Darío Enríquez

Una nueva historia alternativa

Una nueva historia alternativa
Darío Enríquez
07 de diciembre del 2016

Frente a la necesidad de reescribir una parte de nuestra historia

Nuestro mundo vive una transición hacia una suerte de versión 2.0 de la posmodernidad (PM). Nadie sabe con certeza cuáles serán las características de esta nueva era. La confusión y la incertidumbre reinan inatajables. Sin embargo, nos atrevemos a decir que uno de los elementos más importantes de esta PM 2.0 ya podemos encontrarlo entre nosotros: el redescubrimiento y relanzamiento de una nueva historia alternativa. La exclusiva competencia de disciplinas como la historia y la arqueología cede paso al uso de otras que hasta hace poco eran inimaginables en el estudio y revisión de hechos pasados. En las siguientes líneas mencionaremos algunos eventos históricos cuya revisión nos permitirá conocer con mayor precisión la veracidad de esos hechos, además de levantar algunos mitos, distorsiones y hasta manipulaciones impuestas de modo involuntario o intencional.

¿Recuerdan el relato de las Guerras Médicas, la lucha entre griegos y persas, en las que el ejército persa contaba con un millón de soldados y se ufanaba de oscurecer la luz del sol cuando sus arqueros lanzaban flechas todos al mismo tiempo? Desde los actuales conocimientos de logística y con minuciosos estudios de tiempos y movimientos, se muestra con relativa facilidad que en esa época resultaba prácticamente imposible movilizar un ejército de un millón de efectivos, con una tecnología que apenas salía de la edad de bronce. Ni las fuentes de energía, ni el tratamiento de alimentos, ni el cuidado de sus animales de guerra o de crianza, ni la logística de pertrechos, ni el soporte al movimiento de tal cantidad de efectivos, parece posible de reproducir para su validación. Además, la enorme vulnerabilidad del ejército si era atacado por el flanco de su soporte logístico (necesariamente grande y muy cercano al emplazamiento de los combatientes) hacía inviable mantener una tropa de tales dimensiones.

También los estudios de tiempos y movimientos han pulverizado cualquier posibilidad de que las pirámides de Egipto hayan sido construidas con los recursos humanos y en el plazo que se indican en las crónicas de Herodoto. Tampoco son válidas otras versiones (léase especulaciones) sucesivas sobre cómo fueron construidos estos gigantescos monumentos. Ni siquiera sabemos a ciencia cierta si fueron realmente los egipcios de entonces los verdaderos constructores. Sólo sabemos que las grandes pirámides están allí.

Aunque sea bastante difundida la idea de que el desarrollo inicial de la agricultura fue el que luego sustentó la aparición de los primeros centros urbanos, desde los trabajos de Jane Jacobs (1961, 1970, 1984), va ganando fuerza la idea de que las primeras ciudades fueron previas al desarrollo de la agricultura de intercambio. Antes solo habría existido una precaria agricultura de autoconsumo. Al mismo tiempo, esto también abona a favor de la tesis de Antonio Escohotado (2008, 2013) que coloca al intercambio comercial como el elemento primigenio y fundacional de la civilización humana. Esto último sabe a cicuta para aquellos a quienes el mismo Escohotado llama “los enemigos del comercio”. Todos los conocemos.

La idea de la Revolución Francesa como fundamento de la modernidad va convirtiéndose en un mito. Su supuesto rol en la forja de los derechos ciudadanos y la difusión de las ideas libertarias de la Ilustración palidece frente al genocidio perpetrado por los jacobinos en muy pocos meses, masacrando más civiles que la suma de todas las guerras europeas previas. Quizás la Revolución Americana que dio origen a los EE.UU. si pueda ser un hito republicano y libertario en el mundo del siglo XVIII, que ya iniciaba una imparable industrialización. Pero Francia, que desde entonces estuvo cuatro veces al borde de la desaparición y que especialmente en la última ocasión —la Segunda Guerra Mundial— ya había sido anexada por Germania (la versión hitleriana de la Unión Europea), quedó a merced del Tercer Reich y tuvo que ser rescatada con ayuda exterior.

En referencia al exterminio de judíos por los nazis, aunque el genocidio no se discute porque las evidencias son incontrovertibles, desde criterios científicos si se puede revisar y cuestionar ciertos elementos, como las supuestas cámaras de gas que habrían sido usadas para facilitar aniquilamiento masivo. Esas grandes cámaras de gas son más que discutibles, si tomamos en cuenta que aún hoy —setenta años después— su tecnología sería insuperable incluso para las cámaras de gas que se usan en EE.UU. en la aplicación de la pena de muerte.

En nuestra América hispana, también va ganando espacio una nueva verdad histórica, que deja atrás la denominación de “colonias” y apunta a que en verdad fuimos “reinos” que formaban parte del gran imperio español, cuyo reino europeo peninsular se fue formando y consolidando al mismo tiempo que los reinos en América. Los amerindios nobles mantuvieron sus privilegios durante el virreinato, siendo reconocidos como nobles súbditos por la corona española. Recordemos al multimillonario de la época, el noble José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II). Al mismo tiempo, para el pueblo amerindio se reprodujo la misma sumisión al monarca que tenían antes de la llegada de los españoles.

Con la llamada “Independencia”, los nobles amerindios perdieron su calidad de tales, junto a sus privilegios. Esta Independencia habría sido en realidad una guerra civil entre diversos bandos criollos e indios, todos mezclados, con ideas diferentes sobre cómo reconducir el destino de los reinos de España en América ante la caída de la corona española en manos de las hordas napoleónicas entre 1807 y 1816. Unos apostaban por una nueva monarquía, como hiciera luego Pedro II en la América lusitana de Brasil, logrando consolidar con ello un gran territorio unido; otros preferían la fundación de repúblicas, lo que provocó al cabo de un penoso y violento proceso, una fragmentación enorme de la América hispana. Son las “Venas abiertas de la hispanidad”, en la frase de Patricio Lons (2015).

Tanto en el Perú como en el mundo, queda mucho por revisar y reescribir en la fascinante y no siempre bien conocida historia de la civilización humana.

 

Darío Enríquez

Darío Enríquez
07 de diciembre del 2016

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