Pedro Olaechea

Un rosario de locuras

El debate sobre la Ley Orgánica de Hidrocarburos

Un rosario de locuras
Pedro Olaechea
03 de octubre del 2018

 

Con solo pronunciar la palabra “petróleo” en Perú, aparecen los peores fantasmas de la vida republicana reciente de nuestro país. Se divulgan un sinfín de temores, terrores y horrores. Y quien se acerque a solucionar o racionalizar el tema es calificado de vende patria o traidor. No son pocas las expresiones denigrantes.

El debate acerca de las modificaciones que se proponen a la Ley Orgánica de Hidrocarburos se viene llevando a cabo desde hace algún tiempo en el Congreso. Como es lógico, se ha vuelto más mediático debido a que ya está listo para ser debatido en el pleno. Para seguir esta discusión es importante tener en cuenta el estado en el que se encuentra el sector en estos momentos.

Perú necesita 255,000 barriles diarios para funcionar, pero solo producimos 44,000 barriles diarios. Es decir, importamos 211,000 barriles diarios. Y si cada barril cuesta US$ 71.00, multipliquen. Es lo que nos cuesta. Otro dato importante: de 15,000 pozos en inventario, solo 6,000 estarían funcionando. De 43 contratos vigentes, 22 se encuentran paralizados por fuerza mayor.

La creación de SENACE habría mejorado el marco de respuesta a los proyectos de Estudios de Impacto Ambiental (EIA), y ahora el plazo de respuesta a los EIA es de 180 días. Antes de que eso ocurriera, el 68% de los pozos en prospección fue abandonado debido a que sus solicitudes no eran “contestadas”.

Hay quienes afirman que no tenemos, como país, ni petróleo ni gas. Para acabar con las dudas, solo bastaría ver el reporte de “estadística petrolera” que presentan los operadores petroleros todos los meses en Perupetro, y el mapa de recursos prospectivos del país. El histórico pozo Brea y Pariñas, aunque usted no lo crea, tiene 175 años en funcionamiento. ¿Cómo que no somos un país petrolero?

Cuando se abre un pozo, denominado por algunos como “surgente”, produce un enorme empuje debido al gas acumulado durante millones de años. Por eso su producción es más abundante y su costo es menor. Conforme el yacimiento va envejeciendo, dados los precios del mercado, el pozo se trabaja inyectándole gas, haciendo perforaciones adicionales o inyectando agua. Obviamente los pozos maduros tendrían otros costos. Por su parte, Perú sobrevive con pozos que se encuentran en su etapa de madurez. ¿Adivinaron? No hay pozos nuevos.

Sigamos en este rosario de locuras. El Gobierno decidió modernizar la refinería de Talara en el 2014. Hoy necesita producir 100,000 barriles diarios para considerarse productiva. Si sólo tenemos 44,000 barriles diarios en todo el país, ¿qué sentido tenía generar esta catedral por US$ 7,000 millones, Aún a los precios actuales, el EBITDA (ingresos medidos antes de la depreciación, amortización e intereses) generado solo daría la suficiente caja para operar. Es muy difícil recuperar el dinero invertido. Se trata de otro gol contra el Perú.

El Oleoducto Nor Peruano, tal vez el activo más importante de Petroperú, tiene 41 años de operación. En la actualidad no cuenta con la infraestructura de válvulas modernas, sistema de controles, tránsito de flujos y toda aquella tecnología moderna, cuando es vital mantenerlo en óptimas condiciones.

Lo más grave de todo es haber casi desaparecido la industria del petróleo del Perú. De ser uno de los sectores más importantes en contribución al erario nacional, hoy va languideciendo su participación y ocupa una mediocre octava a novena posición sectorial. Y de seguir así, pronto terminará en el rubro otros.

Sin embargo, en esta tiniebla que debe vivir la industria del petróleo, comienzan a aparecer rayos de luz esperanzadores. En este sentido, el Congreso ha trabajado un proyecto de ley que envió el Ejecutivo para promover las inversiones en este sector.

Ojalá las modificaciones a la Ley Orgánica de Hidrocarburos ayuden a mejorar la situación. No olvidemos que el dinero que se ha dejado de percibir por las malas políticas de los últimos años nos hubiera servido mucho para ayudar a cerrar las brechas sociales que aún se viven en el país. Al mejorarse la gestión del sector público y permitir un incremento en la infraestructura, vendría también de la mano un incremento en la productividad general. Y de paso podríamos proteger a todos los peruanos de los clásicos “gasolinazos”.

Resulta gracioso —y también previsible— que un grupo de representantes de nuestro comunismo chicha exprese posiciones en contra del proyecto de ley, con una serie de reparos sin fundamento alguno. Esto es consistente con su superstición antiextractivista. Insisten en que los pozos del litoral peruano manejan riesgos similares a los de un volcán en erupción, negando la evidencia de que es justo al lado de estas torres en donde los pescadores artesanales eligen pescar, debido a los arrecifes artificiales que se han formado.

Estos profetas, que auguran siempre el fin del mundo, podrían tomarse la molestia de informarse sobre las técnicas de seguridad que hoy existen y que, contrariamente a lo pensado, consituyen un sector que el Perú lidera: la tecnología no intrusiva de prospección de ductos. Se limitan a cantar problemas del pasado, que no guardan coherencia con el desarrollo actual.

Tenemos que aclarar que la incertidumbre, que ha reinado en el sector por años, solo genera condiciones convenientes para la ilegalidad. Reglas claras permitirán que las mejores empresas vengan a trabajar al Perú. Se deben conocer las condiciones y las consecuencias en caso de que se violen los acuerdos. El fortalecimiento de los órganos de fiscalización también es importante para que las sanciones sean efectivas.

Es necesaria una ley que genere estabilidad, orden y responsabilidades en el trabajo petrolero del Perú. También es importante un buen manejo fiscal de los excedentes producidos en la zona para que estos recursos generen un desarrollo real e integral en las regiones.

Somos un país rico en hidrocarburos, pero no podemos guardar la torta y comérnosla. El Perú busca reglas claras, políticas que entiendan el funcionamiento del mercado, el respeto al medio ambiente y a los pueblos indígenas. El momento de hacer cambios es ahora.

 

Pedro Olaechea
03 de octubre del 2018

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