Darío Enríquez

Una ucronía llamada Perú

Una ucronía llamada Perú
Darío Enríquez
23 de noviembre del 2016

Nuestra historia se asemeja a las travesuras de un escribidor

A veces, al repasar parte de nuestra historia oficial, nos asalta la pregunta de si en realidad no estaremos frente a una travesura perpetrada por un curioso escribidor, entremezclando a placer su imaginación con hechos verdaderos, ficcionando la realidad y realizando la ficción bajo la técnica denominada ucronía. Así, estaríamos finalmente frente a una ficción disfrazada de historia o, peor aún, una historia creíble aunque falsificada.

Hace unos días pasó casi desapercibida una fecha fundamental en los registros históricos del Perú, imprescindible para la tarea aún pendiente de definir nuestra peruanidad. El 20 de noviembre de 1542 el Rey Carlos I firmó las “Leyes Nuevas”, estableciendo una novísima organización política para las provincias españolas en las Indias y creando el virreinato del Perú. Así, fue la primera vez que el término “Perú” se usó para designar el territorio del nuevo mundo anexado al imperio español.

Siendo cierto que el Perú del siglo XXI es de (casi) todas las sangres, es igualmente cierto que la impronta de la cultura hispánica resulta, sin duda, un componente central de nuestra peruanidad mestiza de hoy. Nuestros ancestros andinos configuran el mosaico cultural que hizo la contraparte. Como no ha sucedido en ningún otro proceso similar en la historia humana, nuestra sociedad acusa un mestizaje difundido, enraizado, de límites amplios y difusos, enriquecido luego con otras vertientes europeas, africanas y asiáticas. Negar parte de nuestras raíces y nuestra historia, en particular las andinas o las hispanas, es el gran conflicto de identidad entre los peruanos del siglo XXI.

Dice la prédica políticamente correcta que debemos aborrecer al conquistador. Nadie niega las atrocidades de los europeos en el nuevo mundo, aunque debemos decir que corresponden a usos de la guerra y la conquista vigentes en ese entonces. Las diversas culturas prehispánicas que florecieron en esta parte del mundo, y que fueron sometidas por el poder militar inca, pueden dar fe de usos de guerra y conquista similares e incluso peores. En la formación de nuestra peruanidad, debemos reconocer el rol que juega la hispanidad, más allá de poses falsamente progresistas. Desde la vigencia de un idioma que ya es nuestro —pasando por el mestizaje de lo cotidiano, las artes, la cultura y la arquitectura— hasta las instituciones de la naciente República del Perú en el siglo XIX, que replicaron buena parte de las estructuras propuestas, desarrolladas y consolidadas en el virreinato.

Entre 1542 y 1776, el gran virreinato del Perú comprendía territorios que hoy ocupan Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile (capitanía general), Paraguay, Argentina y Uruguay, además de parte de la selva amazónica, que después fue tomada por el Reino del Brasil. Hacia finales del siglo XVIII, los habitantes de estas tierras se consideraban súbditos de la corona española y se llamaban “españoles-peruanos”. Llamar “colonias” a los territorios del imperio español en América no corresponde al rigor histórico; en realidad éramos reinos dentro de aquel imperio en el que no se ponía el sol. Lo que llamamos “Independencia” es en verdad una larga guerra civil en la que se enfrentan “españoles-peruanos” —o, a la usanza de Vizcardo y Guzmán, “españoles-americanos”— entre sí, optando por monarquía o república. Los españoles-peninsulares, mientras tanto, eran sometidos por el ejército imperial napoleónico en 1808 y debían emprender su propia independencia para liberarse del yugo francés en 1814.

En las leyendas negras sobre la “maldita conquista” se suele omitir que parte de ese proceso incluyó: 1) La integración cultural al mundo con la creación de universidades y el florecimiento de una vida cultural intensa, con gran reputación en el planeta; 2) Un desarrollo territorial y grandes ciudades que fueron la base del conjunto de naciones sudamericanas que tenemos hoy; 3) La participación en el proceso de mundialización que inició Marco Polo con sus expediciones a Catay y Cipango en el Extremo Oriente, y con Cristóbal Colón a partir del descubrimiento de América; 4) Una extraordinaria revolución agrícola, con introducción de la rueda e instrumentos de hierro, y con intercambio de cultivos a uno y otro lado del Atlántico, así como animales de carga y de labranza, etc.

 

Darío Enríquez

 
Darío Enríquez
23 de noviembre del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

Columnas

Sunedu y la calidad de la educación universitaria

En el debate serio sobre la educación superior hay consenso &nd...

11 de abril
Fue una guerra civil, no de Independencia

Columnas

Fue una guerra civil, no de Independencia

Veamos hoy algo de historia. En verdad tenemos algunos hechos largamen...

05 de abril
¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

Columnas

¿De qué violencia hablamos y a quién defendemos?

En principio, queremos compartir con nuestros amables lectores que est...

28 de marzo

COMENTARIOS