Marco Sipán

Verónika Mendoza y la nueva narrativa de la izquierda

Verónika Mendoza y la nueva narrativa de la izquierda
Marco Sipán
14 de julio del 2016

Para una democracia igualitaria y con justicia social

Durante la campaña electoral, la derecha política y los grandes medios de comunicación han atacado a la candidata izquierdista Verónika Mendoza, intentando estigmatizarla como “chavista”. Pero luego, para la segunda vuelta, parte de esta derecha —específicamente la derecha “tecnocrática” (Zapata:2016), corriente que está representada por el recientemente electo presidente Pedro Pablo Kuczynski— tendió puentes hacia los dirigentes políticos y sociales del campo de la izquierda, buscando respaldo electoral. La gente que se identifica como izquierdista —que está dispersa en diferentes provincias del país, en especial en el sur— y la propia Verónika Mendoza, con pronunciamientos contundentes incluso en idioma quechua, formaron parte de la victoria electoral que impidió que el fujimorismo llegue al gobierno. En la opinión pública quedó claro que PPK se había aliado con la Izquierda, y luego de un sufrido conteo fue declarado ganador. Los acusados de “chavistas” habían colaborado para que PPK alcance la presidencia del Perú. Y ¿Qué pasó con esta acusación de chavista a Verónika y la izquierda?  

Los términos “chavismo”, “chavista” y otras derivaciones tienen, para la derecha política peruana, un sinónimo: populismo. Y el populismo es confundido con un gobierno cuyo presidente es autoritario, corrupto y demagogo. Sobre esta imagen, y sobre las palabras “chavismo” y “chavista” ha habido de parte de la derecha —con el respaldo de los grandes medios, en una estrategia de confusión— un intento de estigmatizar a toda la izquierda. Un ejemplo claro han sido las preguntas sobre el gobierno de Venezuela a los activistas que organizaron las movilizaciones antifujimoristas, intentando acorralarlos, en cuando medio participaron. Cada persona que tenga algún tipo de simpatía, admiración, un simple interés en conocer el proceso bolivariano en Venezuela, o que no crea en las acciones de la oposición de la derecha “antichavista”, es tildada de “chavista” y acusada de todos los males de ese país, y también de querer trasladar esa realidad a la nuestra. Esta actitud, lenguaje y seudo “teoría” no es debate ni interpretación de algún fenómeno político, es apología política en favor de una ideología: la neoliberal.

Luego de la trayectoria del proceso de la Revolución Bolivariana (sus intenciones y sus acciones reales), se puede decir que el denominado “chavismo” no es admiración ni simpatía hacia un proceso o un líder. El “chavismo” se ha convertido, desde hace mucho, en una propuesta política revolucionaria; y como tal, la teoría liberal es insuficiente para explicarlo. Es como si quisiéramos explicar con la ciencia política problemas de ingeniería. El proyecto que inició Hugo Chávez tiene como naturaleza la ruptura con el régimen democrático liberal y el inicio de un proceso revolucionario. La democracia en Venezuela, antes de Chávez, estaba configurada por la convivencia entre lo partidos políticos Acción Democrática y COPEI, que en más de cuarenta años habían representado la “democracia liberal”, con altas dosis de autoritarismo, corrupción y demagogia, y también con un muy alto incremento de la miseria. La gran crisis de este periodo tuvo como ícono el “Caracazo”, que según cifras oficiales costó 300 vidas y dejó más de un millar de heridos, casi todos a manos de las fuerzas del orden venezolanas, en el gobierno de Andrés Pérez. Contra esa “democracia liberal”, la propuesta de Chávez intentaba iniciar una revolución social que utilice las elecciones como vehículo para acceder al gobierno y, desde ahí, intentar modificar las estructuras de poder de ese entonces. Su discurso político siempre fue la revolución y por eso votó la gente por él. Es decir, su intención era sacar a quienes venían gobernando el país y beneficiándose de esa gestión, e integrar a los nuevos actores políticos, que aparecieron organizados luego de aquel estallido social. Las Fuerzas Armadas venezolanas, que siempre han sido un actor político, esta vez viraron hacia ideas patrióticas y se convirtieron en el principal soporte político de ese proceso. Las acciones que han acompañado este discurso no reflejan a cabalidad las intenciones, pero no pueden ser evaluadoS en función a las “teorías liberales” occidentales.

La realidad peruana, es totalmente diferente. La apuesta de Verónika Mendoza no es hacer una revolución social. No intenta tirar abajo los avances democráticos por una supuesta redistribución más equitativa. Sí cuestiona los procedimientos que hacen que muy pocos aprovechen los logros de esa “democracia”; pero les antepone su propia esencia: igualdad y justicia social. Ella postuló a la presidencia cumpliendo con lo establecido por el sistema democrático, sabiendo que tenía pocas posibilidades de ganar; pero cuando aprovechó las oportunidades su participación resultó expectante. Su plan de gobierno rompe los esquemas de la izquierda del siglo pasado, que apelaba más a consignas anticapitalistas más que a resolver los problemas de la gente.

 

Marco Sipán

 
Marco Sipán
14 de julio del 2016

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