Pedro Olaechea

Un nuevo paradigma agrario

Agroexportación peruana hoy paga por encima del sueldo mínimo

Un nuevo paradigma agrario
Pedro Olaechea
21 de agosto del 2018

 

Desde hace varias semanas aprovecho este espacio para explicar mi posición sobre diversos temas referentes a las distintas ramas del Estado. Esta columna no será la excepción. De acuerdo con el reciente censo del INEI, la migración del Ande se estaría concentrando en los valles de la costa. Miles, en busca de una mejor calidad de vida, estarían abandonando la sierra de forma constante. La costa ya tiene el 65% de la población del territorio, mientras que la región andina tiene el 25% y la Amazonía solo el 12.5%. Esto se debe, en parte, a la situación de la agricultura en el país.

El agro peruano está en una situación particular. Usando solo el 4.4% del área agrícola del país, el Perú ha generado una revolución mundial. Basta ver el lugar que ocupan nuestros productos en el ranking mundial. A continuación, las cifras del informe Fresh Fruit Perú, de la Cancillería:

Lo más importante es que este crecimiento ha ido de la mano con el ingreso de más trabajadores al agro. La agroexportación peruana hoy paga por encima del sueldo mínimo. De acuerdo con informes del Ministerio de Trabajo, llegaría a S/ 1,300. Esto ha generado en las ciudades aledañas a estas áreas un boom, con el desarrollo de centros comerciales y urbanizaciones. Que son los dueños de las grandes sociedades agrícolas los responsables de esta expansión en diferentes sectores solo se le puede ocurrir a los más fanáticos y afiebrados personajes de las distintas supersticiones de nuestro comunismo “chicha”.

No niego que pueda haber problemas en este sector o espacios para mejoras. Sin embargo, es importante anotar que este porcentaje del sector agrícola está expuesto a estándares altos de calidad y que en caso existan fallas están expuestos también a procesos rigurosos de revisión y sanción. Es un porcentaje del sector muy pequeño, pero que ha demostrado ser sumamente importante.

Tenemos que lograr que Perú produzca el mayor y mejor volumen de cualquier producto. Superar los niveles más altos de competencia mundial es el objetivo. La sola idea causará escozor en algún grupo de interés, que ve en el progreso de la producción peruana una directa amenaza, por la aparición de nuevos jugadores en el mercado.

En estas circunstancias, a veces ciertos grupos recurren a descarrilar a la competencia, en lugar de efectivamente competir. ¿Estoy delirando? No. George Friedman, en su obra La próxima década, explica —en el capítulo “The Unintended Empire”— que una de las formas que tiene un imperio para lidiar con zonas de conflicto es induciendo el caos.

En este juego de naciones, son los países los que deciden el escenario de la confrontación y sus soluciones. No obstante, también sucede que los privados, en razón de sus patrimonios, juegan en países pequeños como el nuestro. La solución de estos pillos de cuello blanco es lograr políticas absurdas en los países que amenazan sus intereses, con la finalidad de sacarlos del juego. Es aquí cuando las cosas se complican, y lanzan una pastilla de cianuro sobre las nuevas alternativas que van a ayudar a salir adelante al Perú. Debemos estar atentos.

Por otro lado está el resto del sector —un 95.6% para ser más específico—, que merece mucha más atención y tiempo de todos nosotros. Ellos siguen sufriendo las secuelas de la malhadada reforma agraria de la década del sesenta, un importante problema que aún enfrentamos. De la misma manera, también tenemos que abordar el hecho de que el rescate financiero agrario siga siendo necesario año tras año.

Hoy esta población no tiene beneficios sociales. ¿Cómo vive? Con ingresos de subsistencia cíclicos, en mercados que han perdido totalmente su productividad relativa. Es decir, están en verdaderas trampas de pobreza: viven trabajando con una enorme intensidad y no pueden levantar su vista y ver nuevas alternativas. Se resignan a un entorno de sufrimiento y retraso.

Tenemos que encarar esta situación y, de manera sistemática, buscar resolver los problemas planteados. Y de forma seria, pues casi tres millones de peruanos siguen esperando alternativas. El Perú debe ser capaz de plantear un nuevo paradigma agrario.

Una idea es buscar cambios de cultivos permanentes, que tengan demanda en el mundo, y generar nuevos esquemas financieros, promoviendo nuevos cultivos, que tengan mercado y que tengan producción permanente, además de realizar préstamos de sostenimiento hasta la llegada de la nueva producción. Esto tiene que ir de la mano con más apoyo técnico, junto a un esquema asociativo. No el “pericotivo” planteado en la década del sesenta.

Sin embargo, no por los problemas que tenemos ahora hay que destruir lo que está funcionando. Actualmente se están formalizando y generando alternativas importantes de empleo. Hay que tener esto claro: la única manera de tener mejores sueldos y más empleo formal es que crezca la inversión.

En el 2009, año en el que se bate el récord de inversión sobre el PBI, yo era un alto directivo de una empresa. Nuestros trabajadores eran “robados” por los competidores que pagaban más que nosotros. Esto me parecía fabuloso, pues la competencia y la inversión nos obligaban a estar corrigiendo sueldos constantemente, a favor de los trabajadores, si no queríamos perder capacidades.

Esta primavera se detuvo bruscamente con la llegada del “futuro diferente”. Bajo la bandera de la inclusión social se dobló el gasto corriente (planillas, publicidad, servicios, asesorías, etc.) en cinco años. ¿Somos hoy un país con menores brechas sociales? ¿Ha seguido disminuyendo la pobreza? ¿Aumentó el empleo formal? ¿Tenemos hoy mejores servicios?

Es cierto, falta cerrar brechas sociales y mejorar los servicios para la población, especialmente para los más necesitados. Pero no me cansaré de señalar que el Perú ha cuadruplicado el presupuesto de la República desde el 2000. La población solo ha crecido 20%. Lo que tenemos es un problema de gestión muy grave. El Estado necesita dos soles para trabajar cada sol que se invierte. No se pasen.

 

Pedro Olaechea
21 de agosto del 2018

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