Unidad contra el chavismo

Sobre la responsabilidad de América Latina

Solo un gran frente nacional e internacional será capaz de frenar el proyecto chavista de implantación permanente. El frente nacional ha sido conseguido, a duras penas, por el baño de sangre desatado por los sicarios de Maduro. La oposición, fragmentada por la ideología, la táctica y la estrategia, ha tenido que unificarse para sobrevivir. Esta unidad interna permite que la polarización se plasme en un estallido de violencia política y el orden chavista es incapaz de restablecer un escenario de orden y paz.

La violencia ideológica incontrolable hace posible que se redefinan los términos del poder y, en este sentido, la violencia chavista trasciende las fronteras venezolanas porque el chavismo ha sido, durante toda su existencia, un proyecto continental de hegemonía política. En efecto, el socialismo del siglo XXI nunca se agotó en el ámbito nacional. El chavismo siempre tuvo una intención regional, un élan latinoamericano. Y actuó en consecuencia. Toda la estrategia del socialismo del siglo XXI es una estrategia de política regional y los recursos económicos, las redes internacionales y el propio discurso político, de manera similar al castrismo, fueron orientados para asegurar la estabilidad de Caracas trasladando la confrontación a otros países. Sin la dimensión internacional el chavismo es incomprensible. Este extremo, bien estudiado por Hugo Chávez en la universidad castrista de La Habana, fue aplicado a rajatabla durante años y solo con Maduro se empezó a desmoronar.

Si la dimensión internacional fue vital para la construcción del socialismo del siglo XXI, también es esencial para su liquidación política. Lo que afecta a toda Latinoamérica por toda Latinoamérica debe ser solucionado. Quod omnes tangit ab omnibus approbetur. La comunidad político-jurídica latinoamericana no debe ser un testigo impasible ante el derrumbe de la sociedad venezolana. Entre la dicotomía violencia y orden, los latinoamericanos debemos intervenir y asegurar la paz en medio de un país estragado por la persecución política y la criminalización de la oposición. Venezuela nos necesita y por historia debemos responder. La solidaridad latinoamericana debe manifestarse de manera efectiva en medidas diplomáticas que condenen la represión chavista, pero también en un apoyo real a la oposición que hoy lucha por sobrevivir. 

El Perú no debe permanecer indiferente ante esta situación. Corresponde a nuestro país el liderar a la comunidad latina en defensa de los demócratas venezolanos. No olvidemos que las garras del chavismo una y otra vez han intentado dar zarpazos sobre nuestro sistema institucional. El Perú ha sido víctima del expansionismo chavista y aún ahora algún sector ideológico tributario de Caracas se rehúsa a deslindar con sus padrinos de pensamiento. El auténtico republicanismo no puede tolerar las mediastintas que fortalecen a un movimiento declarado enemigo de las democracias latinas. En la mejor tradición de nuestro país, el Perú debe abanderar al gran movimiento democrático latino que permita a la oposición venezolana legitimar sus banderas de lucha. El chavismo intentó destruir la unidad interna de la oposición venezolana y no lo logró. Tampoco logrará dividir a los latinos que apoyan una salida institucional para la crisis venezolana. El socialismo que buscó implantarse a nivel regional, por la región debe ser conjurado. Este es el momento para que actúe la verdadera libertad.

Por: Martín Santiváñez