Unión o unidad

Cismas y crisis al interior de los partidos políticos

Es importante que los partidos cuenten con equipos de manejo de crisis internas que, a la manera de pegamentos o bisagras, impidan que los naturales desacuerdos deriven en crisis o rupturas. No es extraño ni pernicioso que en cada organización existan aspiraciones personales, tendencias o facciones. Algunos más a la derecha, otros más a la izquierda y algunos merodeando los matices. Tampoco hay que escandalizarse de las pequeñas puyas entre los líderes.

Lo que importa es que el mando mayor imponga el orden, que no es la eliminación del natural conflicto o la supresión de las aspiraciones individuales; menos aún la desaparición de las espontáneas facciones internas. El manejo de una crisis interna supone que las diferencias se gestionen a través del diálogo a intramuros y de procesos de sinergia interior, más que de peleas en las redes y escaladas públicas de conflicto. La unidad es una utopía en toda congregación humana, la unión es una confluencia civilizada y fecunda. Por aquí es que se debe apuntar.

Pasó con el fujimorismo a partir de un tuit de Kenji que parecía desafiar el liderazgo de la candidata presidencial de Fuerza Popular. Pasa con los pepekausas, confrontados por bloques que parecen luchar por una legitimidad y supremacía propia, perfectamente comprensible, pero mal manejada.

En el primer caso, la azarosa tuiteada de Kenji generó un mecanismo inteligente de respuesta. Keiko salió al frente a desautorizar a su hermano y a enfatizar que Fuerza Popular no es el vehículo de una dinastía, por más derecho que el benjamín de los Fujimori tenga de postular a la Presidencia en el 2021, en el supuesto negado de que ella no logre la victoria en esta segunda vuelta. “En toda crisis hay una oportunidad”, reza un principio oriental, y podría ser que la respuesta enérgica de Keiko y la sujeción ulterior de Kenji, asumiendo que su hermana no se casa con su sangre, podría ser una oportunidad catapultada por la crisis.

En la tienda de los pepekausas el problema podría ser mayor si PPK no pone en orden sus filas y asume el mando (sin control remoto), una acción negada en su ausencia. Recuérdese que si el experimentado ex ministro y hoy candidato tiene la opción de ganar y de trazar las líneas sutiles de un gobierno débil (con solo 18 congresistas frente a una mayoría fujimorista aplastante en el Congreso), sin contar con el Poder Ejecutivo sus congresistas podrían esparcirse hasta diluirse en una bancada tan pequeña como la aprista.

Los pepekausas tienen el privilegio de haber conjugado lo más selecto y sensato de otros partidos (del peruposibilismo, por ejemplo) con buenos cuadros propios y otros más. Sin embargo, sin el liderazgo unificador de PPK, su pequeña fuerza parlamentaria amenaza con tornarse en una sustancia bastante precaria. Si esta es la percepción ciudadana a poco más de un mes de las elecciones, la suerte podría serle adversa en junio. La gente no quiere un gobierno autoritario, pero sí un gobierno con margen de maniobra; esto es, un gobierno que efectivamente gobierne.

Si PPK procesó bien —en su largo trajín en la gestión pública— qué es la estrategia política, debe saber que debe liderar adentro para negociar afuera. Liderar adentro es organizar los mandos propios evitando que las pugnas devengan en crisis y en rupturas. Negociar afuera es delinear las bases de la concertación política de cara a la gobernabilidad, si los peruanos le dan el triunfo. Lo segundo depende de lo primero.

Lo lamentable es que los políticos no conozcan estos criterios mejor que los analistas.

Raúl Mendoza Cánepa