Jorge Valenzuela

Un perdón que quizá no llegue nunca

Un perdón que quizá no llegue nunca
Jorge Valenzuela
20 de mayo del 2015

Sobre el libro Los rendidos de José Carlos Agüero.                           

Aunque el subtítulo del libro, “Sobre el don de perdonar”, nos acerque, espantados, por un momento, a los libros de autoayuda, el libro de José Carlos Agüero Los rendidos es en realidad una combinación de memoria, testimonio de parte y ensayo en la que, quien cuenta hechos y episodios de su vida y los intercala con reflexiones, trata de ser honesto consigo mismo apelando a recuerdos que, por lo menos en su caso, (lo reconoce el propio autor), pueden llegar a ser conflictivos y poco exactos.

Quien enuncia el discurso busca, en la primera parte del libro, titulada “Vergüenza”, configurarse como el hijo de un matrimonio de senderistas ejecutados extrajudicialmente. Su estrategia central es la de contar sucesos y anécdotas en torno a la violencia política y sus consecuencias y reflexionar problemáticamente desde el lugar de los “rendidos”, de los exhaustos, de los fatigados de cargar con la culpa de ser descendientes de “terroristas” o “subversivos”. Si echamos una mirada a lo escrito hasta ahora sobre el holocausto que significó la guerra que le declaró el Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso al Estado peruano, está resulta ser una voz inédita, despojada, hasta donde se puede observar, del odio de clase y de la rabia senderista visibles en algunos textos de ficción sobre el tema. Quien habla en el texto es, en suma, alguien cuya saturación emocional frente a los infaustos hechos de la guerra lo ha llevado a escribir un texto en el que proliferan las preguntas desde las cuales se pide comprensión y se reflexiona sobre el tipo de perdón que se debe de pedir a los afectados por la guerra.

Para que quede bien clara la posición desde la que se cuentan los hechos es importante destacar que quien narra y reflexiona en el libro es consciente o busca serlo con respecto al papel casi prosaico que cumplieron sus padres senderistas. Cito: “Mis padres y sus amigos eran senderistas del montón” (33). Esta información, que cumple en el texto con proyectar en el lector la idea de que, en medio de la guerra, hubo quienes “contaban sus muertos calladamente” (33), busca recuperar una dimensión antiépica de los hechos y acercarnos a aquellos senderistas anónimos cuya estigmatización, a los ojos del autor, es la más dura de las resistencias a un diálogo comprensivo que considera necesario. La idea de la recuperación de todas las memorias, incluida la senderista, sería, así, parte del proyecto del libro que se presenta como un texto que busca interpelar al otro en busca de una respuesta-solución a un conflicto que sigue siendo central en nuestra vida política.

De la segunda parte “Culpa” destaquemos la narración sincera en torno al alivio que le produjo al autor, de un lado, la muerte de su propia madre senderista en medio de la atroz angustia de la persecución y, de otro, el confuso sentimiento de culpa que le sobrevino después. ¿Acaso ella no murió por todos? se pregunta. En este contexto, Agüero reclama para estos convencidos de la lucha extrema un poco de atención, aunque esa atención sea poco merecida.

En la tercera parte, la más breve, “Ancestros”, el autor repara en la figura paterna y en la abuela materna que al final se reconcilia con la hija senderista y reflexiona en torno a un principio que articuló su vida familiar: jamás sentirse víctimas, principio que explica cierta dureza con la que son contados los hechos, es decir, desde una conciencia expuesta y por ello capaz de preguntarse y postular una hipótesis de trabajo sobre las consecuencias de la guerra.

La cuarta parte, “Cómplices”, refiere la relación de connivencia que muchos ayucuchanos y particulares establecieron con Sendero y busca destruir el mito de la inocencia de aquel pueblo. ¿Buscará diseminar la culpa y, de este modo, hacerla digerible para todos apuntando al centro del holocausto? Sin duda Agüero busca acercarse y comprender a quienes sustentaron el proceder senderista, desde su condición avocada a la muerte y a la destrucción

Finalmente, la quinta parte, “Víctimas”, hace referencia al cambio de dirección respecto del papel jugado por las víctimas en la aproximación al fenómeno de la guerra apuntando que su protagonismo, dejado de lado en los últimos análisis, está permitiendo el nacimiento de nuevos sujetos sociales vinculados con la guerra. Alejarse del victimocentrismo, en la propuesta de Agüero, se convertirá, según él, en la llave maestra que hará de nuestra memoria política una más compleja y completa.

Este libro, finalmente, nos da la posibilidad de escuchar una voz nueva en el concierto de los discursos sobre la guerra interna. No importa que sea la de un hijo de senderistas saturado por el horror, rendido ante la evidencia de la muerte y del daño causado por sus padres. Lo importante es que busque el perdón, un perdón que quizá no llegue nunca.

Por Jorge Valenzuela

20 - May - 2015

Jorge Valenzuela
20 de mayo del 2015

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