto, el hemisferio derecho se encarga de controlar las sensaciones, los sentimientos, las emociones, la creatividad, las habilidades artísticas y, probablemente, ciertas potencias y pulsiones que aún no hemos llegado a desentrañar. Precisamente, con aquel derrame cerebral, la doctora Taylor descubrió a partir de su propia experiencia los límites y alcances de nuestras posibilidades intelectuales y emocionales. La neuroanatomista vivió para contarlo y aportar a la ciencia médica y a la educación emocional.

Taylor perdió por varios minutos todas las facultades de su hemisferio cerebral izquierdo, no podía conectar con el lenguaje ni con la lógica. A la vez, potenció por default el hemisferio derecho, experimentando una situación bastante extraña, la unidad de su cuerpo con las cosas, como si ella y los objetos fueran un único éter. Vivió una sensación de “no tiempo”, de vivir toda la vida en un solo fenómeno actual. Asegura que experimentó el nirvana, una felicidad extrema e inexplicable que resultó de la desconexión de la facultad de pensar y de desprenderse de todas sus cargas racionales.

Cuánto dedica el hombre a la educación lógica, matemática o memorística. Y cuán poco a la educación sentimental o al desarrollo de aquel hemisferio que abandonamos a su suerte porque la inteligencia emocional, la intuición, el amor y el arte nos importan bastante menos que los descubrimientos científicos o la lógica deductiva. Según la doctora Taylor, podemos elegir vivir más tiempo en el hemisferio derecho, dejando de lado nuestras explicaciones, diferencias, rivalidades y pensamientos, por una formación individual para la vida, para esa vida que vivimos intensamente desde nuestras fibras. No aquella vida exterior, dependiente, lineal y previsible, esa que cargamos, calculamos o esperamos… sin nervio, sin alma, sin amor.

 

Raúl Mendoza Cánepa

Fotografía: El País

Raúl Mendoza Cánepa
03 de julio del 2017

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