Universidad ¿Qué universidad?

Tenemos que abrazar como política de estado la globalización de nuestra universidad

La crisis de la Universidad peruana es patente. En los últimos cien años se ha reformado de manera constate y la nueva ley llega sobre un terreno de perpetuo reformismo. La universidad peruana cuenta con un talento enorme, hay grandes vocaciones para la cátedra, directivos innovadores con estrategia empresarial, investigadores con ansias de globalizarse y servicios en algunos casos híper cualificados. Sin embargo, en su conjunto, la universidad peruana tiene ante sí un reto enorme. No somos competitivos a nivel global, incluso regional. Los rankings mundiales más científicos así lo denotan: las universidades peruanas, incluso las de mayor solera, brillan por su ausencia. Contra la universidad peruana conspira la excesiva burocratización, la mediocridad de los falsos académicos, la endogamia de las argollas ideologizadas, los problemas de la financiación pública y la falta de innovación educativa.

El sistema universitario peruano se ha quedado obsoleto. O lo reformamos o nos condenamos a la media tabla regional. El sistema necesita ser reestructurado. Mi maestro Rafael Domingo siempre enseñó a sus discípulos que, para ciertos temas, había que incorporar al paradigma continental europeo, la modernidad de los Estados Unidos: ex America lux. Las universidades de Estados Unidos son las mejores del mundo, junto con un grupo de universidades británicas, algunas centroeuropeas y un creciente número de asiáticas. Estados Unidos copa los rankings mundiales porque ha sabido combinar con la innovación propia de los americanos lo mejor de diversos sistemas: el modelo británico del college, la rigurosidad alemana de los centros de investigación, y la formación profesional que se imparte en la academia francesa.

La Universidad peruana solo saldrá adelante aplicando estrategias de innovación. La innovación facilita la competencia, atrae al talento y promueve cadenas de valor. Además, la internacionalización de la academia peruana es fundamental para consolidar cualquier cambio relevante. Necesitamos crear universidades globales capaces de transformar nuestras realidades sin anatopismos asfixiantes. La clave del desarrollo académico es el principio de diferenciación. Meter a todas las universidades en el mismo saco genera distorsiones, no soluciones. La uniformización siempre es contraproducente en el cosmos universitario. De la misma forma en que los profesores tratamos de distinta forma a los alumnos en función a sus capacidades, el Estado debe comprender que la complejidad del mundo universitario peruano es el reflejo cierto de un Perú caótico y que el caos nunca se resuelve a decretazo limpio. Esto, lo saben los estudiantes de primero de Derecho.

Hay que potenciar ciertas universidades peruanas para convertirlas en centros de referencia en la región. Para eso es preciso internacionalizar la educación superior y formar una nueva generación de universitarios dispuestos a fusionarse plenamente con el mundo. El maestro Rafael Domingo siempre nos dijo a sus discípulos “dime cómo son tus universidades y te diré como es tu país”. Si aspiramos a regenerar el Perú tenemos que abrazar como política de Estado la globalización de la universidad peruana: la internacionalización del claustro, la inserción global del alumno y la innovación que supera el procedimentalismo asfixiante. No hay otro camino si aspiramos a una educación con auténtica calidad.