Manuel Bernales Alvarado

Victorias de Marx y derrotas de los marxismos

Lo que queda de la fuerte izquierda de mediados del siglo XX

Victorias de Marx y derrotas de los marxismos
Manuel Bernales Alvarado
03 de mayo del 2018

 

En el Colegio Salesianos de los años cincuenta Marx, Mariátegui y Haya de la Torre no existían. Pero en las calles bullían apristas, comunistas, acciopopulistas, odriistas y democristianos; el distrito de Breña era un crisol étnico, cultural, económico y político. El profesor de Economía Política y Educación Cívica, señor Zalvidea, llevó el mundo al aula y estimuló lecturas de buena calidad como CERES (de la FAO) y El Correo (de la UNESCO), que en esa época acogían trabajos de todas las tendencias ideológicas, sano pluralismo que se ha mantenido pese a los fundamentalismos de diverso cuño. Tres hechos mundiales hacen puente entre los cincuenta y los sesenta: el triunfo de la Revolución Cubana, el papado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.

El Perú recibe con más fuerza la influencia de los marxismos, no solo de la versión soviética ni de los denostados trotskistas, sino de los marxólogos y marxistas de Francia, Yugoslavia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos de América, México, Argentina, Chile y, pronto, China y Cuba. LLega la voz de orden: el “diálogo” entre marxistas y católicos y de otras iglesias cristianas. Hubo un rápido desarrollo de movimientos de sacerdotes, laicos y mixtos; rurales, sindicales, secundarios, universitarios; desde México hasta Chile. Y muy pronto, en Colombia, Camilo Torres Restrepo, sacerdote, muere combatiendo en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que hoy negocia con el Presidente Santos. Hubo otros, como Gaspar García Laviana en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

En Cuba los no comunistas, como Luis Domínguez y otros del Movimiento 26 de julio y aliados, fueron reprimidos por la más importante institucionalización del marxismo-leninismo-stalinismo en América, que ha sido —y aún lo es, aunque declina— un foco de irradiación del marxismo-leninismo y un foro de diálogo con otras ideas y prácticas, en el cual los sesgos de la propaganda del Partido Comunista y del Estado se difunden con mucha disciplina. Como en el caso del culto a un Bolívar, en Pividal, que antecede varios años a la versión de espanto del chavismo y supérstites, y a siglos luz de trabajos como los de Rivera y Damas.

En ese mundo en disputas, guerras, diálogos, acomodos y cambios de fondo con una presencia del Tercer Mundo desde antes de Bandung, surgen en nuestra América morena la teología y la filosofía de la liberación, con diversas tendencias y creadores curas y laicos, algunos marxistas y otros no. Las tendencias con rasgos o elementos sustantivos marxistas influyen en la división de movimientos y partidos social cristianos desde Chile hasta México (y algunos pensadores devienen activistas políticos, como Boff en Brasil), y en la creación de partidos comunistas revolucionarios (como en el Perú) por quienes fueron militantes juveniles católicos. Este cruce de orígenes y tendencias se institucionalizó en el Perú en la Izquierda Unida hasta su implosión en el Congreso de Huampaní, en buena medida por el crecimiento de Sendero Luminoso y las distintas posturas frente a él.

Con la Guerra Fría, la implosión de la URSS, antes con el COMECON (sistema económico regido por Moscú) y el Pacto Militar de Varsovia (opuesto a la OTAN de los estados capitalistas desarrollados), así como el fracaso de la experiencia autogestionaria de Yugoeslavia, la victoria de Viet Nam (sobre Francia y luego los EE. UU., hoy socios), el genocidio, ecocidio y etnocidio de Camboya liderado por Pol Pot (, cuyo principal émulo es Abimael Guzmán), el fracaso del Gran Salto Hacia Delante de Mao, el desarrollo del capitalismo en China —por recordar algunos eventos y procesos mundiales significativos— el pensamiento marxista oficial solo queda como “doctrina” de los partidos, gobernantes o no, y de algunas de sus “organizaciones de masas”, hoy acomodadas en las ONG.

Se han desarrollado en todo el mundo importantes trabajos inspirados en Marx, no en sus versiones oficiales; tampoco en Lenin y menos aún en Stalin o Mao. También se están desenvolviendo ideas provenientes no únicamente del liberalismo, como mucho se insiste, sino de diversos humanismos “abiertos a la trascendencia” y desarrollos centrados en aspectos del ser humano en sociedad a partir de los Derechos Humanos, de “toda la persona y de todas las personas”, no solo dimensiones o atributos.

A pesar de la evidencia de dictaduras y derrumbes económicos de los modelos marxistas-leninistas de Estado, de los inmensos cambios del mundo actual y por venir, el núcleo del enfoque, método y análisis económico y social de Marx sigue teniendo utilidad en tanto una fuente y no un paquete de creencias. Su mayor perversión no está en Asia o África, sino en nuestra América. Un testimonio patético fue el mitin del orteguismo en Managua, donde la pareja presidencial, acompañada de un anciano fundador del FSLN, usó el rezo católico o evangélico, en su forma, para justificarse y cohesionar sus huestes ante un movimiento social que evidencia varias filiaciones ideológicas. Esto es lo que queda de un comunismo que no se podía declarar, según Bayardo Arce, ahora asesor económico de la pareja presidencial del país de Sandino y Darío.

 

Manuel Bernales Alvarado
03 de mayo del 2018

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