Juan Carlos Valdivia

Un Parlamento que acompañe

Un Parlamento que acompañe
Juan Carlos Valdivia
15 de noviembre del 2016

El Congreso debe ser un balance para el Poder Ejecutivo

Nuestro Parlamento y su organización interna están diseñados para funcionar siguiendo al Ejecutivo. Desde la Constitución de 1993 y el Reglamento del Congreso, que desarrolló una serie de instituciones constitucionales, se ha reforzado al preeminencia del Ejecutivo. Hasta la composición del propio Legislativo, donde desde los noventa siempre quien ganaba la presidencia lograba organizar una mayoría parlamentaria. Los reflejos del Parlamento peruano están condicionados para no molestar al Ejecutivo. Y aunque sea consecuencia lógica, los reflejos del Ejecutivo están condicionados para imponer su voluntad al Parlamento.

Para gran parte de la ciudadanía, y del periodismo nacional, esto debe ser así. Se ha perdido la esencia de la división de poderes. Por eso es que, muchas veces con ligereza, se afirma que los ministros van al Parlamento a perder el tiempo. O se puede afirmar, como los hicieron los congresistas pepekausas la semana pasada, que el Congreso no puede legislar sobre materia tributaria, porque ello implicaba violar la prohibición sobre iniciativa de gasto, desconociendo que la materia tributaria es, en esencia y desde sus orígenes, responsabilidad del Parlamento.

Hoy, a pesar de que la mayoría parlamentaria está en manos de un grupo distinto al que detenta el Poder Ejecutivo, no se ve una actitud fiscalizadora seria de las acciones de los ministros. Se confunde fiscalización con investigación, o con cuestionamiento mediático, escandaloso y controversial. Y se deja de acompañar la gestión de los ministerios, como es natural en cualquier Parlamento. Instituciones como la Estación de Preguntas, que permitiría una interacción dinámica entre ministros y congresistas, se mantiene con la reglamentación heredada de los noventa, que la burocratizaba y le restaba eficacia. Y la falta de reflejos republicanos ha impedido que el fujimorismo organice un shadow cabinet o gabinete en la sombra, como suele hacerse en las democracias parlamentarias, lo que permitiría conocer las alternativas que se plantea a la acción (o inacción) de los ministros.

Si el Congreso no acompaña democráticamente al Ejecutivo, exigiendo resultados y fiscalizando su acción, entonces la acción parlamentaria se limita a dar el voto de investidura y, luego de considerarlo, el de censura. Sin embargo, entre ambos votos hay una docena de posibilidades de acción que los congresistas no acostumbran usar. No obstante, hay esfuerzos importantes aunque aún insuficientes. Por ejemplo, el trabajo de la Comisión de Presupuesto, que ha buscado escuchar a las regiones y viene actuando con cierta diligencia en el debate presupuestal, sin dar por sentado que lo que afirma es el Ejecutivo es lo correcto. Y en ese camino, ya ha tenido algunos desencuentros legítimos.

Es posible, en estos cinco años, construir instituciones democráticas, con un Parlamento que cumpla su papel de balance para el Ejecutivo, pero también de representación de los ciudadanos. Aunque para ello haya que abandonar las viejas maneras de un Congreso que sigue la voluntad del presidente, por las de uno que uno que lo acompañe.

 

Juan Carlos Valdivia

Juan Carlos Valdivia
15 de noviembre del 2016

COMENTARIOS