Jorge Valenzuela

Un libro maldito que venció la censura

Un libro maldito que venció la censura
Jorge Valenzuela
15 de julio del 2015

Sobre la reciente publicación de La ciudad y los perros. Biografía de una novela, de Carlos Aguirre.

La historia de un libro es, en sentido estricto, la historia de sus lecturas y del efecto que tuvo en los lectores. Esta historia, como diría Hans Robert Jauss, depende de la capacidad de reconstruir el horizonte de expectativas y la tradición textual, dentro de los cuales la obra fue creada y recibida. Solo así, al ser insertada en su “serie literaria”, es posible conocer su verdadero valor, ese valor sin el cual es imposible hacerla dialogar con las obras futuras. Como puede observarse, esa historia puede llegar a ser infinita si el libro prolonga su vigencia a través de los siglos y convoca el interés de todo tipo de lectores. Este es, pues, el gran esfuerzo de la llamada teoría de la recepción literaria.

De otro lado, uno de los desarrollos más interesantes de la historia como disciplina científica es el que se centra en el estudio de los múltiples contextos (personal, amical, editorial, periodístico, comercial, entre otros) que pueden hacer posible que un libro llegue a convertirse, en un lapso de tiempo, en un referente importante para una sociedad. Es lo que podríamos llamar historia de libro, cuyo interés se centra, como en el caso del texto que reseñamos, en la gestación, las dificultades de publicación y la acogida que pudo tene por los lectores. Carlos Aguirre ha escogido este camino para referirnos la historia de una  novela como La ciudad y los perros.

Pariente lejana de la llamada teoría de la recepción literaria y de la sociología de la literatura, esta forma de realizar la “biografía de un libro” tiene como propósito, en palabras del autor, “reconstruir el proceso que va del periodo generalmente silencioso de la creación a la publicación y lectura” hasta “su eventual consagración”. El objetivo es claro:“adentrarnos en los mecanismos culturales, políticos, económicos y sociales que informan el lugar del escritor en la sociedad y el impacto de esta sobre su obra y su trayectoria como creador”.

El libro de Aguirre no pretende proporcionar una valoración de la famosa novela de Vargas Llosa a partir de un análisis de la recepción crítica y mucho menos de los efectos estéticos que tuvo en las costumbres de lectoría de su época. Busca, más bien, a través de una exitosa y exhaustiva investigación en archivos de todo tipo, acercarse a los acompañamientos discursivos (sobre todo epistolares y editoriales) que la prestigiaron, la convirtieron en un objeto de consumo y la consagraron como en un hito importante en nuestra novelística.

De este modo, al autor le interesa en principio, recuperar los primeros años de la vida de escritor de Vargas Llosa en Madrid (gracias a los cuales asistimos el proceso mismo de redacción de la novela) y conocer, por ejemplo, no solo los escollos que tuvo que sortear para procesar la experiencia personal y convertirla en literatura, sino los estados, físico y anímico, que vivió mientras la escribía.

El estudio de la forma en que se fue tejiendo la red de relaciones amicales y editoriales en torno a Vargas Llosa, y a la necesidad de publicar su novela, prueba lo imprescindible que es no solo la calidad de un libro, sino la importancia del desarrollo del campo literario a través de sus gestores (entre los cuales podemos mencionar a los críticos y editores) al momento de insertar un objeto artístico en el mercado mediante estrategias como el otorgamiento de un premio. En este sentido, el libro se detiene en explicar los mecanismos que se pusieron en funcionamiento para que Vargas Llosa obtuviese el Premio Biblioteca Breve de 1962.

El capítulo destinado a estudiar las relaciones entre la censura franquista y Vargas Llosa nos revela, de un lado, el estado general de la cultura en España en los sesenta (un estado bastante deplorable) y, a la vez, los esfuerzos de algunos editores como Carlos Barral por burlar los obstáculos de los censores. En suma, el pragmatismo de Barral lo lleva a convencer al propio Vargas Llosa de la necesidad de ceder frente a las observaciones de la censura, (algunas de las cuales toma en cuenta, pero que considera humillantes), dejando bien sentada su posición en contra de cualquier tipo de mordaza.

El libro se cierra con el relato de la distribución de La ciudad y los perros en Lima cuando llegaron las primeras remesas (hecho que revela el carácter folclórico de nuestro sistema editorial de la época); la larga tratativa de Manuel Scorza por tener los derechos de edición para el Perú (circunstancia que revela el informalismo de nuestros gestores culturales); el escándalo que se desató, entre los militares, luego de su lanzamiento en Populibros, y el mito de la quema de los mil ejemplares, revelado, finalmente, por Aguirre (hechos que demuestran la severa incapacidad de nuestros militares para distinguir, hasta el día de hoy, entre la realidad y la ficción).

Es justo decirlo, este libro se constituye en un instrumento imprescindible para acercarnos, desde el dato bien investigado y la anécdota bien contada, a la memorable novela de Vargas Llosa. Además, el análisis de los elementos paratextuales y extratextuales, realizado por el autor, fortalece una de las posibilidades de la historia, esa historia de libro que tanta falta le hace a los estudios literarios.

Por Jorge Valenzuela

15 – Jul – 2015

Jorge Valenzuela
15 de julio del 2015

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