Ángel Delgado Silva

Vacancia e indulto: los nexos indivisibles

Son las dos caras de una misma moneda

Vacancia e indulto: los nexos indivisibles
Ángel Delgado Silva
27 de diciembre del 2017

 

Quienes ven la política como placas fotográficas estáticas y extraen de ahí conclusiones meramente impresionistas saludaron alborozados la no vacancia del Presidente. Pero 72 horas después condenan furibundamente el indulto a favor de Alberto Fujimori. El jueves 21 cerraron filas con Kuczynski (tapando sus relaciones objetivas con Odebrecht), en nombre de la institucionalidad democrática. Sin embargo, el lunes 25 PPK se convirtió en traidor y sus defensores de ayer no escatimaron en endilgarle toda suerte de insultos.

En brevísimo tiempo cambiaron radicalmente las tornas en la coyuntura política. La lucha contra la vacancia presidencial pretendía impedir que el fujimorismo copara el poder estatal. Empero, cumplido el objetivo, no solo Fujimori es liberado, sino se lo llama a cogobernar, en el contexto de la reconciliación nacional. ¿Cómo ha sido posible esta increíble evolución en el devenir político nacional? Habrá que retomar una visión dialéctica que dé cuenta del curso de los acontecimientos: en permanente movimiento, contradictorio y en zigzag.

Para estos efectos, será menester desechar la visión que percibe la vacancia y el indulto como dos sucesos aislados. O aquella otra que considera solo una relación contingente, una mera concurrencia de acontecimientos dictados por las circunstancias, la casualidad o la espontánea reacción. Nada de eso. Consideramos que sin vacancia no habría habido indulto, y que entre ambos hechos existe un vínculo indisoluble. El indulto solo cobró verosimilitud en el cuadro de la vacancia presidencial inminente. ¿Es que podemos imaginar a Kenji Fujimori negociando con Kuczynski sin el proceso de vacancia en marcha? ¿Y a PPK presionando a un sector del fujimorismo con el otorgamiento del indulto, si se abstenían de votar la vacancia?

Vacancia e indulto son las dos caras de misma moneda. El verso y el anverso de una misma realidad. Basta con repasar los itinerarios de los trámites de la vacancia y el indulto para advertir la coincidencia temporal, casi simétrica, de uno y otro. Por esa razón, los resultados de ambos procesos están supeditados íntimamente. Si la vacancia procedía, obviamente, no habría indulto. De la misma manera resulta absolutamente cierto que la viabilidad de indulto dependía de la derrota de la vacancia, como efectivamente ocurrió.

En consecuencia, será factible la siguiente ecuación política: nueve votos fujimoristas frustraron la vacancia de PPK; nueve abstenciones de la izquierda villaranista abrieron la prisión para Alberto Fujimori, contribuyendo a su ulterior reunificación y fortalecimiento. Así de simple. ¡Las matemáticas perfectas!

La unidad esencial vacancia-indulto explica también algunas paradojas recientes. La encendida defensa de la institucionalidad democrática, incluyendo el épico rechazo al “golpe de Estado”, generó un vasto frente antifujimorista, digno de la confrontación antidictatorial de los años noventa del pasado siglo. Pero se trató de una convergencia efímera, “flor de un día”. Apenas conocido el indulto el bloque estalló en mil pedazos, en medio de imprecaciones a granel y desconfianzas mutuas.

Al mismo tiempo, sesudos analistas se solazaban con la ruptura de la bancada fujimorista, el fin de su mayoría absoluta y su próxima derrota. Pero a la luz del indulto conseguido, dicho juicio se evidencia como definitivamente precipitado. La liberación de Alberto Fujimori elimina, en lo inmediato claro está, el principal motivo de sus diferencias sobre cómo alcanzar dicho objetivo: el estilo lambiscón, rastrero y antipolítico de Kenji, versus la forma política combativa y confrontacional de Keiko. A pesar de los choques y objetivos resentimientos, ambas tácticas no solo perseguían lo mismo, sino que se complementaron.

Lo acontecido las dos últimas semanas ejemplifica lo dicho con meridiana claridad. La dureza de las embestidas de Salaverry, Becerril y Bartra iban creando el escenario propicio para las tratativas de Kenji con el Gobierno. Al ser puesto contra las cuerdas, PPK corre a jugar la carta del indulto. Todo lo demás es la sincronización de ambos planes tácticos. En la medida que las tensiones se incrementaban, el indulto como salida cobraba más cuerpo y viabilidad. Aunque ello lesionara, en lo inmediato, la férrea disciplina de la bancada de Fuerza Popular. En toda batalla hay costos, pérdidas y lesionados. La política no es la excepción.

Conseguido el objetivo supremo ¿por qué dicho antagonismo persistiría? Si alguna reconciliación será posible es la que se producirá, más temprano que tarde, al interior de la confluencia fujimorista, olvidando agravios y las expresiones subidas de tono. Pero si todavía se duda de esta posibilidad, reparemos en que los múltiples ataques contra el indulto, incluyendo los esfuerzos para volver a Fujimori a la cárcel, operarán como un eficaz acicate para galvanizar sus filas. Es probable que las diferencias de ayer cedan lugar a esa nueva cohesión sólida y militante, propia de las formaciones sometidas a fuego cruzado.

Para la guerra política que se viene, el estilo Kenji no tendrá cabida. Será la hora de los guerreros, de los combatientes de primera línea. Jamás veremos a la congresista García dar pelea al antifujimorismo enfurecido. A pesar de sus reparos y desdenes —expresados en un tuti dado a conocer— serán Salaverry y otros como él, nunca ella, los llamados al frente donde se desarrollará este inminente combate.

 

Ángel Delgado Silva
27 de diciembre del 2017

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