Neptalí Carpio

Una experiencia piloto de evaluación docente

Una experiencia piloto de evaluación docente
Neptalí Carpio
01 de septiembre del 2017

Ningún proceso que ponga por delante lo punitivo tiene éxito

 

Al analizar la metodología de evaluación docente que el Minedu quiere implementar da la impresión de que el método conductista —desechado hace treinta años como método de enseñanza— atraviesa ese sistema, cuando en realidad se quiere institucionalizar el método constructivista. Este último, aún vigente, busca que los educandos construyan su propio aprendizaje, partiendo de los conocimientos previos. Hace énfasis en el aprendizaje cooperativo, busca el cambio de paradigmas y el desarrollo de los educandos en su contexto. La pregunta es si un proceso de evaluación docente ¿no debería reflejar también esta filosofía en la educación? ¿Cómo se puede exigir a un maestro un método de enseñanza cooperativo cuando, por otro lado, se le quiere imponer un proceso de evaluación de arriba hacia abajo y con procesos estandarizados, sin tener en cuenta la diversidad educativa nacional?

Quizás, en esto radique el problema, porque pese a que la opinión pública aprueba la evaluación, en la gran mayoría del magisterio, y de los especialistas, el enfoque que quiere implementar el Minedu es seriamente cuestionado y no se le augura éxito. Lo óptimo sería dar un paso atrás, replantear la estrategia y aprovechar que el tema está en el centro del debate para realizar una gran consulta nacional sobre el tema. Se crearía así un potente consenso, para luego ejecutar la evaluación. Y el primer paso para ello sería que PPK designe a otro ministro, idóneo para este proceso.

Un severo crítico del enfoque planteado por el Gobierno es León Trahtemberg, quien ha propuesto un gran censal, una experiencia piloto nacional no vinculante que genere confianza, valide una metodología en el magisterio y luego la haga obligatoria. Ha puesto, como ejemplo, una experiencia ocurrida en Costa Rica, donde el Gobierno implementó primero una evaluación nacional docente de carácter voluntario y luego, con el amplio consenso logrado y la perfección de los instrumentos metodológicos, la implementó con gran éxito. Para lograr la participación de todo el magisterio, el Minedu podría plantear incluso un incentivo económico, explorando una metodología, verificando su aplicación en las diversas regiones del país, recogiendo la opinión de los directores y comprometiendo a los especialistas en un gran debate nacional. Un momento fundacional de evaluación docente que luego nadie o muy pocos cuestionen.

El actual enfoque ha sido vapuleado no solo por la protesta de los maestros, sino también por diversos especialistas. La primera crítica señala que el centro del debate ha girado en torno a si el docente evaluado será despedido o no, con lo cual se ha generado una gran desconfianza que hace precario el proceso. Recordemos que en la historia de estos procesos, a nivel educativo o de otros sectores, cuando la disyuntiva se ha planteado así, los procesos fracasan. El debate debería ser sobre la metodología usada, las ventajas para el maestro, para el niño y para la sociedad. Ningún proceso que ponga por delante el aspecto punitivo tiene éxito, menos aún en el sector educativo. Sobre todo porque no tenemos históricamente un antecedente positivo de evaluación. En todas las evaluaciones recientes, de maestros o para directores, no solo la gran mayoría ha sido desaprobada, sino que gran parte de las vacantes no han sido cubiertas.

La segunda crítica, señala que se está entendiendo la evaluación docente como un proceso reducido a un momento de desenlace de sesenta minutos de evaluación, con el director, el subdirector, un representante docente y una cantidad de firmas que valide la evaluación. Una situación en la que además, como lo demuestran las encuestas, existe una gran desconfianza en los directores de cada colegio, no solo por parte de los maestros, sino de también de toda la comunidad educativa. Situación creada también por el hecho de que,durante las últimas evaluaciones para concurso de directores, una amplia mayoría no ha aprobado la evaluación y ni siquiera se han cubierto las vacantes. El proceso no debería reducirse a sesenta minutos, sino a una gama más amplia de aspectos que reflejen el comportamiento de un maestro a un año del calendario educativo.

La tercera crítica precisa que ni este Gobierno ni los anteriores se ha propuesto, de verdad y con un plan, resolver la precariedad salarial de los maestros y de la propia infraestructura educativa. La huelga docente pudo ser una excelente ocasión para aprobar un calendario quinquenal, teniendo como horizonte el 2021, año del Bicentenario, para lograr que ese año el sector cuente efectivamente con el 6% del Presupuesto Nacional. Esta fórmula pudo aprobar aumentos graduales hasta llegar a los estándares internacionales, por lo menos de Latinoamérica, en materia salarial. En esto les cabe una responsabilidad a los líderes extremistas.

Después de la huelga —independientemente de sus resultados— la desconfianza, la frustración y la división han cundido en el magisterio y en la educación en general. Y en ese escenario intoxicado ningún proceso de evaluación tendrá éxito. Es hora entonces de cambiar de estrategia, empezando por designar a otro titular del sector.

Neptalí Carpio

 
Neptalí Carpio
01 de septiembre del 2017

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