Hugo Otero

Un líder para el Perú

Un líder para el Perú
Hugo Otero
11 de junio del 2015

Reflexiones acerca de la importancia de un liderazgo claro en una nación.

El barco sueco de nombre Vasa se hizo a la mar en su primera travesía y se hundió en el puerto de Estocolmo el 10 de agosto de 1628. Sólo había navegado una distancia de mil quinientos metros en las aguas del mar Báltico y comenzó a inclinarse y sumergirse esa mañana, ante el asombro y la estupefacción de los presentes. Era el barco más grande jamás construido hasta entonces, con tres enormes mástiles y sesenticuatro cañones a bordo. Una verdadera fortaleza flotante que el rey sueco Gustavo Adolfo II había encargado construir para  combatir y dominar los océanos, en la guerra que en aquella época se prolongó por 30 años en Europa. El rey, llamado el “León del Norte”, quería demostrar con esta  embarcación su fuerza y su poder.

Durante la construcción del Vasta, el ingeniero responsable, Henrik Hyberlsson, falleció, en tanto el rey Gustavo Adolfo presionaba desde Polonia – donde combatía con sus tropas – para que el trabajo avance   rápido, sin considerar las dificultades técnicas que podían existir.

Hoy visité el Vasa, que es exhibido en un impresionante museo de la ciudad de Estocolmo. Después de haber permanecido 333 años en el fondo del mar, se consiguió rescatarlo en 1961. El buque reconstruido está magníficamente adornado con centenares de esculturas talladas, de las que el 98% son piezas originales.

Al contemplar el Vasa y su gigantesca estructura de roble macizo, es difícil imaginar cómo ese buque magnífico se hundió  apenas empezó a navegar. El interés que despierta este increíble hecho lleva aún más lejos la inquietud y surge la pregunta: ¿Quiénes fueron los responsables de aquella catástrofe militar y política?

Cuenta la historia que nadie fue declarado culpable. Ni el capitán, ni los constructores, ni tampoco el rey que ordenó su construcción. El juez que  investigó el caso no halló responsables y concluyó finalmente que sólo Dios sabía por qué el Vasa se hundió.

El relato nos muestra que no existió un liderazgo claro que se hiciera cargo de todo el proceso de la construcción del buque, y que culpar a Dios por lo sucedido fue una forma de salvar al rey, quien en última instancia había ordenado, aprobado y firmado los planos.

En el Perú de hoy, como ocurrió con el Vasa hace más de tres siglos, tampoco parece existir un responsable del progresivo hundimiento que se vive. Se culpan unos a otros y sólo falta que culpen a Dios por lo que sucede.

El país requiere un liderazgo decidido y claro que conduzca voluntades y unifique criterios. Que lo saque de la anomia en que está hundido y que lo proyecte con aliento hacia el futuro.

Las llaves del nuevo gobierno tienen que ser entregadas a un líder que sepa, con su experiencia, conducir a la nación.

Por Hugo Otero

11 – Jun – 2015

Hugo Otero
11 de junio del 2015

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