Eduardo Zapata

Un pellizco, por favor

Un pellizco, por favor
Eduardo Zapata
30 de abril del 2015

A propósito del reciente deslinde de la Confiep con ciertas conductas indebidas.          

Obsolescencia sígnica. Así denominó Gillo Dorfles al desgaste que sufre un signo en el tiempo. El sentido original del signo va viéndose mermado –por la repetición mecánicamente retórica- hasta terminar evanescìéndose.

No recuerdo en cuántos últimos eventos empresariales o académicos las palabras educación, valores y corrupción han constituido hasta ideas-fuerza. No llevo la cuenta de la frecuencia con que estas palabras aparecen en los periódicos o en boca de políticos que hacen de ellas promesa de campaña.

Sospecho –eso sí- que de tanto repetirlas las palabras educación, valores y corrupción han terminado por verse afectadas por la obsolescencia sígnica. Carentes entonces de su sentido original y de su real valoración como instrumentos para orientar la conducta social, parecen haberse convertido acaso en fantasmagorías lingüísticas. Que –como en el caso precisamente de los fantasmas- suelen ser motivo de conversaciones y hasta de lucidos eventos, pero pocos terminan por creer realmente en su existencia.

De allí que me haya causado grata sorpresa –y quizás, diría alguien, ingenua expectativa- que el Presidente de la CONFIEP haya sido enfático al decir –a propósito del caso del señor Balarezo- que: “Los empresarios honestos del Perù no se sienten representados por este tipo de conductas empresariales…”.

Ciertamente se está censurando lingüísticamente la comisión de delitos. El señor Balarezo –al momento de su condena por falsificación de facturas y evasión de impuestos- era el Presidente de CAPECO y Vice-Presidente de la CONFIEP. Pareciesen, al menos, haberse encendido alarmas verbales. Reafirmadas por recientes palabras de la distinguida abogada Cecilia Blume, quien –sobre el mismo tema- escribe: “Hoy el empresariado, el de verdad, debe…recalcar que ningún empresario que realmente lo sea puede estafar al Estado…”. Añadiendo enérgicamente: “Y no, señores, no todos somos iguales, pero a veces el parecido complica…”.

Para salir de dudas y no seguir creyendo que continuamos ante fantasmagorías verbales, propondría un pellizco. Que podría empezar por la institución y la señorita aludidas para que nos alcance a todos.

A lo largo de la Avenida Gambetta –que une al puerto del Callao con Ventanilla- hay muchos depósitos de contenedores operados por grandes empresas y gestionados por destacados y reconocidos empresarios.

Bueno. Ocurre que las dos vías auxiliares de dicha Avenida –y ahora hasta uno de los carriles de la nueva autopista- han sido convertidos por dichas empresas en estacionamiento y patio de maniobras de los camiones a su servicio.

¿No es un delito aquello? ¿Es lícito que los contribuyentes financiemos con nuestros impuestos los terrenos con los que debería contar para estos fines cualquier empresa seria? ¿Para qué el Estado amplió un carril más a la autopista? ¿Para que sirva exclusivamente de estacionamiento a estos señores seguramente miembros de la CONFIEP?

Apropiación ilegal de espacios públicos. Indebido financiamiento del Estado para fines privados. Hasta exposición al peligro para los usuarios de la transitada avenida…

Una buena oportunidad para que pasemos de la fantasmagoría lingüística a la censura real. Para que se haga carne aquello de que “Los empresarios honestos del Perú no  se sienten representados por este tipo de conductas empresariales”. Y también para que se visibilice la enérgica expresión de la señora Blume: “Y no, señores, no todos somos iguales, pero a veces el parecido complica…”.  

Por Eduardo E. Zapata Saldaña
30 - Abr - 2015  

Eduardo Zapata
30 de abril del 2015

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